Capítulo 30
Pronto, Celia detuvo el auto frente a una majestuosa villa.

Ambos se acercaron a la puerta de la mansión, donde dos fornidos guardias musculosos emanaban una aura intimidante.

Si fuera una persona común, solo estar de pie frente a estos dos hombres de negro sería suficiente para debilitar las piernas.

Los hombres de negro mostraron respeto al ver a Celia. —Celia, has regresado.

Celia asintió suavemente. —Sí, he traído a un médico para que vea al viejo.

Los dos hombres miraron a Juan con sorpresa al verlo tan joven.

Celia exclamó coquetamente: —¿Qué pasa? ¿Se atreven a dudar de la persona que he traído?

Los hombres sudaban profusamente y rápidamente se apartaron. —No nos atrevemos, no nos atrevemos.

Después de entrar en la mansión, Celia explicó rápidamente a Juan: —Te dije, la identidad del paciente es bastante especial.

—El paciente es nada menos que Jacobo Serrano, una figura destacada en la mafia de San Fernando.

—No imaginaste que tendrías la oportunidad de tratar al famoso Jacobo.
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