Henos aquí en la sala de espera del hospital. Tareq luce sereno. Sólo estamos él y yo. Las demás quedaron en casa por orden suya. La verdad es mejor así. No estoy para soportar las malas caras de todas ellas. La señora Fátima lleva una hora ingresada. No quiero sonar mala persona, pero sinceramente creo que ella no tiene nada y está más fuerte que un roble. Todo esto lo hace para manipular a Tareq y que Alá me perdone si estoy errada. —Eini. —acaricio su espalda. —¿Estás preocupado? Ten fe que Alá le dará salud. —Intento reconfortarlo. —Ella está bien. Se que lo hace para llamar mi atención. —Expresa sin ningún tipo de molestia. —Conozco a mi madre Nailea… hacia lo mismo con mi padre y ahora lo hace conmigo. Por mucho que la ame tiene que entender que no soy su títere. —Me quedo perpleja ante su confesión. —No sé qué decir… —comento, mirando mis manos. Él toma una de ellas y besa el dorso con afecto. —No tienes que decir nada Hayati. Con sólo el hecho de acompañarme y comprender t
Canción de escena: Mohamed Hamaki - Wady Hali Maak Para Rina encontrarse nuevamente con Tareq significó poner su mundo de cabeza. La fuerza y templanza que había logrado por tantos años se habían ido por el caño. Siempre guardó la ínfima esperanza de que Tareq la aceptaría con todo y sus errores, pero a medida pasaba el tiempo su corazón seguía resquebrajándose. Lo conocía muy bien. Él era un hombre de una sola pieza, de honor y convicción, pero sobre todo era alguien que siempre supo lo que quería en su vida. Nunca se dejó dominar por nadie, ni siquiera por su padre. Para Tareq la religión era algo vital y ella después del divorcio de sus padres que, por supuesto fue un escándalo, decidió vivir con su madre dejando a un lado la religión que su padre profesaba. La razón era simple su madre no era musulmana y al enamorarse de su padre intento serlo. Los primeros años fueron complicados y la lucha por mantener el matrimonio a flote tuvo grandes repercusiones en su hermano y en ella. Com
—¡Te volviste loca, Nailea! ¿Qué tienes que hablar tu con esa mujer? —La reprende su amiga Miranda. —Puede decirte cualquier cosa y no lo que en realidad pasó. ¡Entiende que ella quiere a tu esposo! —Nailea, no lo ha dimensionado de esa forma. Es tan ingenua en todo lo referente al amor. —Tienes razón. No lo pensé de esa manera. —Responde, hurgando la comida, sin apetito. —Discúlpame… —su amiga le toma la mano. —No quiero que hagas algo que te lastime. —Expone, sintiéndose mal por hablarle así. —No te preocupes y gracias por aconsejarme. A veces siento que todo lo hago mal. —Expresa, con tristeza. —Para nada. Eres muy intuitiva y asertiva. No dudes de ti, es lo peor que puedes hacer en este momento. —Mejor cuéntame, ¿a quién conociste? —Pregunta, Nailea, intentando cambiar de tema. —¿Te acuerdas con el hombre que chocaste en el restaurante y te devolvió tu pulsera? —Nailea abre los ojos con asombro. —¿Hablas de Rayan? —Miranda asiente, emocionada. —Si, nos hemos visto un par de
Nailea fue llevada de inmediato por Tareq a su recámara. El médico ya venía en camino. Tareq está desasosegado y demasiado molesto. —¡Aguanta mi Rohi! Te prometo que esto no se quedará así. —Besa su frente. El doctor aparece en menos de cinco minutos. Todos salen menos Nani Suhaila. Tareq espera afuera la confirmación del médico y si resultaba que era envenenamiento iba a mover hasta la última piedra para saber quién tuvo las suficientes agallas de cometer semejante acto. Lila y su madre se fueron de inmediato a encerrarse en su habitación. —¿Fuiste tú Lila!? ¡Dimeeeee! —Su madre la tomaba de los hombros exigiéndole la verdad. —¡SÍÍÍÍÍÍÍ! ¡FUI YO! No podía estar en el mismo lugar donde ella tiene todo lo que quiero y yo nada. —Le confiesa sin filtros y sin miedo. —¡Por Alá! ¡Pero qué hiciste hija! —La señora Zayda no sabe qué hacer. —Si Tareq se entera estamos perdidas. —Se sienta en la cama tratando de sosegarse. —No se enterará mamá. Nadie me vio. Hice todo muy bien. —Dice, so
—¿Y bien? —Pregunta, Tareq, a una de las sirvientas que mira hacia el suelo. Esta muy asustada. El jefe de su seguridad está presente. —Señor, yo solo seguí órdenes. No sabía el fin. —Intenta justificarse. —¿Cómo te llamas? —Inquiere con autoridad. —Mileika. —Responde, aún sin levantar la mirada. —Bien, Mileika. Tienes una sola oportunidad conmigo. —Mileika siente un terrible escalofrío ante sus palabras. —Fue la señorita Mirah. Ella me pidió la compra del veneno. Dijo que había ratas en la casa. —Frota fuertemente sus manos, nerviosa. —¡Mírame! —Mileika levantó la mirada en el acto. —Si hay algo que detesto en la vida son las mentiras y parece que tú aún no entiendes la gravedad de la situación en la que estas metida. —La penetrante mirada violeta oscuro de Tareq pone a Mileika a tiritar. —Mañana serás expuesta públicamente y que Alá se apiade de ti. —Sentencia sin más y camina hacia la puerta. —¡Noooo! ¡No, por favor! Fue la señorita Lila. —Confiesa tirada en el suelo y con un
Lila había encontrado el vestido perfecto. Estaba tan contenta. Al fin seria la esposa de Tareq. La maquillista llegó e hizo un trabajo impecable. Realmente Lila era una mujer muy hermosa; de piel canela, contextura fina, estatura media, cabello rizado y sus ojos eran color café claro. Ciertamente su belleza se ocultaba por su personalidad débil y malintencionada. —¡Ponte estas pulseras de oro! Son más bonitas —Su madre le ayuda a prepararse. Tareq había dicho que partirían a la mezquita a las 5 p.m. y ya sólo faltaba una hora. Deben irse de inmediato. —¡Ya mamá! ¡Por Alá! Tengo demasiadas. —Espeta, molesta. —Nunca es demasiado. —Dice la señora Fátima mirándola de pies a cabeza. —¡Estas hermosa! —Lila se mira al espejo sonriente. —¡Vamos! Es hora de irnos. —Dijo, apresurada. Las tres salen de la recámara rumbo a la mezquita. Nailea no entendía por qué debía estar tan elegante. Su esposo no dijo mucho. Solamente le indicó que irían a la mezquita y luego habría una cena familiar. —
Recuerdo12 de mayo de 2005“Tareq”—Padre necesito hablar contigo. —Él se gira soltando el humo de su puro. Me ve como si fuera cualquier persona.—Asumo que es alguna estupidez. Tareq no pierdas el tiempo en sentimentalismos. —Apaga su puro en el cenicero. —La mayoría de las personas que no logra sus metas es porque se dejan llevar por sus emociones. Te he dicho que en los negocios no hay sentimientos de por medio. —Puntualiza.—No es de negocios que quiero hablarte. Los negocios en este momento me importan una m****a. —Le aclaro.—Te importa tanto como tu vocabulario por lo que veo. —Toma asiento sin apartarme la mirada. Cuando estaba adolescente le temía, pero ahora solo me causa mucha repulsión.—¿Qué pasará con el asesino de Halima? —Pregunto, sin rodeos.—Su esposo querrás decir. —Se cruza de brazos.—Ese desg… —mi tío entra a la oficina sin tocar. Luce demacrado y muy deprimido. Sé que la muerte de Halima lo ha herido de muerte, pero ni con eso tiene el valor de enfrentar a mi
Su vida desde muy temprana edad siempre se debatió en tomar decisiones importantes. Esta era una de las más difíciles. La mujer que ama está luchando por su vida por culpa de Lila. Cuando Lila nació él tenía ocho años. A medida ella fue creciendo la madre de Lila y la madre de Tareq le metieron en la cabeza que estaba destinada a casarse con él. “Recuerdos” Tareq Hoy es el cumpleaños número 15 de mi prima Lila. Es muy hermosa, pero no despierta en mí más que un cariño familiar. Mi madre no se cansa de repetirme que debo casarme con ella una vez que cumpla los 18. —Madre, te he dicho muchas veces que Lila no me interesa para esposa. ¿Por qué insistes de esta manera? —Ella me ve como si lo que yo pienso, no le importara. —Lila es la esposa perfecta para ti Tareq. Además, es hermosa. Así que no digas tonterías. —Yo la miro con reproche. —Por más que insistas no me casare con ella. Ya deja de alimentarle esa ilusión, se frustrará y harás que rechace a buenos hombres. —Le advierto.