—Hoy yo lavaré los platos —dijo Hedrick, con seriedad, luego de que hubieran terminado le cena. Se puso de pie y agarró los platos de su madre y la de Heleanor, mientras le guiñaba el ojo.—Bueno, estaré viendo televisión con Heleanor —dijo Hanna, llevándose por la mano a su amiga.La sala de estar estaba ligada a una entrada a la cocina, y de un lugar a otro, no se podía ver lo que sucedía.Heleanor observaba sin interés alguno a la pantalla del televisor. Una telenovela, de la cual no entendía nada, a la que Hanna era seguidora, era lo que veían. Miraba, con reiteración, hacia la puerta de la cocina. Golpeaba sus dedos contra sus piernas, debido a las ansias que tenía por ir con Hedrick. A pesar de haberlo hecho en varias ocasiones durante la tarde, su libido se mantenía intacto y con ganas de seguir sintiendo ese desbordante y delirante placer, que solo era capaz de proporcionarle ese joven atractivo y dominante, que rebosaba de energía. Por lo que estaba segura de que él podría co
Heleanor gemía en voz baja, para contenerlos. Se agarraba por el ancho dorso de su amante, mientras él seguía asaltándola con pasión, mientras se acoplaba a ella y complementaba su vacío natural. Podía quedarse viéndolo, y solo lograría enamorarse más de lo que ya estaba. Nunca pensó que el hombro que ahora la asaltara, sería su ahijado. Le enrolló sus piernas por la cintura, al excitarse con su relación social que los unía, que aunque no era de sangre, era suficiente, para trazar un muro inmoral entre los dos; pared que había sido traspasada desde hace mucho. Se bajó de la mesada, por indicación de Hedrick. Se dio media vuelta y se apoyó con las manos en el borde de la encimera, mientras estaba encorvada hacia adelante. Gimió con un poco más de volumen y Hedrick tuvo que cubrirle la boca con la mano, para evitar que los escucharan. Siguió recibiendo las controladas acometidas de Hedrick. Sentía como su entrepierna, se derretía y se empapaba de sus fluidos, por el estímulo que le prov
Heleanor volvió la sala de estar, con las dos malteadas ya preparadas. Una era de ella y la otra para su buena amiga.—Aquí tienes, Hanna —dijo Heleanor, de pie.—Vaya. Siento que es la malteada más larga del mundo —comentó Hanna, recibiendo su refresco—. ¿Y Hedrick?—Se fue a su habitación —comentó Heleanor, percibiendo un cosquilleo en su intimidad.Pero, mantuvo su expresión tranquila. De sus glúteos y de su entrepierna chorreaban los pegajosos fluidos de su orgasmo y de la eyaculación de Hedrick. Se deslizaban por sus muslos, como un lento rocío de la lluvia en la mañana. La sensación, como de haberse orinado, le provocaba rascarse, con urgencia. No tenía su braga de encaje negro, ya que Hedrick se la había quedado, para que ella la fuera a buscar.—¿Qué sucede? —preguntó Hanna, viendo a su amiga. Heleanor creyó que la había descubierto—. ¿No vas a sentarte?—No, es que estoy bien aquí —. Sintió, como cada vez iba bajando más. Debía hacer algo o Hanna lo vería. Sin embargo, tampoc
Hedrick estaba sentado en su silla del aula de clase. En el salón ya estaban todos los alumnos, solo a la espera de la profesora. Se oían las murmuraciones y risas de ellos. Presionaba de forma reiterada el botón de su lapicero. Mantenía su expresión seria y sombría. Su semblante era de pocos amigos durante las clases y no hablaba con ninguno, más que por temas de estudios. Ahora, le parecían más aburrida; lo que más quería era volver a su casa, para estar de nuevo con la mujer que amaba. Miró, su reloj en su brazo; apenas habían trascurrido un par de minutos. Soltó un suspiro; tenía el presentimiento, de que sería un día muy largo.—Buenos días a todos —dijo la profesora, que había llegado a la hora exacta en que iniciaba su hora. Los universitarios se pusieron de pie—. Pueden sentarse. Con base en lo que hemos estado viendo, hoy realizaremos un trabajo en pareja, que deben enviármelo hasta las once y cincuenta y nueve de la noche. Un minuto más y no será recibido.Hedrick alzó la ma
Heleanor observaba, mientras sus ojos azules, reflejaban lo que sucedía, como si fueran un espejo.—Así que, aquí vives —dijo Hela, mirando la casa de Hedrick.—Sí —respondió él, a secas.—Hasta mañana, Hedrick —dijo Hela, subiéndose al auto.Hedrick se quedó viendo, hasta que el auto se perdió a su vista. Entró a la casa y divisó a su madre, acostada en el sofá. Lamentó en sus adentros, porque había silenciado el celular, para hacer el trabajo. Se sintió culpable y decaído. Entonces, unas cálidas y reconfortantes brazos, lo abrazaron por el abdomen.—Ya has vuelto —dijo Heleanor, con tono apacible.—Li siento —dijo Hedrick, disculpándose por lo sucedido—. Tuve que hacer un trabajo en pareja y me olvidé de avisar. Las he preocupado.Heleanor sonrió con alivio. Confiaba en Hedrick y sabía que, él no la estaría engañando con una de sus compañeras. Sin embargo, un pensamiento surgió en ella, que la hacía replantear toda su relación y sus actos inmorales con su ahijado.—A Hanna, como tu
Hedrick levantó el brazo, antes de que sus compañeros se fueran a sus lugares.—¿Cuáles son las reglas? —preguntó Hedrick, con mirada profunda. Un aire poderoso lo abrigaba, como si fuera un millonario joven señor.—Solo hay una regla —respondió Lara, mirándolo a los doce elegidos—. Responder el examen.Hedrick fue el primero en marcharse a su escritorio y los demás lo imitaron. Estaba sentado en su silla de oficina. Había ingresado su nombre y revisaba las preguntas. No esperaba que el comienzo de sus pasantías, fueran así de estimulantes. Su expresión era sería, pero una de sus manos temblaba. Respiró con lentitud, para calmarse. Al pasar veinticinco minutos, oyó la voz refinada de Hela.—Ya he terminado —dijo Hela, mientras tenía su brazo levantado. Su puesto quedaba al lado de ella, por lo que cruzó miradas, con los brillantes ojos verdes de la hermosa rubia.—Puedes quedarte en tu sitio. Diremos los resultados, cuando todos la hayan terminado.Hedrick volvió a concentrarse en su
Hedrick le apretó el esponjoso trasero a Heleanor. La fue desabrochando los botones de la camisa blanca y se la quitó, con destreza.Heleanor se agarró el cabello azabache y se dio media vuelta, para que Hedrick le retirara el sujetador.Hedrick, contempló de nuevo los grandes senos de Heleanor. El pezón rosado, ya estaba rígido. Quizás era producto de su excitación, pero la areola rosada, se había oscurecido y se había expandido un poco más, mientras que el tamaño de los pechos, también parecían haberse agrandado. Se encorvó y sacó su lengua, para saborear el pecho. Lo lambia y lo humedecía con su saliva. Reposó sus manos en las anchas caderas de su novia y comenzó a chuparlos, un por uno. Pero ni así, podía saciar el hambre que sentía al ver a esa hermosa mujer, que enloquecía y lo descontrolaba. Los comprimía en su mano y los moldeaba, como si fueran suave algodón. Su atributo se endureció sin demora, desde el primer segundo. El bóxer y la tela del pantalón, hacían que se sintiera
Heleanor sentía que se desmayaba ante la oleada de emociones. El sueño la abrazo de forma agradable, como si su alma descansara. Ni siquiera sentía las piernas, era como si estuviera por morir, ante el orgasmo que experimentaba. Sus parpados le pesaban y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su cara. Ya no podía vivir sin Hedrick, sin que él la hiciera suya, porque ese joven, era el único que podía llevarla al paraíso, mientras las quemaba en el placer, de las llamas del infierno. Su relación era inmoral, era inaceptable, cuestionable y secreta. Pero si debía ser llevada a juicio, ya sea ante los hombres o los celestiales, jamás declararía que se arrepentía de haber probado del dulce néctar de su único fruto prohibido, porque haber aceptado entregarse a los brazos de Hedrick, era la mejor decisión que había podido tomar en su vida. Junto a Hedrick era feliz, era mujer, era libre, y sobre todo, se sentía viva, como jamás lo había sido.Hedrick sabía que todavía no había finalizado.