“Nailea” Abro mis ojos despacio y la habitación está un poco oscura; solo hay una leve luz tenue. Recuerdo que estoy en el hospital. Buscó a Tareq, pero a quién veo es a ella. Me siento rápidamente. Está en la esquina de mi derecha. Su mirada fría me aterroriza y Lila se burla de mi haciéndome sentir tan pequeña. Yo intento moverme, pero no puedo. Ella camina hacia mi acercándose poco a poco. Estoy sola y nadie puede ayudarme. Moriré en manos de esta mujer. ¡Alá, ayúdame! Quiero gritar, pero mi voz no sale. Estoy perdida. —¡Nooooo! —Grito, sintiendo dolor en mi pecho. —¡Hayati, estoy aquí! —Me dice Tareq y me abraza. —Sólo fue una pesadilla. —Besa mi cabeza repetidamente. Yo respiro profundo muchas veces. Él está aquí como lo prometió. Lo abrazo fuerte. No puedo olvidar las palabras de Lila el día en que me atacó. La manera como me miraba y el dolor al sentir el cuchillo en mi piel. No me gusta sentir tanto miedo. —¡Tareq, por favor! ¡Sácame de aquí! No soporto estar aquí un segun
—¡Nani! —Reacciona Nailea con alegría al verla entrar a la sala de estar. —Despacio, Nailea. —Le pide, Tareq. Teme que se lastime. Pero la emoción la invade y camina con los brazos extendidos hacia ella. —¡Yo voy mi ángel, yo voy! —Expresa, caminando hasta ella para abrazarla. Tareq mira la escena, conmovido. Nani la abraza con mucho cuidado y delicadeza. Le da tres besos en las mejillas. —¡Perdóname! Debí ser más rápida en pedir ayuda. Tal vez si… —intenta explicarle y Nailea niega con la cabeza. —¡Alá Nani! No digas eso. Tú no tienes la culpa de nada. Por ti estoy viva. —Nani llora y Nailea limpia sus lágrimas con su dedos. Besa su frente. —¡Gracias por salvarme la vida! —Ella la ve con amor. El celular de Tareq comienza a sonar y se aleja un poco dándoles espacio, era Akram. —Aló. —Contesta. —¿Ya estás en tu hotel? —Sí, llegamos hace unos minutos. —Responde, entrando a su despacho. —¿Cómo está Nailea? —Un poco adolorida, pero bien. Le encantó el lugar. —Le conta, contento
—¿Cómo estás? Pensé que estarías en España. —Le habla a Tareq. —As-salaamu alaikum Akram. —Saluda a Akram sin poder dejar de admirar los hermosos ojos violetas de Tareq. —Wa Alaikum As-Salaam Rina. —Saluda, Akram. —Tenía asuntos de trabajo que resolver. —Responde Tareq de manera amable. —¿Y tú que haces por aquí Rina? —Pregunta, Akram. —También estoy en asuntos de trabajo. Vengo bastante seguido y siempre me hospedo aquí. Me gusta mucho este hotel. —La alegría que desprende el rostro de Rina no puede ocultarse. —Nos da gusto Rina. ¡Alá te prospere siempre! —Le desea con sinceridad Akram. —¡Shukran Akram! (Gracias). —Sonríe viendo a Tareq. Desea mucho acercarse más a él. —Cuídate, Rina. —Espeta, Tareq, despidiéndose. —¡Tareq! ¡Espera! —Él se detiene. —Necesito hablar contigo. —Tareq iba rechazarla inmediatamente. —¡Por favor! Es algo de negocios y sólo quiero saber tu opinión. De verdad que es importante. —Él la observa, pensativo. Akram desvía la mirada hacia otro
Tareq ya casi llega al hotel cuando inesperadamente recibe una llamada de un número desconocido. Contesta pensando que es alguien de alguna de sus empresas. —Diga. —Señor Falú. —Es una voz de mujer y se escucha angustiada. —¿Quién habla? —Soy Mónica la asistente de Rina Massú. Necesito su ayuda. Rina no reacciona. —Tareq intenta procesar todo. —¿Cómo es que tiene mi número señorita? ¿Ya llamó a un médico? —Le pregunta, bajándose del auto. —Rina me dio su número en caso de emergencia. Dijo que usted sabría que hacer. —¿Dónde están? —Pregunta, molesto y un poco preocupado. Aunque Rina ya no significa nada en su vida no desea que le pase algo malo. —Suite LH 220. —Tareq corta la llamada y sube al elevador para huéspedes. Marca a recepción solicitando una doctora de inmediato. Al colgar se fija que tiene llamadas perdidas de Nailea. Solucionará esto rápido y luego explicará. Al llegar la doctora ya la atendía. Al parecer su asistente ya había solicitado al médico a recepción. Mó
Tareq estaba en su oficina terminando unos pendientes. Su asistente le había indicado que a quién esperaba había llegado. —¡Buenos días, Zidan! —Tareq lo saluda con un apretón de manos. —¡Falú! —Responde, emocionado. —Espero me tengas buenas noticias. —Comenta, intrigado. Desde que un día vio de lejos a Mirah no había podido olvidar lo hermosa que es. —Ella acepto conocerte. —Tareq le indica con la mano que tome asiento. —Esta noche te espero en casa por la celebración de compromiso de mi hermana Badra. —Será un placer. Me sorprende que lejos de imponerles un esposo a tus hermanas les consultes. —Se que para ti no debió ser fácil aceptar mis condiciones y agradezco tu comprensión. —No te preocupes, de hecho, yo pienso igual que tú. —A Tareq le agrada Zidan. Está seguro de que será un excelente esposo para Mirah. Uno de los asistentes de Tareq entra con té y les sirve. El rumbo de la plática cambia a negocios. La señora Fátima corre de tienda en tienda con Badra mientras organiza
El silencio reina en todo el lugar y lo que era una fiesta se transforma en una sala de biblioteca. Todos se miran unos a otros menos Tareq y Rayan quienes se observan a duelo. Mirah ve a Rayan y luego a Nailea, siente desvanecerse. —¡Lamento llegar sin invitación! No sabía que había una fiesta. ¡Alá bendiga a los agasajados! —Levanta su manos al cielo. —No tenía conocimiento de que estabas en Marruecos. Él es mi primo, Rayan. —Se excusa con los invitados tratando de mantener la calma. —Pasa Rayan. —Lo invita y le presenta uno a uno a los invitados. La música sigue y todo vuelve a la normalidad. —¡Felicidades querida prima! ¡Ala los bendiga! De saberlo te habría traído regalo. Mis sinceras disculpas. —Manifiesta, empático. —Un gusto Rayan y no te preocupes. Estás invitado a la boda-. —Responde, Gibran, extendiéndole la mano. Rayan sonríe y busca nuevamente a Tareq. —¿Sucede algo? ¿A qué has venido? —Le pregunta, Tareq, apartándolo de la gente. —Tengo un asunto que tratar contigo
Las ganas de vomitar hicieron que se despertara bruscamente. Sale corriendo, tapándose la boca ya casi con el vómito entre sus dedos. Abre la tapa del retrete y expulsa todo lo poco que tiene en su estómago. Desde la cena de ayer no ha vuelto a comer nada. Tose y se sujeta como puede. Después de unos minutos todo cesa. Se lava sus manos, cara y dientes. —¡Alá! —Se soba el cuello. El celular comienza a timbrar. Regresa a la habitación y lo coge de su mesita de noche. Es Miranda. —¡Hola, ingrata! —Nailea sonríe a pesar de cómo se sentía. —¡Hola, amiga! —Su voz sonaba más ronca de lo normal. —¿Qué sucede? Tu voz esta extraña. —Acabo de vomitar, pero ya estoy bien. —Espera… ¿acaso es lo que imagino? —Sí, lo es. —Dice, con felicidad. —¿No es muy pronto? ¿Cómo te sientes? —Miranda se preocupa por ella. —Tal vez, pero me siento feliz. —Entonces, yo también estoy feliz por ti. —Espeta, contenta. Inician una larga platica donde Nailea le cuenta por todo lo que ha pasado los últimos d
Las manos de Mirah sudaban por los nervios. Su hermano y Rayan la miran fijamente. —Hermana es preciso que nos aclares ciertos eventos. —Tareq se puso de pie. —No voy a juzgarte. Solo necesito saber la verdad. —Camina hacia ella. —¿Qué sucedió el día en que tú y Sonya desaparecieron? —La toma de las manos. —No tengas miedo hermana. —Dice, mirándola tiernamente y ella asiente. —Ese día Sonya y yo estábamos comprando en el centro comercial y los guardaespaldas de Rayan nos —levanta la mirada. Rayan la ve arrepentido. —nos pidieron que los acompañáramos. Subimos al coche y Rayan estaba dentro. Le dijo a Sonya que necesitaba hablar con ella. —Mirah omite la mayoría de los detalles de la manera en que actuó Rayan. —Nos llevó a una cabaña. —Continuo y Rayan agacha la cabeza. —Y le dijo a Sonya que firmara el Nikah. Nos mostró una carta de baba… —respira, profundo. —Sonya iba a firmar, pero yo no podía permitirlo ya que ella iba a casarse con Akram. —Este la mira asintiendo. —Le dije a Raya