Capítulo 31
Al escuchar las palabras de Juan, Celia abrió la boca sorprendida.

A su alrededor, la gente estaba extremadamente asombrada, realmente no esperaban que este individuo fuera tan arrogante frente a la familia Serrano.

Tenía un coraje demasiado grande, parecía que no le importaba su vida.

Mario se rió a carcajadas: —¿Estás diciendo que me arrodille ante ti? ¿Escuché bien?

—¡Crac!

Se escuchó un sonido nítido de huesos rompiéndose.

La risa de Mario desapareció repentinamente, seguido de un grito lastimero que sonaba como el de un cerdo siendo sacrificado. En un instante, Juan actuó, rompiendo directamente la mano derecha de Mario.

En ese momento, Mario, agarrándose la mano derecha, cayó al suelo gimiendo de dolor sin parar. La gente a su alrededor estaba asombrada, con los ojos bien abiertos y sin atreverse a hablar, tragando saliva.

Celia abrió mucho los ojos, sorprendida por la violencia con la que Juan actuó.

Mario, sudando profusamente por el dolor, les dijo a la gente que lo rodeaba:
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