Al volante

Al volante

El señor Cavill me invitó a desayunar antes de partir a la oficina. Un tazón con una ensalada de frutas no era el desayuno que acostumbraba a degustar cuando estaba en casa de Ana y mucho menos durante mi estadía en el internado. Quedaba en claro que el señor Cavill aparte de todo, era un hombre que se preocupaba por mantener un estilo de vida saludable y eso incluía la alimentación y el ejercicio, por lo que se asombró bastante cuando yo le confesé que nunca en mi vida había pisado un gimnasio y que a la hora de comer no tenía ningún tipo de filtro.

― ¿Entonces tu belleza es natural? ―me preguntó de pronto.

―Diría que sí, aunque no sé bien a lo que se refiere, señor Cavill ―le respondí apenada.

―Me gustaría saber el secreto ―comento en tono de burla, dando por terminado el tiempo del desayuno mientras se colocaba de pie―, pero será luego, junto con las otras conversaciones que tenemos pendientes… una era sobre tu familia… ¿Y la otra cuál era?… ¡Ah, sí!, era de cómo poder g
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