—¿Cómo pudiste hacer eso, Sonya? —Nailea le pregunta tratando de entender. Sonya está hecha un manojo de nervios. Van en el auto de camino a comprar el vestido de su compromiso.

—¡No lo sé! ¡Soy una tonta! —Dice, llorando. —Ahora ya no hay marcha atrás, ¡estoy perdida! —Exclama, desesperada. Nailea intenta consolarla.

—Debes hablar con Akram. Él debe saberlo.

—¡No! Él sólo me utiliza, Nailea. He sido una ciega.

—¿Por qué dices eso? —Pregunta, preocupada. Sabía que algo más había pasado y ese algo era la razón por la que Sonya había actuado impulsivamente, pero ella permanece en silencio unos minutos, hasta que por fin decide contarle.

—Anoche entró en mi habitación y yo caí en tentación. ¡Alá, no tengo perdón! —Dice, de golpe. Nailea comprende. Lo que la hace pensar que Akram se está tardando en hablar con Tareq. Solo espera que no sea demasiado tarde para los dos. —Y cuando desperté, él ya no estaba. ¡Sólo me utilizó! —Llora de frustración.

—¡Sonya, cálmate! Debe haber un