Acomodamos nuestra ropa, volvió a tocar un botón y el ascensor arrancó nuevamente. Apenas se abrió la puerta me tomó por la cintura y me guió por la gran casa.
—¿Quieres una visita guiada?
—Me encantaría.
Tomó mi mano y yo me paralicé; él lo noto y me dio un leve tirón.
—¿No te gusta mucho el contacto humano más allá del sexo no?
—Lo siento, mi reacción es completamente involuntaria.
Él asintió, pero no me soltó. En el primer arco a la izquierda se abría una enorme sala donde cabrían fácilmente, unas quince o veinte personas. Las paredes eran de un tono gris claro y el piso, de madera oscura, se repetía. Unas hermosas cortinas color pastel con distintas y suaves tonalidades de verde, caían sobre los grandes ventanales y una lujosa chime
El ladrido de Xander me despertó de golpe. Estaba asustada. Había tenido una pesadilla horrible.—¡Arriba dormilona! ¿Qué diablos te ha pasado en el trasero? —la voz de Tomy tenía cierta preocupación. Traté de mirarme, pero no podía; me toqué y ardía como mil demonios. Pero la sensación me recordó de qué se trataba.—No me veo ¿Qué tal está? —pregunté.—Bueno… se ve que el adonis te mantuvo entretenida.Le saqué la lengua y me levanté. Miré mi trasero en el espejo de pie y vi muchas pintitas rojas en ambas nalgas. Sonreí encantada; me gustaban las marcas cuando no eran permanentes, y, además, éstas eran un recordatorio viviente de la gran sesión de ayer. Me metí al baño para asearme.—¿Te ha llegad
El resto de la semana fue demasiado buena. Me encontré con Dante todas las noches. Cenábamos, reíamos, nos contábamos nuestras vidas, y dormíamos juntos; algo bastante impensado para mí hasta entonces. Pero en sus brazos dormía mejor que nunca; no me despertaba ni tenía pesadillas.El viernes por la noche salí a cenar con mis amigos. Fuimos a lo de Paco y la pasamos bomba, como siempre, pero de repente me encontré pensando que me hubiera gustado mucho que Dante hubiera estado también allí.El sábado desperté temprano. Mi cama estaba vacía y tuve una mala noche. No habían dado las 7 am. Cuando decidí levantarme y ocuparme en algo productivo. Me dediqué a la limpieza del piso, bañé a Xander, cosa que no le gustó pero que necesitaba mucho, fuimos a la lavandería y luego, en vez del café habitual c
—¡Desnúdate Lexy! —dijo Mariano con un tono demandante y severo. Lentamente me quité la ropa hasta quedar completamente desnuda ante cuatro ojos que me miraban como leones que estuvieran por comerse una presa deliciosa. La sensación de indefensión volvió con más fuerza, junto con el deseo, que inundó cada célula de mi ser. Quería que tomaran todo de mí. Lo que ellos quisieran. ¡Lo necesitaba!Mariano giró su dedo en el aire y yo, di la vuelta en redondo. De fondo sonaba Slo-Mo-Tion de Marilyn Manson; el ambiente era muy propicio. Se acercó a mí e intentó besarme, pero lo detuve.—Mis besos son solo para Dante, lo siento —mi adonis sonrió de oreja a oreja y Mariano asintió. Volvió a acercarse, tomó un mechón de mi pelo y lo acercó a su nariz.—Hueles a
A las 8:00am sonó la alarma y me estiré por encima de Dante, para apagarla. Él, me sintió y me apretó contra su cuerpo. Nos quedamos unos minutos así, hasta que volvió a dormirse y entonces me levanté y me metí rápidamente en la ducha. Tomé unos jeans, una camiseta de cuello tortuga, un sweater de lana y las botas de caña alta sin tacón. Los días ya estaban muy fríos en Madrid. Me sequé el cabello y me maquillé, apenas un poco de delineador y rímel en los ojos y brillo en los labios. Saqué a Xander por su paseo, dimos una vuelta a la manzana y regresamos. Tomé mi chaqueta, una bufanda y el bolso, dejé una nota a Dante para cuando despertara y no me encontrara.Dan he ido a buscar a Ari. Ya sabes que estás en tu casa. Si tienes que salir mientras no estoy, dejo las llaves de repuesto sobre la mesa, al lad
Cuando volvimos, mi adonis y yo, sacamos a pasear a Xander por la playa.—Me encanta que estés aquí —dijo Dante, abrazándome—. Nunca había traído a nadie.—¿En serio?—Sí. Eres la primera mujer que me conoce de verdad, y que conoce a mi familia.Eso fue como una daga en mi corazón. Él me abría las puertas de su vida y yo no estaba siendo sincera. Tenía que decirle la verdad… pero ¿cómo?—Y yo te lo agradezco —respondí mirándolo a los ojos—. Tu familia es encantadora y me alegro mucho de estar aquí contigo.—¿Por qué te has alejado de tu familia, nena?—Es una larga historia. Cuando volvamos a Madrid te contaré… pero somos muy diferentes.—Tu hermana y Mariano parecen llevarse muy bien.—&i
El resto de los días allí, fueron maravillosos. Paseamos, conocimos San Javier, hicimos compras, vimos un partido de futbol de los chicos con algunos conocidos del lugar y por supuesto, grité de felicidad cuando el equipo de Dante ganó 5-1, con tres goles de mi adonis, que jugaba de 10. La noche vieja llegó y otra vez María y yo nos pasamos el día cocinando: paté de mariscos, canapés de salmón, queso con lima y líos de carne para las entradas; lomo a la sidra con manzana y cerdo mechado con higos secos y almendras de primer plato. En la mesa dulce se repitió el turrón de alicante, el mazapán, tronco navideño y corona navideña.Dante había dejado un conjunto de ropa interior rojo de encaje sobre la cama. Tras el baño me lo puse y elegí un vestido rojo tubo, estilo años 50, que me encantaba y había encontrado en una
Subí a mi antigua habitación y al abrir la puerta fue como volver el tiempo atrás. En verdad todo lucía exactamente igual. Era un lugar muy grande. A la derecha de la puerta estaba el vestidor, luego una estantería con fotos, posters, cds y libros. Frente a ella, dos pufs rosas con forma de gotas, una mesa baja con velas, y más libros. Luego estaba la puerta del baño. En una de las paredes laterales, la ventana salediza, con mi hermoso banco lleno de almohadones. La cama King size con dosel en rosa pastel y el baúl a los pies. En la otra pared estaba el escritorio. Me senté en la cama, lo pensé y me tiré de espaldas. Era demasiado para un solo día. Tomé el móvil y le escribí a Tomy.Yo: ¡S.O.S!Tomy: Tan mal? Necesitas que te rescate?Yo:
—¿Mamá, nos darías un minuto?—Claro, iré por algo de beber.—¿Puedo?—¡Por supuesto! —mi padre parecía asombrado. Me mordí el labio y miré al suelo.—He visto, en tu despacho.—Vaya… y ¿por qué lo has hecho?—Aparentemente… había muchas cosas que necesitaba saber. ¿Cómo es que tienes mis fotos?—Bueno, me encanta tu trabajo y sigo tu blog desde el comienzo. Siempre veo las fotos de las exhibiciones y contraté a alguien para que las comprara por mí. Sabía que no me las venderías de otro modo —hablaba despacio y tranquilo. Su voz no dejaba de tener un dejo de tristeza.—Probablemente lleves razón… —dije cautelosamente.—Mira Alex —dijo, más resoluto—, luego de que te visitara