El sonido del telefonillo me despertó. Miré el reloj, que marcaba las 10 am., negué con la cabeza y volví a cerrar los ojos. Cuando volvió a sonar, me levanté y tecleé el acceso sin preguntar quién era. Ya imaginaba que sería nuevamente, el joven de las entregas. Esperé unos minutos apoyada en el brazo del sofá. Los golpes de la puerta sonaron diferentes, más fuertes. Me levanté y abrí la puerta con cautela. No era el mensajero que esperaba ver.
—¡Buenos días dormilona!, ¿qué tal tu noche? —me quedé en blanco. Dante se apoyaba en el umbral con una sonrisa encantadora. Llevaba un sweater gris claro con escote en V que dejaba ver una remera blanca por debajo, unos jeans gastados y zapatillas deportivas negras. Me sorprendió verlo tan informal, pero lucía guapísimo y olía a gloria. Cargaba un
Cuando mi cuerpo paró de convulsionarse, se salió de mí, dejándome esa horrible sensación de vacío una vez más. Me besó toda la línea de mi columna, me giró suavemente y besó dulcemente los labios. Sus continuos cambios de salvaje a tierno me aturdían y me excitaban. Sentí mi cuerpo flojo y él también lo notó. Me cargó hasta la cama y me sentó sobre sus piernas, rodeándome la cintura con ambos brazos.—¿Te encuentras bien nena?—Sí, solo me has quitado las fuerzas. Me repondré en unos minutos.—Tómate el tiempo que quieras, no te soltaré —pasé un brazo por sus hombros y con la otra mano acaricié los brazos que me rodeaban la cintura. A pesar de todos mis temores, me sentí segura. Había cedido, me había entregado por
Cuando cruzamos la puerta, luego de dejar las cosas y llenarle los cuencos a Xander, me senté en la cama a reflexionar sobre todo lo que me había pasado en las últimas 24hs. Sopesé la posibilidad de que no fuera un completo desastre. Quizás, después de todo, podría manejarlo. Mantenerme a raya iba a ser difícil, me lo veía venir y mantener a Dante lejos de mis secretos iba a serlo mucho más; pero por el momento decidí guardármelos. Ya vería si, con el tiempo, confiaría lo suficiente en él como para mostrarle mis grietas. Después de todo, mi pasado queda afuera de nuestro arreglo, me dije, muy consciente de la mentira que me estaba contando.Lo innegable era que él me hacía sentir segura, deseada, protegida, poseída, extasiada, viva...Me recosté en la cama, satisfecha de mi decisión de entregarme a él
—Señorita Vázquez, soy Félix, el chofer del señor Navarro. Me envió a recogerla.Asentí, y subí al lujoso auto. Al rato llegamos a un edificio, muy moderno, de 12 pisos. Estaba completamente revestido de vidrio y acero. En el lobby había un inmenso mostrador con dos rubias imponentes; un cartel gigante, que manifestaba lujo, anunciaba que estabas en “Navarro Inc.” Félix me acercó una credencial y me indicó que fuera al último piso. Apoyé la tarjeta en un scanner y los molinetes me dieron acceso a los ascensores. Marqué el 12. Sonaba música clásica de fondo. Las puertas del ascensor se abrieron a una sala enorme con espaciosos y cómodos sillones. Pocos pasos más adelante se hallaba una señorita muy elegante, rubia y con lentes impecables, sentada frente un escritorio de caoba. Supuse enseguida que sería la secretaria de D
El martes comenzó tranquilo. Saqué a Xander al paseo de rutina y al volver recogí la correspondencia; varias facturas, propagandas y un sobre blanco ribeteado en dorado. Lo abrí curiosa y me encontré una hermosa tarjeta de estilo francés.Señorita Alexandra Miller y acompañanteTenemos el enorme agrado de invitarla a nuestra boda.La misma se celebrará el día 9 de febrero de 2013 a las 18:00hs.,En la Catedral Metropolitana de San Salvador de Oviedo.Rogamos su presencia.Andrés Miller & Fátima Cabrera.¡Mi hermano mayor iba a casarse! Menudo lío tendría para zafarme de ésta. Ya me las vería con eso luego. Me metí de lleno a planificar cómo sería la nueva colección, diagramando las etapas y momentos que quería retratar. Un mens
Acomodamos nuestra ropa, volvió a tocar un botón y el ascensor arrancó nuevamente. Apenas se abrió la puerta me tomó por la cintura y me guió por la gran casa.—¿Quieres una visita guiada?—Me encantaría.Tomó mi mano y yo me paralicé; él lo noto y me dio un leve tirón.—¿No te gusta mucho el contacto humano más allá del sexo no?—Lo siento, mi reacción es completamente involuntaria.Él asintió, pero no me soltó. En el primer arco a la izquierda se abría una enorme sala donde cabrían fácilmente, unas quince o veinte personas. Las paredes eran de un tono gris claro y el piso, de madera oscura, se repetía. Unas hermosas cortinas color pastel con distintas y suaves tonalidades de verde, caían sobre los grandes ventanales y una lujosa chime
El ladrido de Xander me despertó de golpe. Estaba asustada. Había tenido una pesadilla horrible.—¡Arriba dormilona! ¿Qué diablos te ha pasado en el trasero? —la voz de Tomy tenía cierta preocupación. Traté de mirarme, pero no podía; me toqué y ardía como mil demonios. Pero la sensación me recordó de qué se trataba.—No me veo ¿Qué tal está? —pregunté.—Bueno… se ve que el adonis te mantuvo entretenida.Le saqué la lengua y me levanté. Miré mi trasero en el espejo de pie y vi muchas pintitas rojas en ambas nalgas. Sonreí encantada; me gustaban las marcas cuando no eran permanentes, y, además, éstas eran un recordatorio viviente de la gran sesión de ayer. Me metí al baño para asearme.—¿Te ha llegad
El resto de la semana fue demasiado buena. Me encontré con Dante todas las noches. Cenábamos, reíamos, nos contábamos nuestras vidas, y dormíamos juntos; algo bastante impensado para mí hasta entonces. Pero en sus brazos dormía mejor que nunca; no me despertaba ni tenía pesadillas.El viernes por la noche salí a cenar con mis amigos. Fuimos a lo de Paco y la pasamos bomba, como siempre, pero de repente me encontré pensando que me hubiera gustado mucho que Dante hubiera estado también allí.El sábado desperté temprano. Mi cama estaba vacía y tuve una mala noche. No habían dado las 7 am. Cuando decidí levantarme y ocuparme en algo productivo. Me dediqué a la limpieza del piso, bañé a Xander, cosa que no le gustó pero que necesitaba mucho, fuimos a la lavandería y luego, en vez del café habitual c
—¡Desnúdate Lexy! —dijo Mariano con un tono demandante y severo. Lentamente me quité la ropa hasta quedar completamente desnuda ante cuatro ojos que me miraban como leones que estuvieran por comerse una presa deliciosa. La sensación de indefensión volvió con más fuerza, junto con el deseo, que inundó cada célula de mi ser. Quería que tomaran todo de mí. Lo que ellos quisieran. ¡Lo necesitaba!Mariano giró su dedo en el aire y yo, di la vuelta en redondo. De fondo sonaba Slo-Mo-Tion de Marilyn Manson; el ambiente era muy propicio. Se acercó a mí e intentó besarme, pero lo detuve.—Mis besos son solo para Dante, lo siento —mi adonis sonrió de oreja a oreja y Mariano asintió. Volvió a acercarse, tomó un mechón de mi pelo y lo acercó a su nariz.—Hueles a