Tres no son multitud

—¡Desnúdate Lexy! —dijo Mariano con un tono demandante y severo. Lentamente me quité la ropa hasta quedar completamente desnuda ante cuatro ojos que me miraban como leones que estuvieran por comerse una presa deliciosa. La sensación de indefensión volvió con más fuerza, junto con el deseo, que inundó cada célula de mi ser. Quería que tomaran todo de mí. Lo que ellos quisieran. ¡Lo necesitaba!

Mariano giró su dedo en el aire y yo, di la vuelta en redondo. De fondo sonaba Slo-Mo-Tion de Marilyn Manson; el ambiente era muy propicio. Se acercó a mí e intentó besarme, pero lo detuve.

—Mis besos son solo para Dante, lo siento —mi adonis sonrió de oreja a oreja y Mariano asintió. Volvió a acercarse, tomó un mechón de mi pelo y lo acercó a su nariz.

—Hueles a

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