El resto de los días allí, fueron maravillosos. Paseamos, conocimos San Javier, hicimos compras, vimos un partido de futbol de los chicos con algunos conocidos del lugar y por supuesto, grité de felicidad cuando el equipo de Dante ganó 5-1, con tres goles de mi adonis, que jugaba de 10. La noche vieja llegó y otra vez María y yo nos pasamos el día cocinando: paté de mariscos, canapés de salmón, queso con lima y líos de carne para las entradas; lomo a la sidra con manzana y cerdo mechado con higos secos y almendras de primer plato. En la mesa dulce se repitió el turrón de alicante, el mazapán, tronco navideño y corona navideña.
Dante había dejado un conjunto de ropa interior rojo de encaje sobre la cama. Tras el baño me lo puse y elegí un vestido rojo tubo, estilo años 50, que me encantaba y había encontrado en una
Subí a mi antigua habitación y al abrir la puerta fue como volver el tiempo atrás. En verdad todo lucía exactamente igual. Era un lugar muy grande. A la derecha de la puerta estaba el vestidor, luego una estantería con fotos, posters, cds y libros. Frente a ella, dos pufs rosas con forma de gotas, una mesa baja con velas, y más libros. Luego estaba la puerta del baño. En una de las paredes laterales, la ventana salediza, con mi hermoso banco lleno de almohadones. La cama King size con dosel en rosa pastel y el baúl a los pies. En la otra pared estaba el escritorio. Me senté en la cama, lo pensé y me tiré de espaldas. Era demasiado para un solo día. Tomé el móvil y le escribí a Tomy.Yo: ¡S.O.S!Tomy: Tan mal? Necesitas que te rescate?Yo:
—¿Mamá, nos darías un minuto?—Claro, iré por algo de beber.—¿Puedo?—¡Por supuesto! —mi padre parecía asombrado. Me mordí el labio y miré al suelo.—He visto, en tu despacho.—Vaya… y ¿por qué lo has hecho?—Aparentemente… había muchas cosas que necesitaba saber. ¿Cómo es que tienes mis fotos?—Bueno, me encanta tu trabajo y sigo tu blog desde el comienzo. Siempre veo las fotos de las exhibiciones y contraté a alguien para que las comprara por mí. Sabía que no me las venderías de otro modo —hablaba despacio y tranquilo. Su voz no dejaba de tener un dejo de tristeza.—Probablemente lleves razón… —dije cautelosamente.—Mira Alex —dijo, más resoluto—, luego de que te visitara
Había muchísima gente, más de 500 invitados. Los novios, como de costumbre, se retrasaron con las fotos, por lo que aproveché y me puse al día con una ex compañera del bachillerato. Mi madre me tomó del brazo para llamar mi atención.—Alex, quiero presentarte a Dante Navarro. Ella es mi hija Alexandra Miller.Mi corazón se detuvo y mi cerebro se paralizó. Mi adonis de carne y hueso estaba allí. Lucía increíblemente apuesto en su frac negro y gris, pero sus ojos… eso era otra historia. Me quedé con la boca abierta, no sabiendo que decir.—Es un placer conocerte Alexandra —su tono me hizo un tajo en el estómago.—Dante yo… puedo explicártelo…—¿Ustedes… se conocen? —preguntó mi madre confusa ante nuestras miradas. Mi padre apareció y se la
Un dolor punzante me despertó. La cabeza me daba vueltas y sentía latir la sangre dentro de ella. Poco a poco fui recobrando la consciencia. Escuchaba el ruido de distintas máquinas, sollozos y palabras lejanas, pero la oscuridad me arrastró otra vez.—No puede seguir así. ¿Estás seguro que es el mejor? —la voz de Tomy. Quise abrir los ojos, pero sentía los párpados muy pesados.—¡Ya cálmate, Thomas! No podemos hacer nada más que esperar. Ella estará bien —¿Andy? Volví a hundirme una vez más.—Hija mía, por favor despierta. No me hagas esto —mi madre sollozaba en mi oído y sentí una mano, apretando la mía. Intenté moverme, pero fue inútil, el dolor punzante en mi cabeza, me impedía despertar del todo.—Princesa, por lo que más quiera
Estaba destrozado. No podía creer cómo mi vida había cambiado en apenas unos minutos. Con el corazón en la mano, me alejé de ella. No podía girar a verla. Si lo hacía, la tomaría en mis brazos y la calmaría. Pero el dolor de la traición, me cegó por completo; necesitaba salir de allí, lo antes posible. —¡De vuelta al hotel! —le dije al chofer, mientras miraba por la ventana. Deseaba verla correr hacia mí, para darme una buena explicación. Le mostré quien soy, le presenté a mi familia, planeé una vida con ella… amaba a una mujer que ni siquiera conocía. ¿No aprendí nada de mi padre y su dolor? Siempre supe que enamorarme no era una buena idea; pasé mi vida evitando la cercanía de una mujer. Pero Lexy no era cualquier mujer. Desde que la vi, supe que ella pondría mi mundo de cabeza. Esos hermosos ojos celeste agua, bajando la mirada ante una orden, me movieron el piso desde un primer momento. Su aroma, el roce de su piel… me parecían la gloria. Toda el
Un húmedo y frío beso me hacía cosquillas en la punta de la nariz. Una sonrisa escapó de mis labios, pero no abrí los ojos y me quedé inmóvil ante tamaña muestra de cariño. Los rayos del sol entraban sin ningún reparo por los grandes ventanales y calentaban mi piel —Una hermosa mañana de noviembre—pensé para mí. Otro beso, esta vez acompañado de un lengüetazo largo y húmedo. Volví a sonreír.—¡Xander hueles terrible! Necesitas de manera urgente una limpieza bucal—dije, mientras arrugaba la nariz en una mueca de asco, por demás exagerada, y me limpiaba el camino de saliva que su “afecto” dejó en mi rostro.De un salto se subió a la cama, se recostó con la panza pegada al suave colchón, mirándome entre pestañas con esos dulces y cariños
Me tomó firmemente con ambas manos por los bíceps. Lo sentía fuerte y seguro de sí mismo. Me hacía notar que hablaba en serio, pero no me hacía daño. Se agachó para quedar cara a cara conmigo y con voz dominante me dijo, lenta y pausadamente:—Estás herida. No voy a discutir. Subirás y te curaré, luego podrán seguir su camino y yo volver al mío —me vino a la cabeza la imagen de una niña de 3 años a la que le están explicando algo que no logra entender. Ese pensamiento fue el detonador que hizo que mi sumisa interior diera un paso al frente. No pude evitarlo. Ella siempre estaba ahí, al acecho. Bajé la mirada. Sentí cómo la tibieza de la sumisión me envolvía, me sentí sometida. Una corriente de calor descendió desde mi vientre hacia mi entrepierna. Noté que me ruborizaba. Con
Durante el camino hasta los Jardines intenté recrear en mi cabeza lo sucedido. Armé y desarmé la situación mil veces. ¿Qué era lo que Dante Navarro tenía de especial? En el fondo lo sabía. No era su belleza. No era su personalidad claramente dominante, ni su aroma, ni el sonido de su voz. Lo que me atraía era la inmensa sensación de peligro y oscuridad que veía en sus ojos. Para una adicta a la adrenalina como yo, éste era un afrodisíaco que me cegaba. Acallé las voces en mi cabeza con un rotundo: «¡NO! Olvídalo, jamás pasará, no lo permitiré». Por mucho que me atrajera, no podía dejar que mi escudo fuera penetrado y derrumbado.El BDSM era parte de mi estilo de vida. No encontraba nada más mágico e íntimo que una sesión entre Amo y sumisa. La sumisión me liberaba como nada en