Al entrar en el cuarto de abuela, el corazón se me encoge. Verla acostada en su cama, medio dormida, es tan raro que, por un momento, me siento fatal. La tristeza me abruma al pensar en la ley de la vida; no habrá sido hoy, pero definitivamente, algún día ella ya no estará con nosotros.
—Abue —llamo y mi voz se quiebra
—¿Maddie? —pregunta ella, confusa, aún sin abrir del todo los ojos—. ¿Eres tú?
—Sí, abue. Soy yo. —Me acerco y tomo su mano. Sus preciosos ojos verdes ahora me devuelven la mirada. Una sonrisa inmensa tira de sus labios.
—Mi Maddie, estás aquí. ¿Cuándo llegaste? —dice, emocionada.
—Hace un momento. Quería darles una sorpresa y no les avisé que venía —digo, antes de que pregunte el motivo de mi visita.
Deposito un suave beso en su frente. El olor
Es muy temprano y ya hay bastante movimiento en la casa; con la situación de la abuela, todos tienen tareas que cumplir. Tío Alfredo hoy será el encargado de llevarnos, a abuela Nora y a mí, para realizarle algunos exámenes necesarios y concluir con el diagnóstico. Leo ayudará a tía Aurora, a bajar a la abuela por las escaleras. Y Andrea, preparará el desayuno. Somos un equipo en todo el significado de la palabra.Ayer, cuando tío y Leo llegaron del trabajo, se sorprendieron y se alegraron de verme. En especial, Leo, que me miró con una emoción extraña, para luego abrazarme fuertemente, diciendo sin palabras que estaba contento de verme aquí. Momentos así, en los que mi pecho se llena de alegría al sentirme bien recibida, son los que me convencen de que, pase lo que pase, este es mi lugar. Si la situación entre Aiden y yo no mejora, la solución no pued
Los días pasan con rapidez; ya llevo una semana aquí y aún no he hablado con Aiden. Al menos, no el tema personal que nos atañe a ambos. Porque otros temas sí que hemos comentado, teniendo en cuenta que es el cardiólogo de mi abuela.Milagrosamente, no nos hemos quedado solos en ningún momento, siempre hay alguien a nuestro alrededor. Ahora, lo que no tengo claro es si eso me molesta o, por el contrario, me alivia. Que el tiempo pase y yo aún siga en las mismas, me pone de malas formas en determinadas ocasiones, pero no hemos tenido oportunidad de, al menos, citarnos para vernos a solas.Precisamente hoy, es un día en el que me siento ansiosa; necesito resolver todo esto ya. Pero ni siquiera he puesto a Aiden en sobre aviso. Una idea se forma en mi cabeza y a medida que el día va pasando, va tomando fuerza. Si no viene nadie pronto a distraerme, estoy segura que terminaré presentándome
Nervios. Muchos nervios. Hace más o menos quince minutos que Aiden me envió otro mensaje.Ya voy saliendo de tu casa. Espérame.Vuelvo a revisar la hora. Dieciséis minutos. Mis pies saltan sobre sí mismos en un gesto de nerviosismo e intranquilidad. Releo el mensaje por décima vez.«Quién me manda a ser tan impetuosa».Bien que podía haberlo pensado mejor, este estado de ansiedad me desespera. Aunque siendo sincera, si lo pienso mucho, luego no lo hago, precisamente por estas mismas razones. Si analizo bien mi comportamiento, podría decirse que es exagerado e incluso innecesario, pero este encuentro encierra mayor importancia para mi futuro bienestar. Si es verdad que Aiden tuvo razones para actuar como lo hizo, todo lo que estos años he pensado, sería una mentira. Pero desde ya tengo claro que nada justifica su forma de proceder ante los supuestos pr
Mi corazón se salta varios latidos. No puedo explicar todo lo que la confesión de Aiden me produce. Dolor y decepción podrían ser buenos candidatos, pero un sentimiento de enojo se instala en mí. Tengo muchas razones para querer abandonar esto que teníamos.¿Por qué insiste en un nosotros si todo está abocado al fracaso? Lo hemos intentado innumerables veces, más de las que puedo contar y siempre, alguno termina herido.¿Por qué siquiera insiste en explicarme sus razones, si ya no tienen remedio? No puede venir y querer exponerme sus motivos, ahora, cuando todo está perdido.Tan furiosa como me siento, me levanto, dispuesta a irme, pero Aiden me detiene. Me zafo de su agarre, de malas maneras, demostrándole todo el odio hacia él que ahora me consume.—¡Suéltame! —grito.—Maddie, espera, no es lo que crees —in
Me voy alejando y soy capaz de sentir la mirada de Aiden sobre mí. Siento mi cuerpo pesado mientras camino, casi como si, inconscientemente, no quisiera irme. Ahora mismo me siento vulnerable. Entender de una vez, la verdadera magnitud de mis sentimientos, me hizo toparme, literalmente, contra una pared.No es lo mismo tener la capacidad de aceptar sus justificaciones y perdonarlo, que comprender, que en algún punto intermedio desde que nos conocimos hasta hoy, me enamoré de Aiden sin esperanzas de superarlo. A pesar de todo lo que me causó su sola existencia en mi vida.Cuando me dije que lo había perdonado, estaba hablando en serio. El peso que llevaba sobre mis hombros, al culparme por sentir cosas por él, ya no está. Sus confesiones fueron mi liberación. El establecimiento de una paz interior, conmigo misma, con mi corazón.Solo una preocupación me llena ahora. ¿Me amará?
Me siento increíble, como si estuviera flotando entre nubes.Hace dos semanas que Aiden y yo, oficialmente, somos pareja. Todo lo que hemos vivido estos días, que no ha sido poco, se puede catalogar de intenso y maravilloso. Aún no decimos nada a mi familia, porque, aunque sé que todos se alegrarán, no estoy preparada para compartir algo tan importante.Díganme tonta, pero fue mucho lo que pasamos para llegar a este punto y necesitamos, antes de formalizarlo todo, vivir con un poco de adrenalina en las venas.Salidas a escondidas. Besos robados a solo pasos de distancia con otros. Miradas furtivas y prometedoras de grandes cosas. Lo que necesitamos es recuperar nuestro amor adolescente, aunque ya no lo seamos.Después de nuestras confesiones en la playa no hay día que no escuche, pegado a mi oído, sintiendo su aliento, un “te amo”; siempre acompañado de un beso, una caricia
Ahora mismo no sé cómo sentirme. El hecho de que nuestra reciente relación haya sido motivo de apuestas, me absorbe en una espiral de emociones, que van desde la incredulidad hasta la alegría.Me sorprenden mucho las propuestas que escucho. Leo con Andrea, mis tíos e incluso, la abuela. Todas relacionadas con cuánto aguantaría yo antes de confesar nuestros sentimientos. Y sí, todos saben que, si hasta ahora nos veíamos en secreto, era por mí.Aiden subió sus manos en señal de —Yo no sabía nada— en cuanto giré a preguntarle si él tenía conocimiento de todo esto. Su expresión me hizo reír. Entre divertida por lo absurdo de la situación y en la intención de no sonreír por si me molestaba. Su evidente angustia por la indecisión, me hizo soltar una carcajada que inmediatamente lo tranquilizó. Po
—¡Joder! —Es lo primero que escucho salir de su boca, luego de mi afirmación. Su voz suena impresionada, supongo que debido a mi descaro.Sus ojos se cierran y permanecen así por unos minutos. Tal vez rebuscando en su interior algo que lo haga mantenerse firme con sus decisiones. Algo que no le permita aceptar mi reto.Pero cualquier batalla que se esté desarrollando dentro de su cabeza, pierde contundentemente, cuando con mis manos levanto su rostro, llevando nuestros ojos al mismo nivel. Pero no los abre. No aún.—Aiden —llamo.Estamos en la misma posición de hace un rato, yo con mis piernas alrededor de su cintura. Solo nos diferencia que ahora, Aiden aprieta la mano que estaba gentilmente apoyada en mi cadera, encajando sus dedos en mi piel. Su respuesta se demora, al parecer le lleva más tiempo de lo normal asimilar la situación. Lo conozco. Sé que ahora mi