Naira.Era un inmenso despacho que aparentemente es una estudio de biblioteca me quedé sorprendida observando todo a mi alrededor.—A partir de hoy, quiero que ordenes todos estos libros —ordenó sin miramientos—. Todo tiene que estar exactamente en su lugar. Lo harás mientras yo esté fuera.—Sí, señor... como usted diga.—Me gusta que seas obediente —murmuró, con una sonrisa apenas visible en el rincón de sus labios—. Así me complaces. Aunque aún no estoy seguro de qué hacer contigo, por ahora tendrás que mantener todo en orden aquí... mientras busco en que ocuparte.Se acercó a uno de los estantes y tomó un libro que puso en mis manos. Lo miré, sorprendida. Era un ejemplar polvoriento de “La Sirenita”.—Quiero que lo leas cuando tengas tiempo —ordeno en tono frío—. Y que recuerdes que, así como la sirenita desapareció en una burbuja, tú también desaparecerás con el tiempo. Sus palabras hicieron que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Él continuó hablando, y aunque no entendí del todo
Karl.La reunión era insoportablemente aburrida. Mi pie tamborileaba bajo la mesa, ansiando escapar, pero como uno de los hombres más ricos y poderosos de este condado, sabía que mi presencia era requerida. Como miembro prominente de la élite, no podía simplemente levantarme e irme. Además, estas reuniones no eran solo para intercambiar palabras sin sentido; se trataba de demostrar que yo, Karl Voss estaba aquí para supervisar que cada moneda que aportaba fuera bien utilizada.Finalmente, la interminable charla terminó. Tras firmar un montón de papeles que garantizaban la entrega de víveres a las comunidades más necesitadas, suspiré con alivio. Ayudar a los menos afortunados me parecía importante, aunque, si soy sincero, siempre he tenido claro que mi generosidad no era una invitación para que otros se aprovecharan de mí. Detesto las traiciones, y aquí todos lo saben. Mientras me dirigía a la salida, uno de los hombres del grupo se me acercó y extendió la mano. La observé por un segun
NairaMi cuerpo temblada del nervios, aun sentía su aroma impregnada en mi piel, por ese encuentro tan intimo que al momento me dio pánico luego valor para mostrarle que no le tengo miedo. Me dejare llevar quizás de esta manera sobreviva en este oscuro paraíso. Solo espero que mi plan funcione, necesito saber como esta mi madre, su condición de salud es lo mas primordial, y debo convencer a Karl o huir será mi propósito sin importar que. Este monstruo no se ama ni a el mismo, puedo notar que ni siquiera siente emociones, un caso poco común, además hasta parece ser un hombre peligroso y temo por mi vida, no obstante debo tratar de hacer que se encariñe de mi o bien, morir seria la mejor libertad, no, puedo morir, mi mamá me necesita. Por otro lado, quisiera indagar en muchas cosas, algo en mi interior me grita que este misterioso hombre guarda muchos secretos y se que de ahi viene su forma déspota y su inhumanidad. Dejo escapar un suspiro al notar que él esta de pies, observando q
Naira.Me quedé en silencio, sin poder decir nada, observando cómo empezaba a beber a toda prisa. La molestia en su rostro era evidente, y supe en ese instante que me iría fatal por no haberle obedecido. Sentí un nudo en la garganta al verlo, pero decidí no dejar que notara mi vulnerabilidad. Apenas tuve un momento de tregua en mis pensamientos, cuando aquella mujer se le acercó. Iba prácticamente desnuda, y en un acto descarado se subió encima de él mientras él apenas podía sostenerse de lo ebrio que estaba. Tragué saliva, mirando de reojo cómo su mano se deslizaba por la pierna de ella, acariciándola lentamente, mientras sus ojos se dirigían hacia mí con una mirada fría y calculadora, buscando provocarme.—Mírala— mencionó una voz ronca, llena de burla. —Observa cómo se hace, esta belleza sabe cómo complacerme.—Mi corazón latía con fuerza, pero me negué a bajar la mirada o a mostrar algún signo de derrota.La mujer intentó besarlo, pero él la frenó, colocando su mano entre ambos.
Karl.Sentía el estómago revuelto, como si un nudo de angustia lo estrujara desde dentro. Cerré los ojos y por un instante quise desaparecer, deseaba con todas mis fuerzas escapar de ese momento. Sin darme cuenta, mis manos se aferraron a su brazo, apretándolo con tal fuerza que parecía querer arrancárselo si eso significaba salvar mi vida.—Haré todo lo que quieras… todo lo que tú quieras, ¡por favor! —rogué, sintiendo que las palabras se ahogaban en mi garganta—. No me quites la vida… todavía… Piensa en ti, en todo lo que tienes. Él me miró desafiante, sus ojos oscuros y penetrantes, como si estuviera evaluando cada una de mis súplicas, cada palabra que dejaba salir desesperadamente. —Yo no pienso. No me importa todo lo que tengo… —respondió con frialdad—. Algún día, nada de lo que tengo será mío.Ese tono sombrío me heló la sangre. Antes de que pudiera reaccionar, él me sostuvo con firmeza la mandíbula, y sus labios se apoderaron de los míos con una fuerza que no daba lugar a nin
KarlDebería sentirme satisfecho con lo que acababa de hacer, con lograr que me deseara de la forma en que había planeado. Ese era mi objetivo desde el inicio. No permitiría que lo que estaba creciendo en mi interior por Naira me destruyera. Si alguien iba a terminar herido, sería ella primero, y luego, tal vez, yo. Mis labios recorrieron su piel expuesta, cada rincón, cada curva que se presentaba ante mí. Mis manos deslizaban el vestido lentamente, notaba cómo temblaba. Quería que temblara, que entendiera que esto debía suceder. Era la primera vez que deseaba poseer a alguien así, con este fuego que nunca había sentido. Con ella era diferente; nunca antes había experimentado tal ansia, ni con ninguna de las mujeres que frecuente. Ella sería la primera. La primera en hacerme sentir que, por fin, era plenamente un hombre.La miré, recorriendo con la vista el tono de su piel, sus formas perfectas. Intentaba odiarla, necesitaba odiarla, pero había algo dentro de mí que se resistía. Sin
NairaMe desperté mirando al techo, sin pestañear, paralizada por la avalancha de pensamientos que me acosaban. Mi cuerpo pesaba como si no me perteneciera, una extraña mezcla de cansancio y desconcierto me anclaba al colchón. Anoche perdí mi virginidad. El recuerdo aún estaba fresco, tan contradictorio como las emociones que provocaba en mí. Fue placentero, pero también doloroso, físico y emocional. ¿Cómo debía sentirme? Tapé mi rostro con las manos, intentando sofocar el torbellino de ideas. Sin embargo, las lágrimas brotaron, sin previo aviso, recorriendo mis mejillas como un torrente incontenible. Sentía que caía en un abismo oscuro, sola y sin salida.Tenía miedo. No sabía qué planes tenía Karl para mí. Él era impredecible, peligroso, un hombre capaz de cualquier cosa por mero placer más si se trata de dolor ¿Y si me mataba? No vería nunca más a mi mamá. Ese pensamiento me atormentaba más que cualquier otra cosa. Un golpe en la puerta me sacó de mi ensimismamiento. Me levanté co
KarlDespués de haber pasado un momento agradable en el río junto a Naira, subimos de nuevo hacia la hacienda. La ayudé a bajarse del caballo, y ella entró corriendo a la mansión mientras yo me quedé riendo como un idiota. Bajé tranquilamente, le pedí al capataz que limpiara la caballeriza y se asegurara de que mi caballo estuviera bien cuidado después del paseo. Luego, subí detrás de Naira.No sé qué estaba pasando conmigo y esta mujer. Desde que experimenté esa pasión desenfrenada, ese éxtasis inigualable, no podía dejar de querer estar cerca de ella. Sin embargo, me repetía a mí mismo que no sentía amor, porque sé que no soy capaz de amar. No obstante, en el ámbito físico... el deseo era algo difícil de ignorar, imposible de controlar.Al entrar a la habitación, la encontré tratando de quitarse la ropa mojada. Me acerqué y, sin decir nada, comencé a ayudarla. Ella levantó la mirada y sonrió.—¿Otra vez? —pregunto tratando de mantenerse tranquila.—Sí, otra vez —respondi, con una vo