Capítulo 35
Sin embargo, todo esto era un asunto personal de Celia, y como médico, Juan naturalmente no se preocuparía demasiado.

Jacobo miró a Celia, que no estaba herida, y suspiró aliviado. Luego, se sorprendió al ver que estaba en casa en ese momento. —¿Acaso no he muerto? —se preguntó sorprendido.

Ahora que Jacobo estaba despierto, Celia dejó de preocuparse y volvió a su actitud encantadora y seductora.

—Conmigo aquí, tu herida no es nada.

Bromeó Celia, lanzándole una mirada coqueta a Juan.

—Pequeño, eres increíble. ¿Qué recompensa quieres de tu hermana mayor?

Jacobo, que estaba detrás de ellos, rápidamente gritó: —Pablo, Pablo, prepara un cheque.

Juan hizo un gesto con la mano y dijo a Jacobo y Celia: —No necesito ninguna compensación, solo necesito que se cumplan las condiciones acordadas al principio.

—Mañana a esta hora, vendré a curarte de nuevo —,añadió Juan antes de marcharse.

Celia, viendo a Juan alejarse, corrió para alcanzarlo rápidamente. Una vez fuera de la villa, mirando la es
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