Anna tampoco quería irse, pero el tiempo apremiaba. Si se retrasaba demasiado, llegaría de madrugada a su apartamento. Aunque Owen parecía no querer moverse, ella tuvo que hacerlo.Corrió un poco la silla hacía atrás y los ojos de él volvieron a su cara.—¿Tienes que empezar, verdad? —preguntó Owen.—Sí, lo siento —respondió Anna, lamentándolo de verdad.—Claro, no te preocupes.—¿Te quedarás? —La idea la emocionaba, pero también la ponía muy nerviosa. Ese hombre tenía una fuerza de atracción que la llevaba en su dirección.—Sí... No, no. Me iré para que puedas trabajar tranquila —dijo Owen, poniéndose de pie.—Bueno... —La desilusión era evidente en su tono.Anna simuló una sonrisa y tomó las cosas que había dejado junto a la puerta al entrar. Pero Owen comenzó a sentir ese vacío raro en el medio del pecho.—¿Puedo mostrarte algo en mi oficina antes de irme? —preguntó, con voz baja.—Claro…—Ven.¿Qué quería mostrarle? Anna lo siguió, intrigada. Owen abrió la puerta de la oficina, pe
—En verdad, no sé qué hacer —dijo Owen, mientras sostenía su vaso con la mirada perdida en el fondo ambarino de su bebida.Afuera, la ciudad seguía su curso bajo la lluvia fina que golpeaba los ventanales empañados. Owen se encontraba junto a un viejo amigo y colega, a quien había encontrado de casualidad en el bullicioso centro de la ciudad. Después de varios años sin verse, decidieron que el bar cercano sería el refugio perfecto para compartir un trago y retomar su amistad.—Créeme que te entiendo. He pasado por eso, y me ha resultado de maravilla —respondió el hombre con una sonrisa.Owen sonrió también.—Lo sé, te felicito. Oí la noticia.—Gracias... Pero, déjame darte un consejo: no te contengas. Entiendo perfectamente tus dudas. Salir con una mujer más joven puede ser desafiante en muchos aspectos, pero al final del día lo último que notas son los años que le llevas.Owen suspiró y bajó un poco la cabeza.—Hay un poco más que eso detrás —respondió, resignado.—He visto el periód
Anna estaba sentada frente a la mesa, los libros abiertos delante de ella, pero no lograba concentrarse. Todo lo que tenía en la mente era Owen. Desde esa última noche en que se habían besado en su oficina no había podido sacárselo de la cabeza.Se pasó las manos por la cara varias veces y suspiró frustrada. Los exámenes se acercaban y estaba segura de que no llegaría con todo.Un golpe en la puerta interrumpió su intento de estudio. Frunció el ceño mientras se levantaba. ¿Quién sería?Cuando abrió la puerta, se encontró con Alex.Su exnovio, con la misma sonrisa cínica y desaliñada que recordaba. La incomodidad se convirtió en un nudo en el estómago.—Hola, Anna —dijo él, con esa familiaridad irritante—. Creo que necesitamos hablar.—¿Qué haces aquí, Alex? —preguntó ella, cruzándose de brazos y manteniendo la puerta apenas entreabierta.—Vine a verte —respondió él con una sonrisa forzada—. No podemos simplemente dejar todo así.—No tenemos nada que hablar —replicó Anna, tratando de m
Anna se miró al espejo por tercera vez y bajó los hombros, resignada. Ya se había cambiado dos veces y nada la convencía. “Es para ir a jugar con Eva”, pensó para convencerse.No quería admitir que estaba arreglándose para Owen. El vestido no se parecía en nada al que había llevado en la fiesta del hotel. Era ligero, con algunas flores, y llegaba hasta sus rodillas. Tendría que ser suficiente, ese era su vestido “bueno”, el que solo usaba para salir con Lali o para alguna reunión.Miró el reloj en la pared, faltaban veinte minutos. Bien, eso era todo, ya no tenía tiempo para dudar. Tomó el bolso que estaba sobre la mesa; había pasado parte de la mañana buscando papeles de colores brillantes para llevarle a Eva y estaban todos ordenados y bien doblados dentro del bolso.No quería bajar antes de tiempo, pero la ansiedad era demasiada. Así que abrió la puerta y salió. Mientras bajaba en el ascensor, una sonrisa se dibujó en su cara. La idea de pasar la tarde con Eva y de almorzar con él
A pesar de su corta edad, Eva era una niña muy independiente y desenvuelta. Owen la ayudaba ocasionalmente, pero casi siempre podía manejar su almuerzo sola. Anna la observaba y, aunque se sorprendió de su capacidad, también sintió un poco de pena.Un padre atento, pero que trabajaba mucho, horas en guarderías y jardines de niños; era lógico que la pequeña desarrollara esa habilidad para resolver su realidad. Eva tomaba decisiones como si fuera una niña mayor. Hasta su lenguaje fluido y correcto hablaba de que había pasado mucho tiempo rodeada de adultos.Pero Anna había llenado su bolso de papeles de colores y, al verla tan adulta para su edad, decidió transformar esa tarde en una en la que Eva pudiera ser solo una niña de 5 años. La pequeña le regalaba su ternura con una facilidad que la emocionaba, al menos podría hacer eso por ella.El día estaba precioso y, en el patio trasero, la galería las protegía de los rayos del sol, pero les permitía disfrutar de la brisa fresca. De repente
Quien sí estaba perdiendo la paciencia era Elena. El personal que Petersson dispuso para seguir los pasos de Owen le entregaba informes que no le gustaban para nada.La jovencita aparecía constantemente en ellos, no solo en la empresa, donde al parecer trabajaba, sino también en la casa de Owen. “Entonces tienen algo”, pensó Elena mientras tomaba una copa en ese lujoso restaurante en el que se había vuelto costumbre cenar… sola.Y aunque la sangre se le helaba en las venas, se preguntaba cómo era posible que, estando ella en la ciudad y habiendo visto a su exesposo, él todavía no hubiera movido un dedo para contactarla.Por un instante, la idea de que Owen había perdido todo interés en ella cruzó su mente, pero la desechó enseguida: era imposible. Solo estaba entretenido con esa muchacha por el momento. La dirección de esa mujer, Anna, figuraba como otro de los lugares en los que Owen había estado. Tal vez sería buena idea ir a echar un vistazo al día siguiente.Entonces, la conversac
Owen tenía el rostro sumergido en el pecho de Anna cuando un golpe seco en la puerta los detuvo. Se miraron a los ojos, confundidos.—¿Esperas a alguien? —preguntó él, despegando sus labios de la piel de Anna.—No… ignóralo —respondió ella, jadeando un poco.Owen lo ignoró, pero cuando estaba a punto de subirle la sudadera, los golpes se hicieron más insistentes.—¡Anna! Sé que estás dentro. Ábreme —se oyó detrás de la puerta. Era Alex.El cuerpo de Owen se tensó, y Anna pudo sentirlo. Enderezó la columna y lo miró directo a los ojos, con una interrogante en ellos. La expresión del rostro de Anna cayó en un segundo.—Es ese imbécil —dijo Owen en voz baja, como si la acusara de algo.—Lo siento. Le dije el otro día que no regresara más. Le diré que se vaya —respondió ella, incorporándose de la mesa.—¿El otro día? —preguntó Owen, elevando una ceja.—Sí.Anna se acomodó un poco la ropa y caminó los pocos pasos hacia la puerta. En esos segundos, la mente de Owen trabajó más rápido: “Sigu
Para cuando llegaron al baño, el humor de Eva ya había cambiado. Estaba feliz y su carita ahora devolvía sonrisas traviesas.La señora le explicó a Anna dónde estaban todos los enseres.—Gracias, señora —dijo Anna.—Se llama Nana —acotó Eva.—Me llamo Raquel, mucho gusto.—Mucho gusto —respondió Anna.—No, te llamas Nana —corrigió Eva, otra vez.—Así me dicen tu papá y tú, pero mi nombre es Raquel. He estado cuidando de Owen desde que se mudó a esta casa. Antes, trabajaba con sus padres. Y luego cuidé a Eva.—Entonces eres parte de la familia —dijo Anna, sonriendo.—Sí, eso creo...—Pero he oído que lo tratas de usted.La mujer se rió un poco.—¡Ah, sí! Lo hago para molestarlo… le fastidia —confesó cómplice—. Es un gran hombre, puedo decirlo porque casi lo crié.—Es bueno saber que no está tan solo.—¡Claro que no! Tiene toda una red de personas dispuestas a ayudarlo y apoyarlo: su familia, su amigo el “raro” y yo… Espero que tú también te nos unas —dijo, guiñándole un ojo a Anna.—¿S