La sala estaba en silencio, pero la tensión en el aire era palpable. Lía observó cómo el vórtice se cerraba lentamente, como si resistiera la fuerza que lo estaba expulsando. Cada segundo que pasaba parecía eterno, pero finalmente, la grieta en el tejido de la realidad se cerró, dejando tras de sí solo un eco lejano y el crujir de la energía desvaneciéndose. El resplandor dorado que había rodeado a Lía comenzaba a apagarse, y la calma, aunque bienvenida, solo aumentaba su incertidumbre. La batalla que acababa de librarse no había sido definitiva, ni mucho menos.Kael, parado junto a ella, observaba con cautela el último vestigio de la energía. Su rostro estaba tenso, como si la victoria no fuera completa. Había algo en el aire, algo que no podía identificar, pero que le decía que el peligro no había desaparecido por completo.—Lo logramos… —dijo Lía en un susurro, como si aún estuviera procesando lo que había sucedido. Sus manos, ahora vacías de la energía que las había envuelto momen
El aire estaba denso, como si la misma esencia de la vida estuviera siendo succionada por la sombra del Traidor. Lía miraba al monstruo, su figura distorsionada y borrosa, como una pesadilla hecha carne. Cada movimiento de la criatura era un recordatorio de lo que estaba en juego. La habitación se había convertido en una prisión, el Traidor cerrando todo escape posible con su presencia oscura y palpable. El portal ya no era una opción; la grieta entre mundos se había cerrado, pero la puerta hacia algo mucho peor seguía abierta ante ellos. Algo mucho más siniestro.La voz de Freya, que había sido calmada y controlada hasta ahora, estaba cargada de urgencia. Sus manos temblaban mientras lanzaba runas y encantamientos al aire, pero la oscuridad las absorbía, deshaciéndolas en un parpadeo. El Traidor, ahora completamente tangible, parecía alimentarse de su desesperación, como un animal que detecta el miedo en su presa. Kael estaba listo, sus puños cerrados, preparado para luchar, pero Lía
El aire estaba espeso, cargado de una energía residual que no lograba disiparse. La sala, que antes había sido el escenario de una feroz batalla, ahora se encontraba en silencio. La luz que había estallado de Lía había dejado su huella en el lugar, pero también había dejado algo más: una sensación de vacío, como si la oscuridad misma hubiera absorbido todo lo que la rodeaba.Lía se encontraba de rodillas, exhausta, con los ojos cerrados. La luz que había estallado de su ser se había disipado, pero la energía que había liberado no desapareció por completo. Algo había cambiado dentro de ella, algo que ni ella misma podía comprender por completo.Kael fue el primero en acercarse, con cautela, como si temiera que el más mínimo movimiento pudiera quebrar la frágil paz que se había instaurado tras el sacrificio de Lía. Su rostro estaba marcado por la preocupación, y sus ojos no dejaban de examinarla en busca de señales de que estaba bien. Había sido testigo de todo lo que había ocurrido, de
La noche había caído, y con ella, una neblina pesada se había asentado sobre la ciudad. Las sombras, antes inofensivas, ahora parecían moverse por su cuenta, al compás de una fuerza desconocida. En las calles vacías, solo se oían los pasos de quienes no sabían que el mundo tal como lo conocían comenzaba a desmoronarse a su alrededor. En el interior de la vieja mansión, los ecos de las últimas decisiones resonaban como una condena silenciosa.Kael había depositado a Lía sobre una cama en una de las habitaciones más apartadas de la mansión. Freya había dicho que necesitaba descansar, que debía recuperar fuerzas, pero el miedo que la bruja compartía no era fácil de disimular. Lía estaba sumida en un silencio profundo, su respiración irregular, su cuerpo aparentemente inerte. Sin embargo, Kael sabía que ella aún estaba consciente, atrapada en una realidad que no podía entender completamente.—Ella está cambiando, Kael —dijo Freya en un susurro mientras observaba a Lía desde la puerta, sus
El viento cortaba con fuerza a través del bosque sombrío, llevando consigo un eco lejano que parecía un aullido. Lía ajustó la capucha de su abrigo y miró hacia el cielo encapotado. La luna, apenas visible entre las nubes grises, iluminaba con un débil resplandor el camino que serpenteaba entre los árboles. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que ellos aparecieran.—Lía, apúrate —susurró una voz a sus espaldas.Ella se giró, encontrándose con los ojos oscuros y alertas de Samuel, su mejor amigo y compañero en esta peligrosa misión. Vestido con ropas de combate gastadas, Samuel sostenía un viejo mapa que temblaba ligeramente en sus manos.—Estamos cerca, ¿verdad? —preguntó ella, más para confirmar lo que ya sabía.Samuel asintió.—El portal debería estar a unos doscientos metros al norte. Si las coordenadas son correctas... —Hizo una pausa y apretó los labios—. Pero no somos los únicos que lo buscan.Lía apretó el mango de la daga oculta en su cinturón. Había sentido la presencia
El primer paso fue como caer al vacío. Lía sintió que su cuerpo era arrastrado por una corriente invisible, un torbellino de luces y sombras que la envolvía mientras cruzaba el umbral del portal. Einar sujetaba su mano con fuerza, sus dedos firmes alrededor de los de ella, como si supiera que un solo instante de debilidad podría separarlos para siempre.El aire a su alrededor cambió, y el zumbido ensordecedor del portal dio paso a un silencio profundo y extraño. Lía sintió que sus pies tocaban el suelo, pero este no era el suelo del bosque que había dejado atrás.—¿Dónde… estamos? —preguntó, su voz apenas un susurro.Einar soltó su mano con lentitud y miró a su alrededor, sus ojos dorados ahora serios, analizando cada detalle del nuevo entorno. Estaban en una vasta llanura oscura, con un cielo que parecía más cercano de lo normal, teñido de un tono púrpura profundo. La tierra bajo sus pies era fría y dura, como si estuviera hecha de piedra negra. No había árboles, ni montañas, ni rast
El aire en el Otro Lado se tensó, cargado con una energía que se sentía como una advertencia. Lía observó cómo la sombra en la distancia se movía con una rapidez antinatural, acercándose cada vez más. Su forma no era clara, pero había algo en ella que provocaba un instinto primario de huir.—Einar… —repitió Lía, su voz temblando, mientras retrocedía instintivamente.Einar se levantó lentamente, su mirada fija en la sombra. Sus músculos se tensaron, listos para el combate.—No te alejes del punto de anclaje —dijo con calma, aunque había una seriedad en su voz que Lía no pudo ignorar—. Si dejamos que nos saque de aquí, no podremos regresar.—¿Qué es eso? —preguntó Lía, sin apartar la vista de la silueta que se acercaba.—Un Cazador de Sombras —respondió Einar, con los ojos entrecerrados—. Son guardianes del Otro Lado. No permiten que nadie salga sin pagar un precio.Lía tragó saliva.—¿Y cuál es el precio?Einar no respondió de inmediato. En cambio, extendió una mano hacia ella.—No lo
El bosque estaba en calma, demasiado en calma. Ni el susurro del viento entre las hojas ni el canto de los pájaros rompían el silencio opresivo que envolvía a Lía y Einar. Apenas habían pasado unos minutos desde que atravesaron el portal, pero el aire a su alrededor ya parecía cargado de algo ominoso, como si el Otro Lado hubiera dejado una marca imborrable en ellos.—¿Dónde estamos exactamente? —preguntó Lía, tratando de controlar la ansiedad que crecía en su pecho.Einar inspeccionó el área con cautela. Sus ojos dorados brillaban bajo la tenue luz que atravesaba las ramas altas.—De vuelta en nuestro mundo. Pero no estamos solos. —Su voz era grave, y cada palabra parecía cargada de advertencia.Lía frunció el ceño.—¿Qué quieres decir con que no estamos solos?Einar no respondió de inmediato. En cambio, cerró los ojos y respiró hondo, concentrándose en algo que Lía no podía ver ni oír. Después de unos segundos, abrió los ojos.—Nos siguieron.Lía sintió que el estómago se le encogía