Eres mía

El ladrido de Xander me despertó de golpe. Estaba asustada. Había tenido una pesadilla horrible.

—¡Arriba dormilona! ¿Qué diablos te ha pasado en el trasero? —la voz de Tomy tenía cierta preocupación. Traté de mirarme, pero no podía; me toqué y ardía como mil demonios. Pero la sensación me recordó de qué se trataba.

—No me veo ¿Qué tal está? —pregunté.

—Bueno… se ve que el adonis te mantuvo entretenida.

Le saqué la lengua y me levanté. Miré mi trasero en el espejo de pie y vi muchas pintitas rojas en ambas nalgas. Sonreí encantada; me gustaban las marcas cuando no eran permanentes, y, además, éstas eran un recordatorio viviente de la gran sesión de ayer. Me metí al baño para asearme.

—¿Te ha llegad

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