34. Libido

Hedrick admiraba los fascinantes senos de privilegiado tamaño, que ya tenían los pezones duros, como un firme botón. Las grandes aréolas rosadas cubrían la punta de manera espléndida. Se llevó el pecho izquierdo adentro de la boca, con lentitud. Empezó a succionarlo con fuerza, tratando de sacar el dulce e inexistente néctar de Heleanor, pero no salió nada, porque todavía no lactaba. Movía su lengua, como un tornado, y lo chupaba, mientras que con la mano libre, apretaba y rozaba las finas protuberancias con la yema de su dedo pulgar. Entonces, pasó a degustar el siguiente, en tanto al derecho, lo comprimía y amoldaba en su extenso palmar.

Heleanor suspiraba de forma pesada, en tanto observaba a detalle, como su habilidoso joven amante, le comía el pecho de manera vehemente y voraz. En la punta de sus pezones, percibió una rasquiña, estimulante. Aunque, era extraño, podía sentir más en sus senos, que hasta le habían comenzado a doler con ligereza. Era, como si sensibilidad hubiera aum
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