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Los pasillos del edificio se encontraban en completo silencio, mientras que los pasos del joven y apuesto chico causaban un fuerte eco sobre el lugar.

Se pasó la mano por la barbilla y dio vuelta en un pequeño corredor del edificio mientras pensaba en la frustración que le había provocado la inocente pelirroja.

—Buenas noches, señor Black. — dijo una mujer con corsé plateado de encaje. Dante se detuvo un momento para observarla y clavó la mirada en su antifaz, era nueva y lo sabía por el color de su antifaz.

—Eres nueva —dijo él.

—Me han asignado a usted, por tres días.

— ¿Te han dicho las reglas?— preguntó él mientras escaneaba el curveado cuerpo de la mujer. Ella suspiró y negó suavemente.

—Me han dicho que usted me las explicaría.

Dante asintió y abrió la puerta de su despacho. Entró al oscuro lugar y le hizo una señal a la mujer para que lo siguiera.

La mujer siguió al alto hombre y se sentó sobre un pequeño banco blanco, posó su mirada en cada rincón de la habitación y se mordió un poco las uñas. Totalmente nerviosa.

—Regla número uno— susurró él mientras le colocaba un collarín a la mujer y la jalaba de una pequeña correa. —No vas a hacer nada al menos que te lo ordenen. Regla número dos... las relaciones están prohibidas así que si piensas que encontrarás el amor aquí, lárgate.

—Yo no buscó una relación—susurró la mujer que lo observaba desde el asiento.

—Regla número tres, está prohibido revelar identidades. Regla número cuatro, los miembros se turnarán cada tres días para que puedan probar mayores experiencias y sobre todo...desde el momento que inicies tú iniciación ya no hay vuelta atrás.

—Quiero hacerlo, señor Black.

— ¿Sabes que es lo que hacemos aquí?—preguntó él. La mujer negó y solo hizo enfurecer al chico. — todo lo que puedas imaginar... — dijo suavemente antes de tomarla del rostro y mirarla a los ojos a través del antifaz— ¿Estás segura de que quieres vivir esto?

—Lo deseo — dijo la mujer de cabello oscuro. Dante sonrió fríamente y se acercó a su oreja. susurrandole  unas cuantas palabras en un idioma completamente extraño para ella.

—Que comience la iniciación.

Tres hombres abrieron la puerta del despacho de Dante y caminaron hacia ella.

—Si soportas el dolor. Podrás quedarte— dijo Dante mientras  soltaba por completo la correa, observando como sus compañeros se llevaban a la nueva por el pasillo. 

Kaylee abrió la puerta de cristal del segundo edificio del centro comercial, el sol apenas había salido y el lugar se encontraba prácticamente solitario. Estaba muy cansada y se sentía mal. Se había prometido que no volvería a ingerir tanto alcohol, aunque no estaba muy segura de cumplirlo.

No había podido dormir en toda la noche por lo que había sucedido. Aún se sentía muy confundida y no podía dejar de pensar en el comportamiento de Dante. Además, había estado dispuesta a de tener todo con él, si tan solo él se lo hubiera pedido. Hubiera aceptado incluso sin ser nada.

Si su abuela se enterara de lo que ella había hecho, probablemente la correría de casa o la obligaría a escribir una carta de disculpas para Dios.

Por qué había pecado y vaya que lo había disfrutado.

Pasó su identificación por el lector y abrió la puerta del restaurante. Cerró la puerta de cristal tras de ella y se dirigió a la cocina para comenzar a limpiar el lugar.

El restaurante no tardó en llenarse, las voces de los comensales causaban bastante ruido en el lugar. Kaylee entraba y salía de la cocina con bandejas llenas de comida recién hecha.

Tomó su libreta y su bolígrafo antes de acercarse a la mesa del fondo, se acomodó el cabello y observó a los chicos frente a ella. Especialmente al perfecto chico que la había hecho temblar la noche anterior.

—Hola chicos —dijo ella.

Dante pasó la mirada por el cuello de Kaylee y suspiró ante el repentino deseo de querer besarla. Bajo la mirada y la clavó en un lugar que le parecio mucho mejor. Recordando la manera en que habia pensado en ella toda la noche. Se mordió el labio y se imaginó todo lo que podría hacer con ella y todo lo que había ocasionado aquel pequeño cuerpo inexperto.

Por un momento la imaginó con un antifaz, tartamudeando su nombre mientras él disfrutaba de escucharla totalmente nerviosa desde uno de los asientos blancos de la sociedad. 

Alejó la mirada ante la oleada de calor y curiosidad que comenzaban a dominarlo, si seguía viéndola de esa manera probablemente ella lo notaría y no quería tener que estar soportando las odiosas mirada que ella con seguridad le daría. 

— ¿Ya saben que ordenarán?— preguntó ella. Dante observó a todos guardar silencio y finalmente suspiró.

—Unos waffles y un café americano, por favor. — dijo él. Con su voz totalmente cargada de amabilidad y caballerosidad.

Kaylee asintió y escribió la orden de Dante en su pequeña libreta, escuchó la orden de los demás chicos y asintió. Se alejó unos pasos y volteó hacia la cocina.

—Una última cosa— dijo uno de ellos. Kaylee volteó a verlo y levantó un poco su libreta para poder escribir en ella.

— ¿Que necesitas?— preguntó ella. Dante clavó la mirada nuevamente en ella y esta vez, decidió no alejarla.

—Estás en la sociedad estudiantil, necesitamos tú número de teléfono. Dante al parecer olvido pedírtelo.

Kaylee sonrió tímidamente y escribió su número de teléfono en una hoja de su libreta, arrancó la delgada hoja de papel y la dejó sobre la mesa.

—No la distraigan mucho, está trabajando. No queremos causarle problemas —dijo Dante con una tierna sonrisa. Kaylee asintió y se alejó rápidamente para volver al trabajo.

Dante tomó la delgada hoja de papel rosa y comenzó a apuntar el número telefónico en su celular, los chicos hicieron lo mismo y continuaron con su conversación.

Kaylee revisó su celular después de unos minutos  y observó la notificación. Dante la había agregado al grupo de la sociedad estudiantil y una segunda notificación llegó a su celular.

Esta vez, un mensaje privado de Dante.

“Tengo una sorpresa para ti, búscame en el estacionamiento dentro de 10 minutos”

Kaylee leyó el mensaje de texto y pudo sentir la oleada de nervios que comenzaban a atacarla poco a poco. Se imaginó el tipo de regalo que él podría darle y lo único que pudo hacer fue contestar. Contestar con un pequeño “Ok”

Dante observó la pequeña respuesta de la mujer y levantó la vista. Observó el reloj en la pared blanca del restaurante y sonrió.

—Chicos, en diez minutos tengo una conversación muy importante así que me retiraré unos momentos, espero y no les moleste.

—No te preocupes, sal y toma el tiempo que necesites.

—Gracias — dijo él mientras veía venir a la mesera pelirroja. Desvió la mirada y observó la ventana.

Kaylee se acercó a la mesa y dejó con cuidado cada uno de los platos y bebidas frente a ellos. Se acercó la bandeja vacía al cuerpo y suspiró.

— ¿Necesitan algo más?— preguntó mientras posicionaba su mirada sobre el chico de cabello oscuro. Dante la miró con fuerza y la obligó a desviar la mirada rápidamente.

—Estamos bien — dijo un chico rubio. — gracias, Kaylee.

Ella asintió y se alejó de la mesa. Caminó hacia la cocina y abrió la puerta sin olvidar mirar la hora en el reloj de la pared.

Entró a la cocina y observó los nuevos pedidos.

— ¡Susana!— dijo ella.

— ¿Qué?— gritó la chica desde atrás del horno industrial.

— ¿Puedes cubrirme un momento?— gritó.

— ¡Claro!

Dante se recargó en el auto y suspiró mientras observaba el cielo despejado. Sonrió cuando el aire frío golpeó sobre su cara, se acomodó el cabello y vio a la inocente mujer frente a él.

Él alzó la ceja y se cruzó de brazos. En cambio Kaylee observó su lujosa vestimenta y tragó saliva antes de pasarse la lengua por los labios. Se cruzó de brazos al igual que él y suspiró intentando controlar los fuertes nervios que la invadían.

—Pensé que no querías verme, lo dejaste muy claro ayer. — susurró ella.

Dante sonrió y caminó hacia la puerta del auto. Abrió la puerta y sacó una pequeña caja café. Se la estrelló en el pecho a la chica y la miró fijamente a los ojos. Se acercó un poco más a ella y susurró unas cuantas palabras en el oído de la chica y sonrió al verla alejarse.

—Abre tú regalo. — ordenó.

Kaylee hizo caso y abrió la pequeña caja de color café. Observó la gran cantidad de billetes que habia dentro de la caja.

—Te dije que te gustaría pero, ¿Sabes cuándo te gustará más? — preguntó mientras se acercaba a ella y la tomaba del rostro. — cuando te percates que gracias a este dinero no estas en problemas. 

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