No lo podía creer. Se suponía que estaba en Rusia porque tenía que trabajar para Nikolay y no solo trabajar, se suponía que tenía que hacer todo lo que él quería y me había dejado bastante evidente su deseo hacia mí.
Si estaba aquí en contra de mis deseos y haciendo cosas incorrectas era por Mike, mi hermano y su liberación eran lo único que me importaban. Y ahora, después de casi haber rozado el placer con ese cretino, él deja de estar conmigo por ser virgen y me acaba de dejar humillada.
Esto no quedaría así, porque mi mayor defecto era el orgullo y la soberbia.
Rebusqué en el suelo mi ropa y me vestí rápidamente. Me recogí el cabello en un moño, ya que si lo dejaba suelto se veía horrible y salí en busca de Nikolay.
Lo encontré hablando con un hombre de piel bronceada, ojos azules y cabello oscuro, su acento me hizo sospechar que era latino.
Corrí hasta ellos, dándome cuenta de que estaba descalza y que había provocado que los hombres de Nikolay me siguieran muy de cerca, pero me daba igual. Me planté frente a ellos con los brazos en jarra, haciendo que los dos dejaran de conversar.
El desconocido me miró de arriba abajo y asintió con aprobación, para después mirar a su amigo. Nikolay miró de hito en hito a ese hombre y a mí.
Su rostro se contrajo en una mueca de asco y me agarró con fuerza del brazo, mientras me hablaba con brutalidad:
—No sé qué haces aquí, pero preferiría que me esperaras en el cuarto —dijo de manera ruda, casi gritándome.
—No tengo por qué obedecerte —dije desafiante.
—Margaret…
—¿No nos vas a presentar, Nikolay? —escuchamos ambos de pronto.
El hombre nos miraba con una sonrisa burlona y Nikolay se cruzó de brazos, provocando una sincera carcajada en ese hombre, que estiró su mano para presentarse:
—Soy Fernando Garza, es un placer conocerte, preciosa —su voz seductora curiosamente no me provocaba nada.
—Margaret…
—¿No te ibas ya, Fernando? —espetó Nikolay con acento irritado.
—Sí, pero creo que me quedaré a disfrutar de tu ramera…
—Disculpe, señor Garza, pero no soy la ramera de nadie —interrumpí de manera ácida, completamente molesta.
—¿No?
El hombre me miró entre asombrado e interesado.
—Fernando, la reunión terminó y te agradecería…
El hombre latino se acercó un poco más a mí y me agarró el rostro con sus manos. Estaba analizándome y eso no me gustaba nada. Me aparté de él y le miré desafiante, a lo que él solo me sonrió:
—Veo que Nikolay va a cobrarse la deuda de Mike contigo, su preciosa hermana —habló con sorna.
—Mike es asunto mío y te dije que estaba controlado —dijo Nikolay con voz sombría.
—Nikolay… Solo te pido que me la pases cuando te aburras de ella —el hombre latino se encogió de hombros—. Nos veremos la semana que viene.
Fernando se retiró y Nikolay se quedó estático en el sitio.
Solo cuando su amigo desapareció, me miró. Estaba muy cabreado, pero yo también lo estaba y no iba a rendirme en esta guerra.
—¿Qué crees que estás haciendo? —se acercó a mí, furioso.
—Eres un cabrón —solté con veneno.
No me molesté en decirle nada más y me retiré de allí con más ganas de insultarlo y pegarle hasta el cansancio.
El hecho de que él me agarrara del brazo me cabreó aún más, por lo que con la mano libre le pegué la mayor bofetada de la historia. Jamás le había pegado tan fuerte a un hombre y me sorprendió la fuerza que fui capaz de sacar.
Nikolay se sorprendió del golpe y tras una leve caricia en su rostro para asegurarse de que estaba bien, me golpeó con fuerza en el mío. Fue tan brutal que caí al suelo con la mejilla hinchada, pero él me miraba con suficiencia y rabia:
—Nadie me reta, Margaret. Quedas advertida —dijo en tono bajo y peligroso.
Escuché los pasos de Nikolay alejarse de allí, pero me veía incapaz de levantarme del lugar. Los ojos se me estaban llenando de lágrimas y quería echarme a llorar como una cría, pero no le iba a dar el gusto de que me viera sufrir.
Me levanté con cuidado y caminé con lentitud hasta el cuarto, pero recordé que era su habitación y no quería estar cerca de él, sólo quería salir corriendo de allí.
Algo líquido cayó por mi mejilla y me di cuenta de que las lágrimas ya eran evidentes. Así que decidí ir al sótano donde estaba mi hermano y quedarme con él, pero una vez que estuve en la puerta del sótano, fui consciente de que si Mike me veía así, querría matar a Nikolay y en sus condiciones, sólo ocurriría al revés.
Así que me quedé en el pasillo, llorando como una magdalena, sin importar nada más que liberar mis sentimientos.
Debí quedarme dormida porque cuando desperté, me encontraba de nuevo sobre una cómoda cama, su cama. Salté de allí como un resorte.
Estaba sola en el cuarto, pero no quería quedarme allí. Sin embargo, tal y como suponía, la llave estaba echada. Pataleé contra la puerta como una posesa, hasta que ésta se abrió y caí de culo al suelo.
Nikolay estaba otra vez delante de mí, con una mirada fría y penetrante.
Me levanté para ir hacia la cama y a ovillarme con la barbilla en mis rodillas, mientras él se dio la vuelta para volver a cerrar con llave, pero se quedó dentro de la habitación.
Su rostro cambió al mirarme y me dedicó un gesto de arrepentimiento, que por supuesto, no iba a creerle. Giré el rostro hacia la ventana, como si no tuviera mejor lugar al que mirar.
Me asusté un poco cuando sentí que se sentaba en la cama a mi lado y fue aún peor cuando acarició la mejilla que minutos antes había golpeado.
—¡No me toques! —estallé de rabia, engrinchándome como gata enojada.
—Lo lamento, Margaret. No estoy acostumbrado a tratar con mujeres —de nuevo ese tono de voz condescendiente.
—¡No lo creo! ¡Lo que creo es que no estás acostumbrado a quedarte con las ganas de hacerlo con una mujer! —le dije lo que pensaba sin tapujos, viendo que apretaba el tabique de su nariz con fuerza.
—No quiero hacerte daño, Margaret —se notaba a leguas que se estaba conteniendo—, y odio que me reten y me oculten cosas.
—¡Te odio! —declaré con rabia.
—Siento haberte golpeado —siguió diciendo como si no hubiese hablado—. Te he traído una pomada que te ayudará a bajar esa hinchazón.
—¿Ahora tienes remordimiento de conciencia? —espeté con ironía.
—No —dijo serio—. Necesito que estés bien para mañana, tendrás otro trabajo.
Ni siquiera sabía por qué hablaba con él o le permitía estar tan cerca, pero recordé a Mike. Cuando todo esto acabara, probablemente odiaría mucho a mi hermano, por todo lo mal que lo estaba pasando por él.
Tomé la pomada y me alejé de él para encerrarme en el baño. Al rato volví a escuchar cómo echaban la llave del cuarto y volví a salir.
Estaba sola y había un nuevo y sugerente vestido sobre el sofá con una tarjeta, la chimenea estaba encendida.
Realmente no podía entender a Nikolay. Se había portado fatal conmigo y hasta había llegado a pegarme. Por más que lo hubiera provocado, si fuera un hombre de verdad, no me habría golpeado, habría controlado sus impulsos.
Ni siquiera yo sabía por qué me había sentido tan mal por su rechazo y ahora no entendía por qué se portaba un poco mejor, aunque suponía que era remordimiento.
Eso me hizo darme cuenta de que el infierno sólo acaba de empezar para mí.
…
Nikolay
Salí de la habitación, asegurándome de que Margaret no escapara.
Me sentía muy mal por lo que había ocurrido, sabía que había metido la pata, pero cuando me ponía nervioso, hacía y decía cosas que no debía.
Lo que más me fastidiaba era su condición sexual. No podía creer que una mujer tan hermosa fuera virgen, pero lo había comprobado físicamente.
Me daba rabia porque me gustaba hacérselo muy salvaje a las mujeres y hacía demasiado tiempo que no estaba con ninguna mujer, para ser sinceros, desde que le había pedido a mis hombres que la vigilaran y es que cuando supe de ella por fotos, me atrajo.
Ahora tenía que tragarme las ganas. Si era virgen las cosas cambiaban, incluyendo en las misiones. Bueno, eso y una mala experiencia que tuve en el pasado que no me permitía ver a las mujeres con seriedad.
Pero ella me había retado, incluso delante de Fernando. Tal vez era buena idea pasársela a mi amigo, ya que él no sería tan estúpido para desaprovechar un cuerpo femenino.
Necesitaba desfogarme de algún modo, así que busqué entre mi agenda un número de teléfono.
Cuando lo encontré, lo marqué y me atendió mi amigo Dimitri, que era dueño de un club. Gracias a él había ganado mucha experiencia sexual, ya que las chicas que trabajaban ahí eran realmente buenas en su trabajo.
Cuando le conté la situación a mi amigo, él me recomendó a una de sus chicas. Jennifer era una mujer preciosa, de curvas voluptuosas, cabello negro y ojos azules. La verdad es que ella sabría satisfacerme.
Así que acepté su propuesta y quedé en verle a él y a Jennifer en media hora.
Antes de salir, les di algunas instrucciones a mis guardias y después de eso, agarré uno de mis autos, el más simplón que encontré entre mi colección automovilística del garaje y me dirigí hacia el club de mi amigo, donde llegué puntual.
Dimitri y Jennifer me esperaban. Los dos me saludaron muy sonrientes y la mujer no tardó demasiado en engancharse de mi brazo. Tras hablar de unos asuntos con Dimitri, seguí a la mujer hasta un motel cercano, dispuesto a desfogarme.
—Hacía demasiado tiempo que no me buscabas, Nikolay —dijo con tono mimoso.
—He estado ocupado.
—Entonces, esta noche te ayudaré a relajarte —su sonrisa libidinosa comenzaba a hacerme efecto.
Jennifer solo iba vestida con un conjunto de lencería, pero se lo quitó para sentarse a horcajadas sobre mí. Cuando la tuve sobre mí, acaricié su cuerpo con la brutalidad que me gustaba tocar a una mujer.
Ella solo gemía y gemía, haciéndome endurecer rápidamente. Besaba y mordía mi cuello mientras buscaba quitarme la ropa. Cuando los dos estuvimos completamente desnudos, comenzó a montarme con salvajismo, haciéndome enloquecer.
No tardé demasiado tiempo en ponerme sobre ella y tomarla como un salvaje, de verdad necesitaba desfogarme, pero cometí un grave error. Cuando ambos nos corrimos, no pude evitar decir un nombre…
Margaret.
Jennifer se alejó de mi cuerpo, mirándome con extrañeza.
—¿Qué has dicho?
—Lo siento, Jennifer. Necesitaba desfogarme porque hay una mujer que me ha rechazado —confesé incómodo.
—Esa mujer es estúpida —declaró con desdén.
—No, Jennifer —sacudí la cabeza—. Esa mujer me odia y tiene unas razones muy poderosas, pero cambiaré eso.
—Ten cuidado, porque el que juega con fuego se puede quemar —alzó un dedo a modo de advertencia.
—¿Qué quieres decir?
—Te puedes enamorar —dijo como una sentencia de muerte.
—Eso jamás ocurrirá, Jennifer —dije con el ceño muy fruncido.
Estaba seguro de mis palabras, no conseguiría confiar en un mujer nuevamente, no abriría mi corazón y estaba dispuesto a demostrarlo a quien sea.
Dejé un fajo de billetes sobre la mesa, me vestí y regresé a casa.
No podía creer que me hubiera corrido con el nombre de Margaret en mis labios, pero jugar con ella y conseguir sexo no haría que me enamorara, ¿verdad?
Cuando desperté a la mañana siguiente, actué por inercia. Me vestí con aquel vestido de seda oscura que Nikolay había preparado para mí, a juego con lencería oscura y sugerente, y unos zapatos de tacón para no variar. Me sorprendió seguir estando sola en la habitación o eso pensaba, porque cuando entré al baño, vi a Nikolay con una toalla en su cintura, secándose el pelo con otra toalla. El agua caía por su fuerte espalda y un temblor me recorrió. Me alejé antes de que él me descubriera y me senté en el tocador. Tenía que tranquilizarme y dedicar mis pensamientos a otras cosas. Sí, eso es.Me dispuse a maquillarme y peinarme y entonces, Nikolay salió del aseo, por suerte, ya vestido. Suspiré aliviada de verle con traje y me causo gracia ver como luchaba con la corbata.—Parece que ya estás mejor —parecía algo nervioso—. Insisto en que lamento el golpe de ayer…—Olvídalo, Nikolay —respondí rápidamente y de manera fría. —No volverá a ocurrir —prometió.Pensé que lo mejor por ahora e
Tras un silencioso camino en el vehículo de Nikolay, un precioso Ferrari descapotable de color negro, llegamos a la casa donde comenzó mi nueva vida. Intentaba no pensar demasiado en lo que había ocurrido con aquel hombre asiático y también intentaba no pensar en lo que había pasado en esa pequeña y modesta casa. Tenía la certeza de que algo debía haber pasado en la vida de Nikolay para que pasara a ser el mayor narco de Europa.—Nikolay, necesito ver a Mike —exigí. —¿Por qué? —me miró receloso.—Es mi hermano y quiero verlo —alcé la barbilla, ya que comenzaba a acercarse lentamente a mí. —Eso no entra en el trato —dijo con actitud amedrentadora.—Hago todo lo que me pides. Lo mínimo que puedes hacer…—Lo mínimo que podrías hacer tú sería dejar de quejarte a cada encargo que tienes que hacer y dejar de exigir, no estás en condiciones de hacerlo —habló seco.—¿Quejarme? ¡Disculpa si me saca de los nervios el hecho de que mates a gente y te quedes tan ancho! —me alteré rápidamente.
El frío era insoportable en el exterior, por suerte, sólo tendríamos que bajar del auto para entrar en el restaurante, ya que estábamos en la puerta. Sin embargo, cuando estuve a punto de entrar, Nikolay me agarró del brazo con suavidad y con la mirada me indicó que esperase para entrar. Rodeé mi cuerpo con mis brazos para darme algo de calor por encima del recio abrigo, hasta que Nikolay apartó mis brazos y pasó el suyo por encima de mis hombros. Le miré extrañada ante su gesto galante.La verdad era que desde que habíamos vuelto de esa pequeña casa a su escondite, se estaba mostrando mucho más agradable. Aún así, no podía olvidar quién era en realidad. Nikolay era el hombre que tenía secuestrado a mi hermano y me obligaba a trabajar para él, entrando en un mundo sádico del que yo no quería formar parte.El frío se incrementó cuando un coche paró frente a nosotros y de él se bajó el hombre latino que ya había conocido tiempo atrás en casa de Nikolay, que si mal no recordaba se lla
No podía creer lo que acababa de decirle, pero hacía ya algún tiempo que lo había estado pensando. Seguiría trabajando para él, pero si aprendía a satisfacerlo como hombre, estaba segura de que el infierno pasaría mucho antes y él empezaría a confiar en mí, dándome la posibilidad de poder elaborar otro plan más complejo para poder escapar de aquí algún día con Mike.Aunque claro, también cabía la posibilidad de que al ser un hombre astuto, Nikolay no se dejara engañar y no aceptara el trato.En ese caso no podría hacer nada, porque si insistiera en eso, sospecharía, sin embargo, Nikolay acarició su mentón mientras parecía meditar esa posibilidad. ¡Se lo estaba pensando!Esperé con paciencia durante unos minutos que se convirtieron en los más intensos de toda mi vida, hasta que finalmente, Nikolay me miró decidido y supe que ya lo había considerado.—¿Estás segura de eso? —había cierto brillo en sus ojos… —Sí, claro —traté de sonar segura, pero debía admitir que mi estómago dio un v
NikolayJamás hubiese imaginado que una mujer me pediría lo que Margaret me pidió. Al menos no del modo en que lo hizo ella. Se veía tan inocente, tan frágil… pero también sabía que era una mujer de carácter y que si la acostumbraba a mí, si le enseñaba todo lo que le gustaba a un hombre; ella sería capaz de hacer mucho mejor las misiones que le enviara.Sin embargo, hacerle el amor a Margaret fue una de las cosas más maravillosas que me pude haber imaginado. Realmente era hermosa como mujer, pero también como persona. Incluso me sentí mal al acostarme con ella porque sentía que me estaba aprovechando. Pero cuando estuve dentro de ella, el mundo pareció detenerse. No sabía qué me estaba pasando con ella, pero estaba empezando a obsesionarme.Me preocupaba por ella cuando lloraba o desaparecía, sentía celos cuando otro hombre la miraba con deseo, pensaba en ella todo el tiempo y a veces parecía olvidar que ella era la hermana de mi archienemigo. Mike y yo comenzamos llevándonos muy
Margaret¡Mi plan no estaba saliendo bien!La noche anterior le había pedido a Nikolay que me enseñara a hacer el amor y fue justo lo que hizo, y ahora, al día siguiente me decía que tenía que ser la amante de Fernando. Según él, el latino parecía haberle engañado en algo y quería descubrirlo a pesar de que eran amigos.El problema de esto, es que la noche que había pasado con Nikolay me había parecido fantástica, la mejor experiencia de mi vida y creí que le había importado algo, sin embargo, parecía haber aceptado hacerlo para el nuevo trabajo que tenía para mí, es decir, un motivo muy egoísta. Aunque claro, debería darme igual porque mi plan es utilizarlo para que confiara en mí y escapar, ¿no?El único problema con el que no contaba, fue que empezaría a tenerle cariño a este estúpido hombre que había hecho daño a mi hermano, que me había hecho daño a mí, pero que me daba mi lugar ante los demás como si fuéramos algo. ¿Por qué algunas veces parecía importarle y otras veces parec
Conduje como loco hacia casa de Fernando, pero me dijeron que el dueño de la casa estaba ocupado. Ya sabía en qué y la rabia me pudo. Había llegado tarde, ellos dos ya se habían acostado como un par de animales en celo. Decidí sentarme en la biblioteca a esperar. Me hubiera gustado quedarme solo para rebuscar papeles, pero un sirviente permanecía implacable en la puerta.Minutos después, apareció Fernando con una bata de seda de color azul y fumando un cigarro. Se sorprendió de verme, pero se sentó a mi lado, me ofreció un cigarro y yo se lo negué.—Has vuelto pronto.—Sí, pude terminar antes de lo esperado —mentí. —Me alegra, aunque debo decirte que has llegado en mal momento —sus palabras eran con tono cínico, parecía realmente disfrutar el momento.¿Acaso Margaret lo había disfrutado? ¡Seguramente! Dios, no quería ni pensar en ello. —¿Por qué? —pregunté a mi pesar.—Me la estaba tirando —rió y tuve ganas de vomitar por ello, pero mantuve mi rostro impasible.—Vaya, lo has conse
Me encerré en el cuarto que compartía con Nikolay, es decir, el único que tenía desde que me trajeron hasta aquí casi en contra de mi voluntad.Me apoyé en la puerta y solo entonces me di cuenta de tres cosas; estaba temblando, casi no podía mantenerme en pie y estaba llorando a mares.Corrí hacia la cama y me tiré a ella sin importarme nada. Una vez allí, seguí desahogándome como si me fuera la vida en ello. Eran demasiadas cosas. Todo lo que había pasado con Nikolay, con Fernando y ahora con Mike. Yo no tenía necesidad de estar pasándolo mal por Mike, que jamás había demostrado ningún deseo sexual en mí y que ahora de repente, no solo demostraba interés en mí, sino que se ponía furioso y celoso de saber que estaba con otros.En ese momento se abrió la puerta. Intenté fingir que dormía, pero los sollozos me traicionaron.—¿Margaret? ¿Qué ocurre, por qué lloras? —parecía preocupado, pero no me dejaría engañar.—¡No te importa! —le grité enfadada.—Claro que me importa. Quiero que es