Viviana a pesar que ha estado arreglando su boda con Trinidad no se le han escapado los suspiros y lágrimas de la señora Andina que hace todo lo posible por esconderlo. Aprovechó que estaban solas en la consulta del cardiólogo y tomó la mano de su madre con ternura y dijo: — Gracias, mamá. No te preocupes, lo entiendo. Ahora lo más importante es que te recuperes. Te amo mucho, y Andrés también te quiere mucho, como a una segunda madre. — La señora Andina asintió con una sonrisa más reconfortante en su rostro. — Me alegra escuchar eso, y te amo mucho a ti también. Eres una hija maravillosa. Solo quiero que cuides bien de ti misma y que, cuando todo esto pase, sigas adelante con tu vida y tus sueños.— Lo haré mamá no te preocupes, Andrés y yo nos amamos de veras. Todavía me parece mentira que me voy a casar con mi amor imposible.— ¿De veras lo amas así Viví?— Sí, soy muy dichosa porque él me ama. No sabes cómo he rezado desde que lo conocí para que se fijara en mí. Ya había perdido
Trinidad cada día veía un poco mejor, casi estaba al nivel de cuando se casó con Hugo. Sentía que era inmensamente feliz. Su relación con su esposo no podía estar mejor, hacían el amor hasta el cansancio. Y de a poco ella sentía que lo amaba más y más. Aunque hacía una semana que lo sentía algo distante, se levantaba muy temprano y desaparecía con la excusa de que tenía mucho trabajo.Por ello, al sentir que podía moverse con mayor libertad, y que ya habían arreglado todo lo de la pequeña ceremonia de la boda de su papá con Viviana, decidió retomar su trabajo junto a su amiga, quien estuvo de acuerdo. Buscó a Manuel, su jefe de seguridad, y le informó entusiasmada que irían a la empresa. Ella y su amiga, como era su costumbre, se montaron en su auto y salieron rumbo a la empresa. Un cambio en la velocidad les llamó la atención.—¿Qué sucede, Manuel? —preguntó Viviana preocupada.—Creo que nos siguen, señoritas, así que abróchense el cinturón de seguridad —respondió él nervioso.—¿Y los
Hugo se encontraba sentado en la cama, mirando fijamente la pared mientras trataba de procesar todo lo soñado. ¿Serían recuerdos de su vida pasada con Trinidad que habían vuelto a él de repente, como si alguien hubiera encendido un interruptor en su mente, o solo era un sueño? Trinidad se había levantado y entrado al baño. Giró su cabeza mirando a su alrededor, como si quisiera encontrar algo que le dijera que no se equivocaba, pero todo lo que le rodeaba era desconocido. La casa estaba en silencio, salvo por el sonido monótono que se escuchaba venir de algún lugar de la casa de una lavadora. Había pasado semanas allí, después de contraer matrimonio con Trinidad sin embargo, aunque se sentía en familia todo aún le era extraño y su amnesia no lo ayudaba mucho. Hugo cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de ordenar sus pensamientos. Recordaba a Trinidad, su risa, su piel suave y su cabello oscuro. Recordaba los momentos felices que habían compartido juntos y la promesa que
Hugo Fuentes, el nieto bastardo de la poderosa familia Fuentes, sintió un nudo en la garganta al ser interceptado por los fornidos guardaespaldas de su abuelo Máximo. Aunque intentó mostrarse calmado, no pudo evitar preguntarse nerviosamente qué se traería entre manos Máximo esta vez. ¿Acaso pretendería raptarlo para algún retorcido plan? El hecho de estar rodeado de tanto personal de seguridad, incluyendo francotiradores en los tejados cercanos, lo ponía sumamente tenso.Sin embargo, el jefe de la seguridad se acercó para tranquilizarlo: —No tema joven Hugo, su abuelo solo desea conversar en privado con usted. Por favor, suba al auto.—Hugo, me alegra verte sano y salvo. Perdona que te haya hecho venir de esta manera, pero es urgente que hablemos a solas—, dijo Máximo con semblante serio.Hugo lo miró extrañado. —¿Qué sucede, abuelo? ¿Por qué tanto secreto? —Máximo suspiró. —He descubierto que nuestra familia te ha tendido una trampa. Tus tíos y primos conspiraron para hacerte creer
Federico la miró con preocupación y le explicó lo que había sucedido. Valeria había sido atacada por unos desconocidos mientras caminaba hacia su casa. La habían golpeado brutalmente en la cabeza y le habían robado todas sus pertenencias. Pero gracias a Dios, unos vecinos la encontraron y llamaron a la ambulancia, dijo Federico con alivio. —Estás viva, Valeria. Eso es lo más importante. Valeria asintió, sintiéndose un poco más tranquila al saber que había sobrevivido al ataque. Pero también se sentía confundida y asustada por lo que había pasado.—¿Y papá lo sabe? ¿Qué haces aquí tú? —preguntó Valeria, recordando a su amigo. —¿Y Landon dónde está? Federico suspiró y le explicó que el señor Muñoz había venido a verla unos días antes. Había sufrido un infarto mientras estaba en el hospital, esperando noticias de Valeria y que ahora estaba delicado en su casa. Valeria se quedó sin habla al escuchar la noticia. El señor Muñoz había sido como un padre para ella y ahora estaba muy delica
Después de dejar a su abuelo Hugo se dirige a donde se realiza la construcción del centro artístico donde sabe que encontrará a su buen amigo Landon. Al llegar lo ve discutiendo con Federico.—¡Que no Landon! La idea era solo para que autorizaran todas las operaciones, de ahí a llevarla a vivir conmigo y seguir con la farsa de que estamos casados, no me gusta. No quiero.—Es solo para quitarle la autoridad a sus padres sobre Valeria, no la puedo dejar de nuevo que viva en ese barrio donde la atacaron.—Hola chicos, ¿qué sucede? —saluda Hugo al llegar—Hola Hugo, qué gusto verte por aquí— lo saluda Landon, con un tono de voz más calmado, buscando disimular la acalorada discusión que mantenía segundos antes con Federico y pasa a explicar la situación. —Estaba tratando de convencer a nuestro buen amigo Federico de que continúe con la farsa del matrimonio con Valeria, al menos en el papel, para poder sacarla de las garras de sus padres y así alejarla del ambiente peligroso en el que vive,
De repente, una serie de recuerdos borrosos llegaron a la mente de Hugo como relámpagos: el rostro de su amada Trinidad, con una expresión de pánico, consumiéndose en medio de voraces llamas anaranjadas. Hugo se tomó la cabeza, agitado, mientras imágenes difusas del pasado se arremolinaban en su mente atormentada. La bella sonrisa de Trini, el brillo de adoración en sus ojos cuando lo miraba... para luego verla gritar de horror, rodeada por el fuego, suplicando ayuda desesperadamente...Un odio ardiente crecía en el pecho de Hugo. ¿Cómo pudieron hacerle eso a su dulce y frágil Trinidad? Ella era tan buena, tan inocente... No merecía ese destino atroz. Si descubría que miembros de su propia familia provocaron esa tragedia como parte de algún retorcido plan... esta vez no habría misericordia para ellos.—¿Hugo hijo, estás bien? —preguntó su abuelo Máximo, sacándolo de sus lúgubres pensamientos.—Sí, no es nada...— mintió Hugo, disimulando su angustia mientras apretaba los puños con impot
Trinidad después que se fueran su esposo Hugo, junto a sus amigos Federico y Landon, estaba muy preocupada. Aunque había recuperado un poco su visión, no lo suficiente para ver lo que la podía amenazar con claridad. Además, la situación en la que se encontraba era muy peligrosa, ya que sabía que había personas que la estaban buscando para hacerle daño. Trinidad sabía que no podía quedarse quieta y esperar a que todo pasara, tenía que actuar. Pero antes tenía que salir de dudas sobre un sobre amarillo que había traido su esposo y que pensaba que ella no había visto cuando lo metió en la gaveta de sus prendas menores. Fue hasta la misma y lo tomó, dirigiéndose al despacho donde sabía que se encontraba Viviana y su padre trabajando. Tenía que saber qué era lo que le ocultaba su esposo. —Viví, papá, ¿pueden decirme que hay en este sobre, por favor?—¿Dónde lo encontraste?—En mi gaveta de las prendas menores —mintió, no quería que supieran que estaba espiando las cosas de su esposo.—A