Sinfonía Fúnebre
Sinfonía Fúnebre
Por: @Beth_cal14
Prólogo.

Venezuela, Estado Zulia, 11 de noviembre del 2000.

Para aquel pequeño niño el auto iba muy lento para su gusto, un suave suspiro salió de sus lindos labios mirando la lluvia caer por su ventana, no tenía idea adónde irían, pero estaba ansioso por llegar; era su cumpleaños número seis y quería recibir muchos dulces como regalo.

Sus padres se mantenían hablando entre ellos, la mujer miró su celular por unos segundos mientras el hombre conducía, ella alzó la mirada hacia el espejo retrovisor para ver a su hijo, notando lo aburrido que estaba, esa mueca la podía reconocer a la perfección. Mostró una sonrisa cálida, girando un poco su torso para mirarle mejor.

—Blaze, cariño —el niño atendió al llamado de su madre y ladeó su cabeza, una gran sonrisa se posó en sus labios al ver un chocolate que esta le estaba extendiendo, él quiso sujetarla, pero ella negó—. No, no, primero tienes que quitar esa carita que tienes.

—Está bien —asintió rápidamente mostrando sus dientes al momento en que su sonrisa se hizo más grande, su madre soltó una risilla, la cual fue acompañada por el padre del pequeño.

La fémina regresó a su asiento con una sonrisa de felicidad, tenía lo que quería, un buen esposo y un hermoso niño, el hombre observó por el rabillo del ojo al infante comiendo su chocolate, luego su mirada se posó por unos segundos en su esposa.

—¿Le avisaste a todos que vamos en camino? —la contraria asintió despacio dejando una pequeña caricia en el mentón del hombre, él devolvió la vista al camino.

Ya estaban a mitad del puente, el niño sacudió el hombro de su madre pidiendo más dulces, no estaba conforme y por ser su cumpleaños exigía otra barra de chocolate. Su madre se giró un poco mientras sujetaba el brazo del niño y lo sentaba en su puesto.

—Ya no hay más dulces, Blaze —su tono era firme, este comenzó a llorar por los dulces, la mujer bufó alto, ya irritada, odiaba que se comportara de esa manera.

—Bueno, pero no lo trates así, Laura —su esposo intervino mientras desviaba la vista hacia ella, esta denotando enojo; él era el más delicado, la mamá negó riendo con amargura—. Es su cumpleaños, dale otro.

—Ah, no, perfecto —lo miró aún más enojada, se cruzó de brazos mientras se acomodaba en su asiento—. Hay que hacer todo lo que el niño quiere, pues, no, debe esperar a que lleguemos.

Toma, te los compré yo, y si te lo quieres comer todos, házlo —el hombre sujetó una pequeña bolsita de dulces y se la extendió a su hijo, este secó sus lágrimas mientras sonreía y recibía la misma.

La mayor le arrebató la bolsa, negándose a las palabras de su esposo, este desviaba su vista de vez en cuando hacia el camino, pero el llanto de su hijo hizo que quitara completamente la vista del puente, el contrario sujetó la mano de la mujer en medio de gritos.

—¡Papá, mamá! —el grito de Blaze los hizo entrar en razón, el hombre sujetó el volante con firmeza moviéndolo de un lado a otro para esquivar a un camión, pero no tuvo mucho éxito.

El auto dio varias vueltas para luego caer al agua, el niño perdió la conciencia tras recibir fuertes golpes en la cabeza, la madre murió al instante debido a que su cuello se había quebrado. El hombre, luego de varios minutos, recobró la conciencia, se dio cuenta de que estaban bajo el mar, visualizó como pudo a su mujer y su hijo e intentó salir del lugar, pero su pierna estaba atorada.

Miró a su hijo queriéndolo llamar, pero no podía, el agua ya los había cubierto a los tres, no quería que su pequeño muriera de aquella manera, era muy joven para irse, el aire ya le era escaso y no pudo encontrar una salida. Sus ojos comenzaron a cerrarse, lo último que vio fue a su hijo antes de partir.

Desde arriba del puente, en medio de la lluvia y personas preocupadas, se encontraba una hermosa mujer de cabellera blanca observando todo a su paso, a su lado, estaban las almas de los padres de Blaze, estas lloraban, pero los demás no podían escucharlas, sólo ella.

—Deben acompañarme —ambos la miraron con confusión, analizaron su rostro y vestimenta, era realmente radiante y no estaba mojada por la lluvia—. Es momento de cruzar la línea.

—Por favor, no podemos irnos y dejar a nuestro hijo —la mujer se acercó a ella, la cual retrocedió, no podía dejar que la tocaran—. debe salvarlo, sólo tiene 6 años, se lo suplico.

—Deben seguirme —ignoró la petición de la madre, y ella, entre llanto, abrazó a su esposo.

No pudieron hacer nada más que seguir a la misteriosa y bella mujer, los alejó de las personas y les mostró una ruta distinta a la del puente, ahora eran dos. La peliblanca les hizo un ademán para que pudiesen avanzar, estos dudaron un poco, pero terminaron cruzando, la contraria los seguiría, pero el llanto de un niño había captado su atención, desvió su vista hacia la muchedumbre de personas.

Con pasos calmados y tranquilos, se acercó al niño, se veía asustado debido a que no encontraba a sus padres, las personas no podían escucharlo y eso lo aterró mucho más, al estar cerca, él la miró mientras sollozaba.

—¿Puede ayudarme?, n-no encuentro a mis papás— pidió mientras la observaba con los ojos llorosos, estaba empapado y con heridas en todo su cuerpo, así como sus padres.

Ella observaba al niño, su piel estaba pálida y sus labios morados, el color de sus iris eran de un tono verdoso, casi no se distinguían, su cabello húmedo era de un hermoso castaño claro.

El menor sujetó su mano para moverla, le asustaba el hecho de que no le respondiera, la mujer alejó su extremidad rápidamente frunciendo su ceño; ¿podía tocarla?, lo miró de pies a cabeza.

Por primera vez en siglos, no sabía qué hacer con el niño; ¿debía hacer que cruzara, o debía darle una segunda oportunidad?, claramente no era alguien que podía decidir eso, su deber era llevarlos a su descanso, pero esta vez, no se decidía. El niño comenzó a llorar nuevamente cuando escuchó las sirenas en el lugar, un trueno lo hizo temblar, provocando que se aferrara a la mujer, abrazando su pierna con firmeza, y aunque intentó alejarlo, no podía.

O, ¿no quería?

—Tranquilo, volverás a casa —su voz era suave, el olor que desprendía era reconfortante para él, por lo que se calmó un poco.

Caminó con el niño hacia las personas, cerró sus ojos concentrándose en lo que haría, ¿estaba desafiando las leyes? Sí, ¿le estaba importando? No, quería hacer que el niño no estuviese triste, necesitaba verlo feliz. Escuchaba las voces de las personas, pero la voz del infante hizo que sus ojos se abrieran, ella había elevado el auto hacia la superficie, haciendo el trabajo de los rescatistas más fácil, cuando el auto estuvo sobre el puente el niño se acercó al mismo.

—¡Papá, mamá! —gritó al mismo tiempo en que intentaba abrir la puerta, ella lo alejó de allí, conduciéndolo hacia la parte trasera donde se encontraba su pequeño cuerpo—. Oye, ese soy yo.

Ladeó su cabeza mirándose así mismo, no entendía lo que estaba sucediendo, dos hombres sacaron primero al niño, intentaron reanimarlo, pero se había dado cuenta que ya era muy tarde para eso, la peli blanca sujetó los hombros del niño y lo hizo acercarse.

—Si quieres volver a casa, debes volver a tu cuerpo —él le miró aún más confundido, ella acarició su cabellera—. Cierra los ojos y cuenta hasta cinco.

—Uno… —hizo caso a su mayor, anhelaba volver a casa y abrazar a sus padres, quería comer dulces con sus abuelos y primos, quería celebrar su cumpleaños con su familia—. Cinco.

Un gran trueno se escuchó en el cielo, este estaba acompañado con un rayo que iluminó a todos, la mujer bajó su vista, notando que el alma del niño había regresado a su cuerpo, este comenzó a toser y de inmediato fueron a auxiliarlo, subiéndolo a una camilla y comenzando a darle oxígeno, la mujer presenció como lo subían a una ambulancia y se lo llevaban al hospital.

Ya no había tiempo para arrepentimientos y, aunque nunca lo hacía, dio un vistazo hacia el lugar para así, cruzar aquella famosa Línea que dividía el mundo humano del más allá. ¿Se iba a ganar un regaño? Era probable, nunca antes lo había hecho. ¿Qué había cambiado? No había sido la primera vez que llevaba el alma de un infante al otro lado, pero él la había hecho dudar, esperaba que aquello hubiese valido la pena o realmente se iba a arrepentir.

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