Silvia huyó antes que sus hermanos y sus amigos pudieran darse cuenta y retenerla. En un momento estaban todos juntos, brindando por enésima vez, y al siguiente, ella los abrazaba emocionada hasta las lágrimas, repitiendo cuánto los quería. Antes que pudieran darse cuenta, había desaparecido.
Recorrió la callecita del bar con la vista alzada hacia el cielo, admirando los colores cambiantes que anunciaban el cercano amanecer. Sus pies no la consultaron antes de encaminarse hacia la playa del centro, bajar las escaleras de piedra y llevarla hasta la orilla misma del lago.
Allí se sentó y encendió un cigarrillo, de cara al este. Era el último amanecer de su vida tal como la conocía. El último amanecer con su lago y sus montañas. Como tantas otras veces, hubiera querido ser capaz de capturar cada detalle de lo que la rodeaba hasta donde alcanzaba su vista, grabarlo a fuego en
Jim no se apresuró a recoger sus cosas de la escalera, y se procuró una cerveza y un armado antes de subir. Se tomó su tiempo para llevar el bolso al vestidor y volver a guardar su pasaporte en la caja fuerte. No le corría ninguna prisa. Cada minuto que pasaba lo acercaba al momento de reunirse con ella. Llevó la computadora a la cama y se recostó con el armado entre los labios, la cerveza al alcance de su mano en la mesa de noche. Le costó hallar una traducción de la letra al inglés que tuviera un poco de sentido. Al fin encontró una que tal vez no fuera demasiado literal, pero al menos le daría una buena idea de lo que decía la canción. No importaba que no fuera exacta. Silvia podría traducírsela bien durante la cena. La próxima cena. Porque para entonces ella ya estaría allí. Con él. La canción pertenecía a una banda brasileña llamada Paralamas y el título era algo como Linterna de los Afiebrados. Flexionó un brazo bajo su cabeza mi
Silvia salió del área de Migraciones sintiéndose aturdida y un poco mareada. Tras una semana tan cargada emocionalmente, se había embarcado en aquel vuelo interminable que la había llevado a otro hemisferio, otra estación, otro idioma, otra cultura, otra vida. Miró a su alrededor con ojos turbios. Sentía que estaba por bajarle la presión y que se desmayaría en cualquier momento. Jim arrojó en un cesto el cartel con su nombre que Silvia no había visto y fue a plantarse ante ella sonriendo, las manos en los bolsillos. —¿Buscabas a alguien? Silvia alzó la vista sorprendida y olvidó su equipaje para echarle los brazos al cuello con una exclamación ahogada. Jim la estrechó riendo por lo bajo y la sintió temblar. Besó su cabello, sosteniéndola hasta que ella fue capaz de contener sus lágrimas y retroceder. Cuando consideró que Silvia estaba en condiciones de caminar, tomó su mano, el carrito del equipaje y la guió al estacionamiento. Ella se limitó a seguir
Hallaron el camino al dormitorio sin dejar de besarse y cayeron juntos en la cama, sus manos luchando por librarse de las ropas del otro. Silvia tironeó de Jim para que se tendiera sobre ella, anhelando volver a sentir su peso. No existía ningún otro cuerpo para el suyo, ni otras manos para tocarla, otros labios para enloquecerla, otra piel para acariciarla. Enlazó una pierna en torno a su cintura para atraerlo contra ella, dejando escapar un gemido al sentirlo en su vientre. Se dejó invadir por el fuego que agitaba el pecho de Jim, se sumergió en la urgencia exasperante, la ansiedad que lo empujaba. Sí, así se sentía Jim. Porque nunca había echado en falta su cuerpo, nunca la había necesitado, pero allí estaba, luchando por contenerse como un maldito adolescente, enloqueciendo con cada gemido que le arrancaba, cada movimiento de sus caderas, cada roce de sus dedos y su lengua. Como si nunca fuera a saciarse de ella. ¿Por qué se sentía así? ¿Por qué n
La música a volumen creciente despertó a Silvia. Le tomó un momento reconocer la canción de Depeche Mode, Personal Jesus.El sol se ponía y estaba sola en la cama, entre sábanas que olían a flores, bajo un acolchado gordo. Jim se había marchado para permitirle descansar, porque había quedado a la vista que no lo haría mientras él estuviera allí.Se había dormido profundamente, exhausta, y ahora le costaba desprenderse de la sensación de que todavía estaba soñando. Pero no, estaba despierta. En el Cenicero, su nuevo hogar. Y esa música debía ser un teléfono sonando. No el suyo, ella jamás hubiera usado esa canción de ringtone.Siguió la música hasta la otra mesa de noche, donde encontró un teléfono nuevo en su caja abierta, con un moño rojo. Rió de buena gana al tomarlo y ver q
¡BIENVENIDOS AL UNIVERSO DE SIN RETORNO! Él es una celebrity, el chico malo del rockanroll, y sólo quiere reunirse con sus amigos y pasarla bien. Ella es una extranjera anónima, y sólo quiere volver a casa para dejar atrás el peor error de su vida. Una tormenta los reunirá, un encuentro casual que cambiará sus vidas para siempre. Y cuando estén en libertad de regresar a los suyos y a sus vidas cotidianas, uno a cada extremo del mundo y en esferas tan diferentes que no tienen punto de intersección, deberán decidir si lo que vivieron es motivo suficiente para mantenerse en contacto. Sin embargo, cuando al fin vuelven a encontrarse, sus estilos de vida tan diferentes amenazarán con imponerse sobre sus sentimientos. ¿Por qué debería él renunciar a sus hábitos de mujeriego que su fama le permite para comprometerse con una sola mujer? ¿Por qué debería ella renunciar a su independencia para dedicar su vida a ser la fi
¡Fantástico! La crecida había alcanzado la Interestatal, obligando a los ómnibus a volver por donde vinieran, y el servicio había sido cancelado hasta nuevo aviso. La noticia le provocó unas ganas locas de fumar. Como estaba diluviando, los empleados de la terminal de ómnibus fingían ignorar a aquellos adictos a la nicotina que aún conservaban un mínimo de instinto de supervivencia, y les permitían fumar en el corredor de acceso, puertas adentro y a salvo del viento y la lluvia. Le dedicó una mirada aprensiva a su equipaje: mochila, bolso, guitarra. ¿Por qué diablos se había traído la guitarra? No quedaban más que unas pocas personas en la terminal, pero la crueldad de las matemáticas indicaba que una sola bastaba y sobraba para dejarla sin nada. Se dio cuenta que ése era un pensamiento tercermundista, por completo inadecuado en el ombligo del primer mundo. En caso de que hubiera algún otro tercermundista por ahí, le preguntó al empleado de la
¡Fantástico!El auto rentado acababa de descomponerse en medio de la tormenta y de la nada.Maldijo en cuatro idiomas la idea de su hermano de elegir ese rancho para pasar “un retiro creativo” lejos de luminarias y paparazzi. Pero maldijo aún más su propia idea de rentar un auto en el aeropuerto de Fargo, en vez de tomarse el ómnibus y que su hermano lo recogiera para llevarlo al maldito rancho.Revisó su teléfono por enésima vez, en caso de que un milagro le hubiera devuelto cobertura. Nada. Estaba muerto desde que se adentrara en la tormenta y en aquella desolada zona rural. Intentó mirar hacia afuera a través del parabrisas, pero llovía tanto que podía tener al maldito Godzilla delante del auto y no se daría cuenta.Aunque estaba bastante seguro de que había visto luces allá adelante, antes de que el condenado auto se descompusiera y los
Se sentó en el hueco entre las máquinas, la espalda contra la de café, de frente a las puertas vidrieras al final del corredor. De esa forma hasta tenía lugar para la guitarra. Afinó las cuerdas preguntándose qué tocar. La mayoría de las canciones que sabía eran baladas tristes de amor, la peor elección en ese momento. Tal vez traer la guitarra no había sido tan buena idea, y lo mejor que podía hacer era gastar lo que le quedaba de batería en el teléfono. Eso la hizo pensar en la música que tenía allí. Sonrió. Las canciones de No Return eran todo menos tiernas, y sabía las suficientes para mantenerse entretenida un buen rato. Por suerte, a lo largo de los años se había procurado cuanta versión acústica original había encontrado en internet. Eran una verdadera rareza para una banda como la de los Robinson, pero ahora le evitarían arruinar sus canciones favoritas improvisando versiones libres. Sus dedos se deslizaron por las cuerdas metálicas, buscando un acord