—Estás muy raro hoy, amigo —desvió su mirada hacia el contrario, quien detallaba las luces del lugar, estas volvieron a parpadear. Frunció su ceño—. Creo que debes mandar a arreglar las luces también.
—Ve a tu oficina, Blaze —desvío su vista nuevamente hacia la mujer que estaba dentro del elevador, este había abierto sus puertas, Marshall fue el primero en entrar, nuevamente parecía no notar la presencia de aquella hermosa peliblanca.
—¿Vienes o no? —su tono era de cansancio, estaba comenzando a molestarle aquella actitud suya, él no era así.
Iba a hablar, pero la voz de Becca lo hizo callar, esta venía corriendo hacia su dirección, su amigo sostuvo las puertas mientras gruñía bajo, se estaba irritando, Blaze no volvió a ver a la mujer.
—¿Qué sucede, Becca? —la miró pellizcando el puente de su nariz, tenía sus mejillas enrojecidas.
—Tiene una llamada importante en su oficina, señor —tomó una bocanada de aire, lo miró agitando un poco las carpetas hacia su dirección.
—Marshall, espérame en el auto —este asintió alejándose de las puertas, su amigo vio cómo estas se cerraban.
Blaze se dio media vuelta, tan sólo eso basto para escuchar cómo el elevador caía, ocasionando un fuerte estruendo en el lugar. Abrazó a su asistente cerrando sus ojos, alejándola del sitio, escuchando los gritos de los empleados, su corazón latía con rapidez mirando el humo expandirse por el pasillo, se había alejado un poco de la chica, las luces fallaron nuevamente y la alarma se encendió. Estaba en un completo shock, nuevamente las palabras de aquella mujer resonaron en su mente.
—¡Señor, es Marshall! —Becca movió sus hombros intentando hacer que volviera en sí, este al oír aquel nombre reaccionó finalmente.
—Carajo —fue lo que dice antes de correr hacia las escaleras, no era seguro usar el otro ascensor.
Todos fueron despejados del edificio, siendo obligados a que bajaran por las escaleras; era un piso un poco alto, no tardaría mucho en bajar puesto que iba corriendo realmente rápido, su corazón latía con rapidez y sus manos temblaban. ¿Él estaría bien? Su mente le repetía que no.
Todo había pasado en cuestión de segundos, mataría al de mantenimiento por eso, lo haría pagar si su compañero no estaba bien. Estaba sudando mucho debido a los nervios, cuando finalmente pudo llegar al estacionamiento el lugar estaba rodeado de personas y oficiales, los bomberos recién estaban llegando al sitio, escuchó el latir de su corazón en sus oídos, estos retumbaban sin cesar, se abrió paso entre los guardias de seguridad del edificio mirando el elevador totalmente destrozado, podía ver la sangre en el piso, fue ahí que, en su garganta, se instaló un gran nudo.
—¿Usted es el señor Blaze? —uno de los oficiales se colocó enfrente de él y este lo miró, pasmado, asintiendo despacio.
Claramente, estaba muerto, ¿quién podría sobrevivir a un accidente como ese? No podía responder preguntas, de eso se encargaba su asistente, él seguía con el nudo en su garganta, se mantenía de pie mirando la horrorosa escena, y aunque quisiera no podía apartar la vista. ¿Qué les diría a sus padres? Aunque no tenía esposa, tenía padres los cuales se preocupaban por él.
—Señor, debe dar espacio, van a sacar a Marshall de ahí —Becca habló de forma suave, sujetó su mano para alejarlo sin brusquedad, no se resistió, pero aún así, no retiró la vista.
Estuvo al pendiente de lo que ellos hacían, claramente aquello les tomaría su tiempo, su asistente le insistía con irse a su casa, pero él no parecía escucharla. ¿Esa mujer lo había salvado de la muerte? Su mandíbula estaba tensa, a pesar de que tenía ganas de llorar no lo hizo, tomó una bocanada de aire y miró a Becca, tenía sus ojos rojizos al igual que su nariz, había llorado, claro está, no la culpaba.
Ellos se conocían desde que había iniciado con su negocio, lo ayudo en muchas cosas, Marshall era el mayor de ambos, más que su abogado, era su mejor amigo y hermano, sabían cómo equilibrar su amistad y el trabajo, ambas cosas nunca chocaban. Pasó su mano por su boca respirando profundo para tratar de calmarse un poco, debía ser fuerte justo hora.
—Becca, cancela los planes con Walker —ella le observó y asintió, sacó su celular para marcarle al hombre.
Blaze pasó la lengua por su labio inferior saboreando una lágrima que se había escapado de su ojo derecho, limpió su mejilla y se giró para salir del estacionamiento, las miradas recaían en él y, como esperaba, los periodistas comenzaron a rodear el lugar, cubrió su rostro en cuanto le tomaron una fotografía, sus guardaespaldas lo cubrieron.
—¡Señor Blaze, por favor, responda a nuestras preguntas! —intentaron sacarlo del lugar, pero no estaban teniendo mucho éxito.
Él quería golpearlos, pero era algo que no podía hacer, uno de sus guardaespaldas empujó al reportero que casi golpeaba con su cámara al hombre, los policías intervinieron alejando a los periodistas. Suspiró pesado en lo que entraba a su auto finalmente para alejarse de aquellas molestias, frotó su rostro con frustración pidiéndole al chófer que lo llevase a la casa de Marshall, debía hablar con sus padres. Sabía que, cuando llegara, ellos quizá ya sabían debido a los reporteros, las noticias volaban muy rápido, desvió su vista hacia la ventana, aún asimilando lo ocurrido.
—Puede desahogarse si quiere —miró a su guardaespaldas y él sólo negó.
—Quiero pensar en cómo se lo diré a sus padres, ni siquiera yo me esperaba esto— apoyó sus codos de sus piernas cerrando sus ojos tras colocar la cabeza en sus manos.
—Nadie, señor —lo miró por el espejo retrovisor.
Era cierto, nadie se esperaba tal cosa, hace minutos él estaba bien, vivito y coleando, feliz por que cerrara ese contrato tan importante que tenía pendiente, ambos querían disfrutar de aquella felicidad que compartían, su amigo siempre lo había animado a todo, era una pieza fundamental en su vida, y no tenerlo cerca estaba comenzando a dolerle.
Blaze se echó para atrás y apoyó su espalda del asiento, suspirando nuevamente, no faltaba mucho para llegar, su corazón había empezado a latir con mayor rapidez, sentía la sangre subir a sus mejillas, pintando estás de un rojo carmesí, él era de tez clara.
Se preguntaba si era ella su ángel de la guarda, si era ella quien lo estaba cuidando de morir, claramente ambos estarían muertos si él hubiese entrado con su amigo, pero desgraciadamente, no sucedió. La aparición de la mujer, Becca llegando justo en ese momento y la llamada en su oficina; si era para él, ¿por qué no sonó su celular? La mayoría lo llamaba a directamente.
—Señor, hemos llegado —bajó de la camioneta casi corriendo, sus manos temblaban y picaban a la vez, carraspeó quitando su corbata para acercarse a la residencia del hombre.
No tenía nada en mente, todo estaba en blanco, no sabía qué debía decir, nunca fue bueno con las palabras, era sólo de accionar y ya, pero esta vez era totalmente distinto. Se acercó a la puerta haciendo sonar el timbre, no debía perder el tiempo, era ahora o nunca; tras abrirse la puerta pudo ver a la madre de su amigo, tenía sus ojos cristalizados, fue allí cuando supo que ya había visto las noticias.
—Blaze, dime que es mentira, por favor —su voz, hablaba casi en un susurro, él pasó saliva mirando a su esposo acercarse, también tenía sus ojos cristalizados, lo dejaron entrar.
—Quería ser yo quien se los hiciera saber —miró a la mujer comenzar a llorar, su esposo la abrazó, asintiendo despacio, su semblante cambió a uno de total tristeza—. Lo siento mucho, Marshall era un gran hombre.
—Lo era —la mujer casi se desmayaba en los brazos de su marido, preocupados, la llevaron hacia el sofá, era de esperarse aquella reacción—. Calma, cariño, estoy aquí.
Eran una dulce pareja, no aparentaban la edad que tenían, se cuidaban más que nada en el mundo, al igual que a su hijo, sí, ellos vivían con él debido a que adoraba tenerlos cerca. Blaze se sentó a su lado abrazándola sin tanta fuerza, no quería lastimarla. Acarició su cabellera rojiza.
—Todo lo que tenga que ver con su funeral, correrá por mi cuenta —miró al señor sentarse y él negó rápidamente, lo interrumpió—. No es tema de discusión, fue en mi empresa lo sucedido, y debo ser yo quien corra con todos los gastos.
—Te golpearé si dices que fue tu culpa, Blaze, accidentes como esos suceden en muchos lugares —respondió con un asentimiento, no mentía, se sentía culpable ante lo sucedido.
—Sabía que algo malo sucedería, pero no quiso escucharme —la señora sujetó un pañuelo extendido por su marido, limpiando posteriormente su nariz—. Dijo que todo estaría bien, que hoy sería un gran día.
—Créame, fue un gran día gracias a él —dejó un beso en su sien mientras recordaba todo, ella asintió dejando unas palmaditas en su pierna.
—Iniciaré con los trámites, si necesitan algo, por favor, díganme —se levantó junto con el hombre, el cual asintió, estrechando su mano.
Hizo un ademán, indicándole que lo acompañaría hasta la puerta, necesitaba llegar a su hogar y poder estar solo, quería desahogarse en la soledad de su habitación. El contrario abrió la puerta, mirándolo salir, se giró para verlo también, su corazón se partió en mil pedazos al ver cómo unas cuantas lágrimas salían de sus cansados ojos, se acercó para darle un abrazo.
—Nos vemos en la noche —Blaze asintió mientras se alejaba, dejó un apretón en su mano y se alejó de ahí sin mirar atrás.
Estaba por quebrarse, pero volvió a tomar aire y se mantuvo firme, no era el momento para llorar, se subió a la camioneta y ordenó que lo llevaran al departamento, pasó saliva mirando la gran casa de Marshall, no sería lo mismo visitarla sin que él estuviese presente, pero tampoco podía dejar solos a sus padres.
u celular sonó y visualizó la pantalla, era su asistente.
—¿Qué pasa, Becca? —le respondió fríamente, carraspeando un poco, mirando la ventana.
—Él está en la morgue, sólo quería que supieras —asintió sin que ella pudiese mirarlo, apretando su nariz un poco—. ¿Qué quieres que haga por ti, Blaze?
—Comienza con los trámites del funeral, todo correrá por mi cuenta, avísame cualquier cosa.
—Enseguida —colgó y dejó su celular a un lado, pasándose la mano por la boca, negando.
Ahora debía decirles a sus abuelos; sí, él vivió con ellos desde que era un niño, se hicieron cargo debido al arduo trabajo de sus padres, desde los seis años no los veía a ninguno, y se había acostumbrado a la ausencia, tan sólo se conformaba con los correos que ambos le enviaban, más el dinero que él les daba a sus abuelos, dejó de necesitar el dinero que les daba cuando comenzó a trabajar.
No les escribía porque no valía la pena, nunca respondían, sólo escribían cada cierto tiempo, debía esperar a que ellos tomarán la iniciativa, llegó a pensar que no lo querían, las navidades para él se volvieron alegres luego de conocer a Marshall, eso también cambiaria.
Tras llegar a su departamento, entró a su habitación cerrando con seguro, apegó su frente de la puerta, cerrando los ojos, dejó un golpe en la misma y negó despacio, todo su cuerpo comenzó a sentirse pesado, su cabeza dolió más y de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas, unas tras otras, se alejó de la puerta pasando el dorso de su mano por la nariz, desabotonando su camiseta despacio, acercándose hacia el minibar que tenía. Quería gritar, quería romper todo a su paso, pero se controló, no sabía cómo, pero lo hizo, sólo sujetó una botella de Whisky y la destapó dando un gran trago.
—Blaze —con rapidez giró su cabeza hacia donde provino la voz, notando que, después de un largo rato, la mujer se había dignado a aparecer.
—Es tu culpa —se alejó de la barra mientras se acercaba a ella, esta retrocedió, tuvo que girarse para mirarla en otro lugar—. Tú mataste a mi amigo.
—No te confundas, Blaze —negó con suavidad, ese tono tan calmado lo estaba haciendo enojar más—. El que debía morir, eras tú, no Marshall.
—¿De qué carajos estás hablando? —dejó la botella en una mesa cercana, ella no dijo nada más, sólo lo observo en silencio, desprendía un delicioso aroma a flores, lo logro relajar.
Se sentó en el sofá, no tenía fuerzas para reclamar, colocó sus manos en su cabeza y cerró los ojos dejándose llevar por la tristeza, el llanto resonó en todo el lugar, la mujer se acercó despacio hacia él, no lo tocó, tan sólo se sentó en el sofá individual. Su apariencia cambió, ya no era una mujer, sino su amigo fallecido.
—¿No te había dicho que, sin lágrimas, Blaze? —el recién nombrado alzó su cabeza casi de inmediato al escuchar la voz del contrario, quiso levantarse, pero lo detuvo tras hacer un ademán y negar—. No te acerques, son las reglas.
—¿De qué estás hablando, Marshall? —hizo una mueca de confusión, ¿se estaba volviendo loco? ¿O el alcohol ya le había afectado? Lo primero era más probable.
—No tengo mucho tiempo, sólo vine a despedirme, amigo —Blaze negó rotundamente ante sus palabras, se negaba a dejarlo ir así de fácil—. Prometimos no llorar en la muerte de alguno de los dos, ¿recuerdas? Así que, cumple tu parte o te jalaré los pies mientras duermes, y hablo en serio.
Soltó una risa baja ante lo último, ese era su amigo, ¿cómo había llegado hasta ese punto? Entablar una conversación con un ser querido que murió hace poco. Sorbió su nariz y miró cómo este sujetaba la botella y servía un vaso para los dos, mostró una sonrisa acercándole el trago.
Aquello era realmente irreal, aceptó el vaso y dio un sorbo, ¿ahora que debía hacer? Él también bebió, pero arrugó su frente, típico de su amigo. Blaze se levantó para ir hacia la ventana, ambos se mantuvieron en silencio mientras miraban el cielo azul, Marshall estaba a su lado con el trago en la mano, tenía una sonrisa en sus labios.
Cuida a mis padres, es lo único que te pido —no lo miró, asintió en silencio bebiendo de su trago, vaya manera de iniciar la semana—. Te miento, también pido otra cosa.
Su amigo lo miró por unos segundos, ambos cruzaron miradas, pero este la aparto volviéndola a desviar hacia el gran ventanal, con cada segundo que pasaba, su corazón se quebraba más y más, las lágrimas amenazaban con salir.
—Te escucho.
—No quiero que te lamentes, Blaze. Te duele y lo sé, también me duele, pero no es tu culpa —mordió su labio inferior volviendo a dar un asentimiento—. Amigo, sigue tu vida, no te frenes, sé que puedes hacerlo.
—No puedo prometer nada —susurró despacio volviendo a dar otro sorbo a su bebida—, pero haré el intento.
—Y ya búscate una novia —añadió—, cásate y ten hijos, no lo sé, Blaze, pero, por favor, no te quedes estancado, disfruta de esta nueva oportunidad, hazlo por mí —el vaso de él había desaparecido, sólo estaba el suyo, pasando a beber todo de golpe—. Cuídate mucho, amigo, espero no verte pronto.
Sólo sintió unas palmaditas en su espalda, tensó su mandíbula cerrando sus ojos, una lágrima había escapado del izquierdo, no la retiró, sabía que ya se había ido finalmente, aunque fue corto lo apreció. Lo iba a extrañar, sabía que su felicidad estaba a medias, no sería lo mismo, debía buscar la forma de recuperarse rápidamente, tampoco podía descuidar su trabajo.
Blaze cayó de rodillas, el vaso vacío se deslizándose hasta los pies de la mujer, ella estaba detrás de él observándolo en silencio, él no había notado su presencia y ella no hizo nada para hacerse notar. Lo escuchó llorar, lo escuchó maldecir y detalló cómo dañaba sus nudillos al golpear repetidas veces el piso.
Se sentó abrazando sus rodillas mientras miraba el ventanal, le dolía, sentía su corazón destrozado, no recordaba la última que se había sentido de esa manera, para él era la primera vez. ¿Ella que podía hacer? Nada, absolutamente nada, su labor ya estaba hecha, ahora debía darle el espacio que tanto quería, así que, se desvaneció en su lugar, dejando sólo su olor a flores para ayudar a calmar su dolor.
¿Que si la vida era cruel? Sí, lo era.
La noche para él le resultaba muy tediosa, sentía que era la noche más larga, odiaba sentirse así, pero, ¿qué podía hacer? Blaze se paseó por el lugar mirando a las personas hablar entre ellos, no iba a ver a su amigo metido en una caja, así que prefirió guardar cierta distancia. Se acercó hasta el minibar y se sirvió una copa de vino tinto, se alejó de todos y salió al patio trasero, miró la luna, estaba muy brillante, dio un sorbo a su bebida mientras mantenía su cabeza en blanco, bajó su mirada hacia su mano derecha, mirando la venda en sus nudillos.—Creí que te habías ido —Becca se acercó al él despacio también con una copa en la mano, era vino blanco, su favorito.Él la miró por el rabillo del ojo, negando suave, dando un trago algo largo sin acabar el líquido, relamió sus labios y miró la luna nuevamente, ella imitó su acción.—Me sentiría una basura si me voy antes —respondió tiempo después, se tomaba su tiempo para ello.Blaze estaba vestido totalmente de negro, pero no lleva
>—¿Blaze, estás bien? —Becca, con preocupación, se sentó en la cama dejando la bandeja de comida a un lado, sujetó un pañuelo para limpiar la sangre que había brotado de su nariz, este miró todo con cautela.—Tra
Venezuela, Estado Zulia, 11 de noviembre del 2000.Para aquel pequeño niño el auto iba muy lento para su gusto, un suave suspiro salió de sus lindos labios mirando la lluvia caer por su ventana, no tenía idea adónde irían, pero estaba ansioso por llegar; era su cumpleaños número seis y quería recibir muchos dulces como regalo.Sus padres se mantenían hablando entre ellos, la mujer miró su celular por unos segundos mientras el hombre conducía, ella alzó la mirada hacia el espejo retrovisor para ver a su hijo, notando lo aburrido que estaba, esa mueca la podía reconocer a la perfección. Mostró una sonrisa cálida, girando un poco su torso para mirarle mejor.—Blaze, cariño —el niño atendió al llamado de su madre y ladeó su cabeza, una gran sonrisa se posó en sus labios al ver un chocolate que esta le estaba extendiendo, él quiso sujetarla, pero ella negó—. No, no, primero tienes que quitar esa carita que tienes.—Está bien —asintió rápidamente mostrando sus dientes al momento en que su s
Seattle, Washington, Actualidad.El despertador había hecho su trabajo, el hombre se removió entre las sedosas sábanas mientras se estiraba un poco, sujetó su celular y con sus ojos semiabiertos apagó la alarma y bostezó, sentándose. Se alborotó el cabello e impulsó su cuerpo para levantarse y dirigirse al baño, con la intención de darse una ducha refrescante, amaba el agua fría.—¿Señor Blaze? —el recién nombrado asomó su cabeza por la puerta al escuchar la voz de su asistente y ver a esta misma abrir.—¿Qué sucede? —sujetó una toalla para ponérsela en la cintura y salir del baño, mirándole.La mujer lo miró de pies a cabeza, pasando saliva; le gustaba su figura, él siempre asistía al gimnasio para ponerse en forma, cuidaba mucho su apariencia. La mirada se le desvió hacia su pecho, el cual tenía una pequeña mancha, parecía una marca de nacimiento. Blaze chasqueo sus dedos mientras la analizaba con una ceja derecha levantada, suspiró, escuchándola pedir disculpas mientras carraspeaba