Límites rotos

Límites rotos

El señor Cavill entonces hizo un derroche de su fuerza incólume al tomarme por la cintura y subirme a su hombro de una manera irreparablemente sexi. Aquello de ser tratada como un objeto podía ser malinterpretado e incluso de mal gusto, pero cuando lo hace el hombre que me robaba el sueño, entonces no me importaba que él hiciera lo que se le antojase.

Subida a su hombro me llevó por el pasillo y sin siquiera resentir mi peso sobre su hombro, que no debían ser más de cincuenta kilos, pero igual debía dificultarle en algo, subió los escalones como si aquello fuese algo rutinario y normal. Sus piernas eran como máquinas de una fuerza y una potencia incontenible.

Sobre su hombro tuve tiempo de pensar en tanto, pero al final de cuentas no me dio tiempo de pensar en nada de ello, pues el señor Cavill aprovechó la oportunidad de tener mis nalgas a su entera disposición para darme de nalgadas justo como lo había hecho aquel primer día en forma de «castigo». Los golpes de su mano
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