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Capítulo 1. Juanjo

No puedo creerme que empiece el día discutiendo con mi suegro, por culpa de su hija. Maldigo mil veces el día que la conocí, el día que empezamos a salir y el día que le pedí que se casara conmigo. Aunque si no recuerdo mal, eso fue cosa de nuestros padres.

Necesito separarme de ella, alejarme de toda la gente que nos ve, como una pareja perfecta. Si la conocieran de verdad, no pensarían eso.

Nuestros padres, son socios en el bufete en el cuál también trabajo yo, de momento soy un simple abogado, pero estoy seguro que en un corto plazo, podré gozar de la sociedad.

En una cena navideña del bufete, mi madre me presentó a Marge, una chica aparentemente tímida, no era excesivamente guapa, pero sí llamaba la atención. Vestía simple, pero eso sí, los trapos que llevaba eran de diseñadores conocidos. Podría jurar, que nunca la ví, con ropa de Zara como todos los mortales, los millones que tiene Amancio Ortega, estoy seguro que no es por todo lo que ella gasta en sus tiendas.

Me pareció simpática, como os dije, algo tímida. Me gustó, aunque no sabía si podría encajar en mi grupo de amigos. En aquella época, yo estaba en la Universidad Complutense de Madrid, solía venir los fines de semana a casa, pero a mediados de semestre, entablé amistad con unos compañeros, que preferíamos quedarnos en Madrid, salir de fiesta y desmelenarnos un poco.

En una de esas salidas nocturnas, es cuando conocí a Petrov, hijo de emigrantes rusos, pero más español que yo. Dueño de uno de los locales de moda y de unos cuantos más. El cotilleo de la Universidad, es que se dedica a algo nada legal, por lo que me decían que no era bueno frecuentarle, dado que somos futuros abogados.

Nunca me habían impuesto ni prohibido ser amigo de alguien, por lo que no hice caso de las advertencias. Prefiero averiguar por mí mismo, a que se dedica exactamente. Y eso hice, aproveché un fin de semana que vino a verme Marge, fuimos a su club y sin más le pregunté.

En un primer momento vaciló en decirme algo, pero le cayó bien que fuera por delante y que tuviera pareja, porque sería mucho mejor explicarme.

A que os entra curiosidad? Igual nos pasó a nosotros. Claro está, que cuando nos preguntó si nos gustaba disfrutar del sexo, nos quedamos con cara de idiotas, le dijimos que sí, evidentemente.

Lo cual, no era mentira, lo tímida que era mi novia y lo atrevida que era en la intimidad, sé que el sexo en pareja, no lo es todo, pero es un tanto por ciento muy elevado, no lo neguéis, queréis ir de santos y no os va.

Recuerdo que nos hizo subir a su coche, subimos los tres a la parte trasera de su limusina, ladeó un poco la cabeza y le dijo al chófer que le llevara a El Paraiso. Exactamente no sé donde se encontraba, sólo pude ver que era a las afueras de Madrid, cuando el coche iba aminorando el paso, miré por la ventanilla tintados, vi unos muros que rodeaban una mansión, el coche se metió a la izquierda de la carretera y se paró enfrente de la verja oxidada. El chófer bajó su ventanilla y tocó un botón, alguien le preguntó quien era y su respuesta fue firme y autoritaria.

-El jefe

Sin más, la forja de la entrada se abrió ante nosotros, miraba, por si veía la casa pero solo había árboles, enormes y gigantes árboles nos daban la bienvenida.

Salimos del bosque particular de Petrov, le miré y estaba sonriendo, con la mirada puesta en mí y en mi chica, la cual miraba el paisaje en silencio. Llegams a la entrada principal, pero nadie hacía amago de salir del coche.

-Chicos, estáis preparados? Una vez dentro, no hay vuelta atrás –dijo mi amigo, pero esta vez serio –una cosa antes de entrar, esto es como Las Vegas, lo que pasa en El Paraiso, queda en El Paraiso. Hay gente de mucho dinero, personajes públicos, hoy sois mis invitados, no me hagáis quedar mal. La próxima vez que entréis ya sería como socios, por supuesto, como mis amigos, tendréis privilegios

Tanto Marge como yo, escuchábamos atentamente, sin que se nos escapara ni una palabra.

-Entonces, amigos míos, os voy a enseñar, como divertirse en mi paraíso particular –le dio un golpe al cristal que nos separaba del chófer, el  cual, al escuchar dicho ruido, salió de su asiento, se colocó la gorra del uniforme, dio la vuelta a la limusina y abrió la puerta para darnos acceso al exterior.

Petrov salió el primero, quedándose frente a nosotros cuando salimos, dejando a su espalda la fachada de la increíble mansión. Miré de reojo a Marge, que no daba crédito a semejante monstruosidad de vivienda. Le pareció fascinantemente preciosa, más concreto, dijo que tenía una fachada magestuosa, sí, esas fueron sus palabras exactas, que conociéndola y sabiendo las amistades de sus padres, mi querido amigo ruso, le dio las gracias por comentario.

-Muchas gracias Marge. Amigos míos, sean bienvenidos a El Paraiso. Nadie os hablará, podéis estar tranquilos. Todos saben las reglas. Vosotros, podéis preguntarme lo que queráis, no os quedéis con la intriga.

Se giró y subió la pequeña escalinata que había delante de la puerta. Fue hasta la puerta blanca, impoluta, con detalles dorados, en lo alto de la puerta, tallado en la piedra de la fachada, se podía leer el nombre de la casa, grabado también en dorado, era algo excepcional.

-Juanjo, esta casa es increíble, puedo asegurarte que he estado en casas con muchísimo valor, pero esta es…es…no tengo palabras para describirla –me susurró Marge al oído, a la vez que me cogía de la mano. Estamos intrigados de porqué estábamos allí parados, detrás de mi amigo.

Un ruido en la puerta nos hace mirar por encima del hombro de Petrov, es como ver un video a cámara lenta, cuando vemos a una preciosa morena, seria, sin sonrisa en esa bella cara, vestida con un mono de cuero, totalmente tapada, sin dejar piel al aire, pero dejando a la imaginación volar sola. Unas botas también de cuero, que le llegaban hasta encima de la rodilla, con unos tacones de aguja, que no deben de ser nada cómodos, pero ella estaba félíz.

Cuando miró a Petrov, la mirada se le volvió cálida, incluso diría que la ví una medio sonrisa.

-Podrías salir al porche un momento, querida? –le preguntó Petrov, ella con una pequeña reverencia a mi amigo, cerró la puerta a su espalda y bajó ese pequeño escalón que separaba los dos mundos –te eché de menos, amor mío.

-No creo que más que yo. No me vuelvas a dejar tanto tiempo sola, aquí me aburro sin tí, cariño –le hablaba con tono meloso, nada que ver con la fría morena que nos abrió la puerta.

-Juanjo, Marge, os presento a mi esposa Silvia. Querida, estos son mis invitados por esta noche. Ya les puse al corriente de todo –le dijo mirando para ella, se gira hacia nosotros –a cualquiera de los dos, podéis interrogarnos, estaremos a vuestra disposición.

-Encantada –dice Marge tímidamente, hacía tiempo que no la veía así de cohibida.

-Cuando abriste la puerta, me pareciste algo fría, como mi amigo ruso…-digo dándole una palmada en la espalda y riéndonos –encantado Silvia, un placer conocer a la santa mujer, que tiene que aguantar al ogro –le digo dándole la mano y besándola en el dorso de ella.

-Un pequeño resumen y lo entenderás. Del escalón para fuera, soy su mujer. De esa puerta, para adentro –señala la entrada blanca –soy…su sumisa y él es mi señor y amo –con las mismas se encaminó a la puerta, la abrió y con un simple gesto nos hizo pasar.

El último en hacerlo fue Petrov, os aseguro, que fue como si entrara el mismísimo rey. Todos le miraban, nadie decía nada, era visible como le respetaban.

-Bienvenido a casa mi Amo –escuchamos decir a Silvia, la cual estaba enfrente de él, con la cabeza agachada –puedo hacer algo por usted y sus invitados?

En ese momento, Marge y yo, nos adentramos en su mundo. Un mundo increíble que cada día nos gustaba más. Pero lo que ese día nos unió, unos años más tarde, terminó por matar nuestro matrimonio.

A día de hoy, Petrov, es uno de mis mejores amigos y socios, pero eso, mucha gente no lo sabe, es muy discreto y no se deja ver mucho en público. Tampoco aireo mis negocios, cuanto más sepa la gente de uno, más problemas te van a llegar tarde o temprano.

Y ahora tengo que lidiar con mi suegro, porque según él, no hago feliz a su caprichosa, mimada e insoportable hija.

Tres toques en la puerta de oficina, me sacan de mis pensamientos, sé que es Ivanna, lleva siendo mi secretaria cinco años y siempre pica de la misma manera, según ella dice, es para que sepa que no es ninguno de los ogros de los jefes…

-Jefe, ha tenido un par de llamadas de una chica. Le han dado tu número de teléfono, quiere divorciarse y necesita asesoramiento. Le he dicho que estabas ocupado, pero era mentira, estabas echando sapos y culebras por esa boquita tan mona que tienes –dice mientras se ríe –que pena que tenga años, como para ser tu abuela, si no, no te me escapas, guapito –me dice, mientras me deja un papel, con un número y un nombre, Mónica.

-La llamaré, gracias por ser tan comprensiva conmigo. De verdad que te vas a jubilar? Te vas a aburrir en casa, no podrás ver mi guapa cara –le digo mientras delcuelgo el teléfono.

-Eres un canalla, si no te conociera, pensaría que me estás tirando lo tejos, sabes que estoy casada…soy abuela… aunque una canita al aire con un joven abogado, no me vendría mal -va diciendo y riéndose, mientras sale por la puerta de mi oficina, cerrándola a su espalda.

Marco el teléfono, dan tres llamadas, cuando oigo alguien echar por esa boca demasiados improperios, para ser tan temprano.

-Mónica?

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