La luz dorada que había comenzado a brillar frente a Lía se intensificó, envolviendo la sala en un resplandor cegador. Por un instante, todo parecía suspendido en el aire, como si el tiempo mismo hubiera sido detenido. El sonido de los Cazadores que se acercaban se desvaneció, y lo único que Lía podía oír era el latido acelerado de su corazón, el murmullo de las voces en su cabeza, y la presión de la energía que corría a través de su cuerpo.Kael estaba a su lado, su mano aún sujeta a la suya, apretándola con fuerza, como si no pudiera dejarla ir. Sus ojos brillaban con preocupación, pero también con un fuego inquebrantable que desbordaba su mirada. Lía sentía su presencia como una ancla, algo que la mantenía anclada a la realidad mientras las sombras de la incertidumbre se cernían sobre ella.—Lía… ¿estás bien? —preguntó Kael en voz baja, su tono grave y tenso. Su mirada se mantenía fija en la luz que la rodeaba, pero no se apartaba de ella. La angustia en su voz era palpable.Lía re
El portal seguía expandiéndose, abriéndose ante Lía como una boca oscura que devoraba todo a su paso. El aire se había vuelto pesado, denso, y cada respiración parecía ser un esfuerzo hercúleo. La sala vibraba con una intensidad que no podía ignorarse. En su interior, un vórtice negro giraba, succión, como si la realidad misma se estuviera rompiendo, retorciéndose. Todo lo que Lía había conocido, todo lo que había amado, estaba al borde de ser engullido por esa oscuridad infinita.Kael estaba a su lado, su rostro marcado por el miedo y la angustia. No sabía cómo detener el portal ni qué sucedería si continuaban en esta dirección. Pero lo que sí sabía era que algo mucho más terrible estaba a punto de manifestarse. Aquella figura que había emergido de las sombras del portal no era un lobo, no era algo que pudieran controlar. Era la manifestación de lo que nunca debió haber sido desatado.—¡Lía, cierra eso ahora! —gritó Kael, su voz desesperada mientras tomaba su brazo con firmeza.Lía l
La sala estaba en silencio, pero la tensión en el aire era palpable. Lía observó cómo el vórtice se cerraba lentamente, como si resistiera la fuerza que lo estaba expulsando. Cada segundo que pasaba parecía eterno, pero finalmente, la grieta en el tejido de la realidad se cerró, dejando tras de sí solo un eco lejano y el crujir de la energía desvaneciéndose. El resplandor dorado que había rodeado a Lía comenzaba a apagarse, y la calma, aunque bienvenida, solo aumentaba su incertidumbre. La batalla que acababa de librarse no había sido definitiva, ni mucho menos.Kael, parado junto a ella, observaba con cautela el último vestigio de la energía. Su rostro estaba tenso, como si la victoria no fuera completa. Había algo en el aire, algo que no podía identificar, pero que le decía que el peligro no había desaparecido por completo.—Lo logramos… —dijo Lía en un susurro, como si aún estuviera procesando lo que había sucedido. Sus manos, ahora vacías de la energía que las había envuelto momen
El aire estaba denso, como si la misma esencia de la vida estuviera siendo succionada por la sombra del Traidor. Lía miraba al monstruo, su figura distorsionada y borrosa, como una pesadilla hecha carne. Cada movimiento de la criatura era un recordatorio de lo que estaba en juego. La habitación se había convertido en una prisión, el Traidor cerrando todo escape posible con su presencia oscura y palpable. El portal ya no era una opción; la grieta entre mundos se había cerrado, pero la puerta hacia algo mucho peor seguía abierta ante ellos. Algo mucho más siniestro.La voz de Freya, que había sido calmada y controlada hasta ahora, estaba cargada de urgencia. Sus manos temblaban mientras lanzaba runas y encantamientos al aire, pero la oscuridad las absorbía, deshaciéndolas en un parpadeo. El Traidor, ahora completamente tangible, parecía alimentarse de su desesperación, como un animal que detecta el miedo en su presa. Kael estaba listo, sus puños cerrados, preparado para luchar, pero Lía
El aire estaba espeso, cargado de una energía residual que no lograba disiparse. La sala, que antes había sido el escenario de una feroz batalla, ahora se encontraba en silencio. La luz que había estallado de Lía había dejado su huella en el lugar, pero también había dejado algo más: una sensación de vacío, como si la oscuridad misma hubiera absorbido todo lo que la rodeaba.Lía se encontraba de rodillas, exhausta, con los ojos cerrados. La luz que había estallado de su ser se había disipado, pero la energía que había liberado no desapareció por completo. Algo había cambiado dentro de ella, algo que ni ella misma podía comprender por completo.Kael fue el primero en acercarse, con cautela, como si temiera que el más mínimo movimiento pudiera quebrar la frágil paz que se había instaurado tras el sacrificio de Lía. Su rostro estaba marcado por la preocupación, y sus ojos no dejaban de examinarla en busca de señales de que estaba bien. Había sido testigo de todo lo que había ocurrido, de
La noche había caído, y con ella, una neblina pesada se había asentado sobre la ciudad. Las sombras, antes inofensivas, ahora parecían moverse por su cuenta, al compás de una fuerza desconocida. En las calles vacías, solo se oían los pasos de quienes no sabían que el mundo tal como lo conocían comenzaba a desmoronarse a su alrededor. En el interior de la vieja mansión, los ecos de las últimas decisiones resonaban como una condena silenciosa.Kael había depositado a Lía sobre una cama en una de las habitaciones más apartadas de la mansión. Freya había dicho que necesitaba descansar, que debía recuperar fuerzas, pero el miedo que la bruja compartía no era fácil de disimular. Lía estaba sumida en un silencio profundo, su respiración irregular, su cuerpo aparentemente inerte. Sin embargo, Kael sabía que ella aún estaba consciente, atrapada en una realidad que no podía entender completamente.—Ella está cambiando, Kael —dijo Freya en un susurro mientras observaba a Lía desde la puerta, sus
El viento cortaba con fuerza a través del bosque sombrío, llevando consigo un eco lejano que parecía un aullido. Lía ajustó la capucha de su abrigo y miró hacia el cielo encapotado. La luna, apenas visible entre las nubes grises, iluminaba con un débil resplandor el camino que serpenteaba entre los árboles. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que ellos aparecieran.—Lía, apúrate —susurró una voz a sus espaldas.Ella se giró, encontrándose con los ojos oscuros y alertas de Samuel, su mejor amigo y compañero en esta peligrosa misión. Vestido con ropas de combate gastadas, Samuel sostenía un viejo mapa que temblaba ligeramente en sus manos.—Estamos cerca, ¿verdad? —preguntó ella, más para confirmar lo que ya sabía.Samuel asintió.—El portal debería estar a unos doscientos metros al norte. Si las coordenadas son correctas... —Hizo una pausa y apretó los labios—. Pero no somos los únicos que lo buscan.Lía apretó el mango de la daga oculta en su cinturón. Había sentido la presencia
El primer paso fue como caer al vacío. Lía sintió que su cuerpo era arrastrado por una corriente invisible, un torbellino de luces y sombras que la envolvía mientras cruzaba el umbral del portal. Einar sujetaba su mano con fuerza, sus dedos firmes alrededor de los de ella, como si supiera que un solo instante de debilidad podría separarlos para siempre.El aire a su alrededor cambió, y el zumbido ensordecedor del portal dio paso a un silencio profundo y extraño. Lía sintió que sus pies tocaban el suelo, pero este no era el suelo del bosque que había dejado atrás.—¿Dónde… estamos? —preguntó, su voz apenas un susurro.Einar soltó su mano con lentitud y miró a su alrededor, sus ojos dorados ahora serios, analizando cada detalle del nuevo entorno. Estaban en una vasta llanura oscura, con un cielo que parecía más cercano de lo normal, teñido de un tono púrpura profundo. La tierra bajo sus pies era fría y dura, como si estuviera hecha de piedra negra. No había árboles, ni montañas, ni rast