Ya llevaba una semana viviendo en casa de Fernando, una casa enorme y muy hermosa de la que ya conocía casi todos sus recovecos. Lo bueno de vivir con Fernando era que como tenía trabajo casi todo el día, me permitía andar libremente por la casa, aunque yo no me sentía libre de ninguna manera.En aquella semana no había vuelto a tener llamadas de Nikolay, es más, como mi celular era lo único que llevaba conmigo cuando me trajeron de regreso, no tenía cargador y la batería estaba a punto de acabarse. Pero no saber nada de Nikolay en aquellos días me estaba sirviendo bien para analizar fríamente las cosas.Al comienzo de esta aventura, Nikolay era el hombre al que más odiaba por todo lo que planeaba hacerle a Mike por su traición y entendía que no soportara el carácter irritante de mi hermano, ni siquiera yo lo soportaba. Pero a pesar de lo mucho que odiaba a Nikolay, cuando se me ocurrió pensar que hacer el amor con él como cualquiera de sus numerosas amantes me ayudaría a escapar,
El hombre se rió y se quitó el pasamontañas que llevaba, haciendo que me congelara en el sitio. Ahí estaba, casi irreconocible para el resto del mundo pero no para mí, el hombre al que amaba más que nada en este universo. Quise decirle muchas cosas que se quedaron atrapadas en mi garganta, pero él me sorprendió con un abrazo de oso.—Nikolay…—Margaret… No tienes idea de la falta que me has hecho. Sentí mi corazón acelerarse.—Yo también te eché de menos… —musité.—Mañana es el gran día —dijo con voz monocorde.—¿A una boda sin amor le dices gran día? —dije irónica.—Solo tienes que fingir un poco más.—Estoy harta de fingir, yo solo quiero estar contigo… —admití, sonrojándome.—Eso será muy pronto, pero tendrás que conformarte con verme de lejos —tragué saliva por eso.—¿Vas a permitir esto? —titubeé.—No lo voy a permitir… Solo quiero que mañana tengas cuidado y que —me tendió algo—, uses este chaleco antibalas.—¿Qué vas a hacer? —abrí mucho los ojos.—Recuperar a mi mujer —me be
Entré al idílico jardín de aquella casa agarrando el brazo de Jon con fuerza.Estaba muy nerviosa pero no porque deseara casarme, solo tres personas, contándome a mí, sabíamos la verdad. Fernando me esperaba en el improvisado altar con una sonrisa. Intenté corresponderle el gesto, pero no tuve éxito, la mueca se quedó congelada en mi rostro al tiempo que buscaba una señal… algo que me indicara que Nikolay no me iba a dejar sola en un momento como aquel.Llegué al altar con Jon, que me dedicó una sonrisa débil antes de apartarse de mí y dejarme junto a Fernando, que besó mi mano con un gesto muy galante. Lo único que lamentaba era no haberme enamorado de su amabilidad, pero Nikolay se había metido tanto en mi corazón que ya no podía sacarlo.—Estás preciosa, Margaret —me miró de arriba a abajo con aprobación. —Gracias, Fernando…—Vamos a empezar —tomó mi brazo.—Claro… —apenas podía hablar, tenía un nudo en la garganta.El sacerdote comenzó a hablar, ya saben, a decir las cosas típi
Había pasado casi un mes desde que ingresaron a Jonathan y por fin iban a darle el alta. Nikolay y yo veníamos a verle muy a menudo, pero a veces, me quedaba a dormir y a cuidar de Jon. Ahora, todo podría volver a ser más o menos como antes, aunque aún me quedaban algunos asuntos por resolver.Al volver a casa, me di un relajante baño. Nikolay, mientras tanto, me dijo que tenía que instalar a Jonathan y encargarse de encontrar enfermeras para sus cuidados. El baño me servía para relajarme y pensar exactamente en cómo hacer las cosas respecto a Nikolay, pero al sentir el peso de un cuerpo entrar en la bañera y ver al hombre que amaba, me distraje.—Nikolay… ¿Qué haces aquí?—Ya instalé a Jonathan y me encargué de sus cuidados, contratando una enfermera —explicó con una sonrisa, mirando mi cuerpo de arriba a abajo.—Tienes la facilidad de hacer con rapidez tus negocios —dije irónica, aunque sonriendo de medio lado.—Es lo que tiene llamarse Nikolay Ivanov, nena —habló con tono seducto
NikolayLa verdad era que quería tener a Margaret desde el mismo instante en que se fue de mi lado, salir a buscarla, hablar con ella y por qué no… coger como conejos durante toda una jodida semana. De todas maneras, yo también había jugado con ella, era cierto, pero mi orgullo me mantenía atado a Rusia, sin hacer nada por ella y sin siquiera intentar buscarla en meses.Me sentía hueco, desganado y vivía mi vida día como una maldita tortura sin fin, hundido en la miseria de mi desidia, aguardando a nada y al mismo tiempo, queriendo saber el porqué de lo que había pasado.Justo en ese instante, uno de mis hombres entró desesperado a mi despacho. Jonathan ya se había recuperado y seguía trabajando para mí, aunque no de la misma forma que antes. Al parecer, el hecho de no ver a Margaret le ponía nervioso. Cuando llegó a mi lado, me golpeó el rostro con su puño, sorprendiéndome:—¿Qué crees que estás haciendo, Jon? —lo miré estupefacto por su comportamiento. —¡Eres un cabrón! ¿Cómo has
En el momento en que entré a casa, fui tomada por el brazo de manera brusca, era Mike, quien casi me arrojó al sofá. —¿Dónde has estado? —murmuró con molestia.—En casa de Sasha —expliqué débilmente, desconcertada con su enojo.—¿Y no te molestaste siquiera en contestar el teléfono? —inquirió alzando una ceja.—Estaba ocupada.Mike gruñó con desesperación.—En vez de ir a casa de Sasha, debiste ir al doctor, has estado hecha mierda toda la semana, no puedes retener comida o siquiera cocinar, debes tomar algo antes de que el virus se haga peor —indicó y apreté mis labios en una fina línea.Desde que había vuelto a Nueva York estaba de pésimo humor, es como si el Mike que conocía antes se hubiera quedado en Rusia.Suspiré, tratando de entenderlo. Él merece saberlo de todos modos, es mi hermano y vivo en su casa, además de que no me ha pedido ni un centavo desde que no estoy trabajando.—Esto no es algo que se arregla así de fácil —murmuré—. Este malestar durará por un par de meses, cre
Moví mi pierna nerviosa mientras salía de mi habitación, otra cosa que estaba dejando atrás. El solo pensamiento me hizo querer llorar de nuevo. Miré la casa que compartí con mi hermano por última vez, antes de apretar los labios en una fina línea. Tal vez nunca volvería a pisarla.Lo más probable es que mi vida jamás será algo que yo ya formado por mí misma o decidido, no desde que conocí al maldito de Nikolay Ivanov.—Margaret —la voz de Mike sonó detrás de mí.Mis manos temblaron cuando lo miré. Su rostro estaba lleno de heridas, probablemente causadas por los cortes del vidrio.Me dirigí a él lentamente antes de abrazarlo.—Lo siento, Margo, no te cuidé bien —murmuró, seguramente enojado consigo mismo—. No te cuidé bien la primera vez y te eché en brazos de ese maldito. Ahora estás amarrada a ellos de por vida.Apreté mis labios porque sé que estaba hablando del bebé y más que nada, porque no me gustaba el tono que estaba usando. Ni un poco.—Mike —murmuré con tono de advertencia
NikolayMe dejé caer sobre la silla de la oficina y ajusté mi corbata. Jodido y estúpido Fernando García, el imbécil hijo de la gran puta jodió las cosas a lo grande.Si tan solo Margaret no estuviera embarazada, las cosas serían tan distintas. Probablemente sólo hubiera dejado que los alemanes hicieran los que se les viniera en gana con él. Ese bastardo tenía que hacer negocios con ellos, pudieron haber sido otra mafia, pero no. Tenían que ser esos malditos alemanes.—¿Señor? —Elevé mi mirada, para concentrarla con la de Matt, uno de mis hombres. —El hermano está en el sótano, pensamos que usted querría hacer el interrogatorio. Asentí antes de ponerme de pie y dejar mi corbata en mi escritorio. Siempre terminaban manchadas de sangre cada vez que tenía que encargarme de estas cosas.Bajé las escaleras al sótano, había varias habitaciones y todas eran a prueba de sonido, aunque no es como si alguien pudiera escuchar. Nadie comentaría nada o llamaría a la policía.Nunca lo hacían.