Kilian Kilian salió optimista de la oficina de una Kassidy perturbada. Por fin su vida, su historia junto a ella estaba dando un giro positivo y al parecer, definitivo. La sombra de Roger Cole hijo ya no existía más y el beso que recibió minutos antes era su luz verde para llevar a cabo sus planes. Josh se encontró con él apoyado en la puerta de la oficina de la que acababa de salir con aquella actitud desenfadada y pletórica que no podía ni quería ocultar ante nadie. El asistente recibió de su parte los datos de uno de sus empleados en el taller, quien le entregaría el juego de llaves de un auto para que Kassidy pudiese movilizarse con libertad mientras el suyo seguía bajo la custodia de la policía después del accidente de Mary. Poco después, Candace recibió su llamada y como esperaba, fascinada, aceptó y dijo que lo apoyaría en lo que le pedía. Después llegó a su floristería favorita para corroborar el pedido del enorme arreglo que había solicitado para la mañana siguiente. Des
Kassidy estaba decidida a disfrutar lo que la vida le ofrecía. Sopesó las palabras de él y se sintió con el valor suficiente de demostrarle lo que significaba para ella. Había llegado el momento con el que soñó por tanto tiempo y pensaba saborear cada instante a su lado. Tomó las llaves de la mano del joven valet y sonriendo, volteó hacia Kilian para decir: —Hoy, guiaré yo y te aseguro que tendrás una gran noche. La promesa que salió de su boca provocó esperanza en el pecho de Kilian. Por fin tenía a su lado a la mujer que por tantos años deseó. Ahora todo cambiaba a su favor. La dicha lo embargó y no pudo contenerse, cuando Kassidy bajaba la acera para ir a la puerta del conductor, él le haló la mano aprisionando su delgado cuerpo entre sus brazos contra su torso, inhalando su delicado aroma a fresas. —Quisiera llevarte siempre dentro de mi pecho, mi dulce luna. —Besó su cabeza y acarició los pocos mechones sueltos de su cabello, deleitándose con aquella sensación de plenitud, de
Kilian condujo por un par de calles más y llegaron al estacionamiento del lujoso edificio de apartamentos. Cuando eran adolescentes, hablaban de lo mucho que les gustaba el edificio y que al convertirse en profesionales los tres serían vecinos. Un silbido suave y una sonrisa de reconocimiento lo hicieron sentir satisfecho de sus logros, pero a la vez, se dio cuenta de cuánto tiempo habían perdido comportándose como unos niños. —¿Cuál es el tuyo? —preguntó Kassidy sacándolo de sus pensamientos y saliendo del auto con su ayuda. —El penthouse... No quería vecinos —respondió con una sonrisa ladeada fingiendo humildad. Entró de su mano al ascensor y deslizó con la otra la tarjeta de acceso por el escáner. —¿Ah, sí? Pero ese no era el plan. —No, mi plan original era que para entonces ya vivieras conmigo —susurró acercándose un poco más—, para así olvidarnos del mundo. Justo como ahora. —Claro, olvidarnos del mundo. ¿Eso incluye tu teléfono? No ha parado de vibrar desde la cena. —Así
Kassidy abrió los ojos con pesadez y los cerró poco después sintiéndose confundida. Volvió a efectuar la acción anterior para confirmar que no soñaba. En efecto, la habitación en la que despertó se encontraba repleta de arreglos con tulipanes rojos, excepto el que tenía justo enfrente, ese resaltaba por su tamaño de casi metro y medio de altura y por su color, todos blancos, sus favoritos. Sonrió sin poderlo evitar, pensando en lo loco que estaba Kilian como para planear algo así por ella. En la mesita de noche al lado derecho vio su teléfono y al revisarlo se sorprendió al descubrir tantas notificaciones de mensajes de la misma persona. Candace estaba igual de loca. Decidió no leerlos e ir a tomar una ducha, aunque una gran parte de ella quería poder conservar el aroma de ese hombre por más tiempo en su piel. Los recuerdos de unas horas antes le vinieron en tropel provocándole una sonrisa de satisfacción. Por fin estaban juntos. Se había acabado el anhelar, los obstáculos, los ma
Al levantarse de la cama que compartía con la mujer que amaba tomó su móvil dirigiéndose a otra habitación para tomar una ducha y no despertarla. Salió del baño, se vistió, revisó sus correos y notó la exorbitante cantidad de llamadas y mensajes de su amigo, Max. Intentó llamarlo, pero fue imposible, caía directo al buzón. Ahora Kilian no sabía cómo solucionarlo y se sentía un miserable. Escuchó otra vez el último mensaje de voz y con cada segundo que transcurría sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Su primer pensamiento recorrió veloz el pasillo de su penthouse hacia la cama donde descansaba su Kassy y se movió en esa dirección. Se detuvo al abrir la puerta para observarla desde allí. Los ojos se le cristalizaron y el hueco en el pecho que había sentido hace años con su ausencia, se alojó de nuevo como regresando a su oscuro y tan bien conocido hogar, desvaneciendo a placer toda la esperanza y alegría del día anterior. Ideas, planes, opciones llenaban su cabeza para al fin
Kilian era consciente de que tenía que seguirla, rogarle hasta que ella comprendiera, obligarla si era preciso para que escuchara su plan. Sin embargo, se sentó de nuevo y pidió una botella de whisky. Cuando el licor de su primer trago se deslizó por su paladar, vio que Paolo Costa, el dueño del restaurante y un amigo de la infancia se acercó a él con semblante contrariado, pero solo duró un par de segundos, porque luego, ese típico aire desenfadado muy propio del italiano tomó lugar.—¡Hermano! ¿Qué haces aquí? —La pregunta fue tan absurda que Kilian no pudo evitar reír con amargura y respondió: —Muriéndome por dentro. —Señaló la botella con el licor y le indicó la otra silla para que lo acompañara. Paolo negó y le dio un par de palmadas en el hombro.—Gracias, amigo, pero preferiría irme con esa castaña que espera afuera en lugar de quedarme contigo. Supuse que ya habías logrado conquistarla, pero si no te molesta, yo podría al fin... —La mirada envenenada de su interlocutor detuv
La duda inundaba su pecho con el objetivo de ahogarlo y consideraba la probabilidad de que Kassidy no aprobara su decisión, pero apelaba al gran sentido de solidaridad que siempre mostró ante todos. ¡Cuánto había cambiado! Veía en ella frustración, él la compartía de cierta forma, pero también notó reproche y, eso lo decepcionó. No la juzgaría, porque sabía que era una situación difícil de asimilar y que echaba abajo sus planes iniciales. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada. Solo a su lado ese bebé contaría con alguien amparándolo y un techo seguro sobre su cabeza, tal como su abuelo lo hizo con él cuando era un niño.Era lo correcto. Con un nudo en su garganta y un vacío en su alma se armó de valor para dejar ir una parte de su corazón y respondió: —Debo hacerlo.No hubo más sonido que aquellas dos palabras depositadas como una lápida sobre ambos. Su historia llegaba a su fin. Aquella sensación de ansiedad de minutos antes desapareció y en su lugar, se posicionó la frialda
KilianAl llegar al hospital, Kilian tuvo que comunicarse antes con el personal a cargo del cuidado de Anna para que le proporcionaran una vía menos transitada y así entrar sin ser visto por la prensa, pero se arrepintió de haber usado su auto para movilizarse, pues un grupo de insistentes periodistas lo ubicaron antes de que pudiese escapar del estacionamiento y le hicieron preguntas que no podía contestar y otras, que deseó hacérselas tragar a quien las formuló.—Señor Fox, por favor. ¿Es verdad que Kassidy Evans, la tigresa de las negociaciones como se le conoce en su mundo, ha sido su amante oculta mientras mantenía su compromiso con la modelo Anna Petrova?¿Sería tan amable de responder? La mirada que le lanzó, provocó que el diminuto reportero retrocediera un poco, pero el resto del grupo arremetía en dirección contraria. Acercaron micrófonos, teléfonos, grabadoras y él solo deseaba poder entrar al lugar y cumplir con lo que debía.Una chica escultural, se acercó llamando su at