Kilian condujo por un par de calles más y llegaron al estacionamiento del lujoso edificio de apartamentos. Cuando eran adolescentes, hablaban de lo mucho que les gustaba el edificio y que al convertirse en profesionales los tres serían vecinos. Un silbido suave y una sonrisa de reconocimiento lo hicieron sentir satisfecho de sus logros, pero a la vez, se dio cuenta de cuánto tiempo habían perdido comportándose como unos niños. —¿Cuál es el tuyo? —preguntó Kassidy sacándolo de sus pensamientos y saliendo del auto con su ayuda. —El penthouse... No quería vecinos —respondió con una sonrisa ladeada fingiendo humildad. Entró de su mano al ascensor y deslizó con la otra la tarjeta de acceso por el escáner. —¿Ah, sí? Pero ese no era el plan. —No, mi plan original era que para entonces ya vivieras conmigo —susurró acercándose un poco más—, para así olvidarnos del mundo. Justo como ahora. —Claro, olvidarnos del mundo. ¿Eso incluye tu teléfono? No ha parado de vibrar desde la cena. —Así
Kassidy abrió los ojos con pesadez y los cerró poco después sintiéndose confundida. Volvió a efectuar la acción anterior para confirmar que no soñaba. En efecto, la habitación en la que despertó se encontraba repleta de arreglos con tulipanes rojos, excepto el que tenía justo enfrente, ese resaltaba por su tamaño de casi metro y medio de altura y por su color, todos blancos, sus favoritos. Sonrió sin poderlo evitar, pensando en lo loco que estaba Kilian como para planear algo así por ella. En la mesita de noche al lado derecho vio su teléfono y al revisarlo se sorprendió al descubrir tantas notificaciones de mensajes de la misma persona. Candace estaba igual de loca. Decidió no leerlos e ir a tomar una ducha, aunque una gran parte de ella quería poder conservar el aroma de ese hombre por más tiempo en su piel. Los recuerdos de unas horas antes le vinieron en tropel provocándole una sonrisa de satisfacción. Por fin estaban juntos. Se había acabado el anhelar, los obstáculos, los ma
Al levantarse de la cama que compartía con la mujer que amaba tomó su móvil dirigiéndose a otra habitación para tomar una ducha y no despertarla. Salió del baño, se vistió, revisó sus correos y notó la exorbitante cantidad de llamadas y mensajes de su amigo, Max. Intentó llamarlo, pero fue imposible, caía directo al buzón. Ahora Kilian no sabía cómo solucionarlo y se sentía un miserable. Escuchó otra vez el último mensaje de voz y con cada segundo que transcurría sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Su primer pensamiento recorrió veloz el pasillo de su penthouse hacia la cama donde descansaba su Kassy y se movió en esa dirección. Se detuvo al abrir la puerta para observarla desde allí. Los ojos se le cristalizaron y el hueco en el pecho que había sentido hace años con su ausencia, se alojó de nuevo como regresando a su oscuro y tan bien conocido hogar, desvaneciendo a placer toda la esperanza y alegría del día anterior. Ideas, planes, opciones llenaban su cabeza para al fin
Kilian era consciente de que tenía que seguirla, rogarle hasta que ella comprendiera, obligarla si era preciso para que escuchara su plan. Sin embargo, se sentó de nuevo y pidió una botella de whisky. Cuando el licor de su primer trago se deslizó por su paladar, vio que Paolo Costa, el dueño del restaurante y un amigo de la infancia se acercó a él con semblante contrariado, pero solo duró un par de segundos, porque luego, ese típico aire desenfadado muy propio del italiano tomó lugar.—¡Hermano! ¿Qué haces aquí? —La pregunta fue tan absurda que Kilian no pudo evitar reír con amargura y respondió: —Muriéndome por dentro. —Señaló la botella con el licor y le indicó la otra silla para que lo acompañara. Paolo negó y le dio un par de palmadas en el hombro.—Gracias, amigo, pero preferiría irme con esa castaña que espera afuera en lugar de quedarme contigo. Supuse que ya habías logrado conquistarla, pero si no te molesta, yo podría al fin... —La mirada envenenada de su interlocutor detuv
La duda inundaba su pecho con el objetivo de ahogarlo y consideraba la probabilidad de que Kassidy no aprobara su decisión, pero apelaba al gran sentido de solidaridad que siempre mostró ante todos. ¡Cuánto había cambiado! Veía en ella frustración, él la compartía de cierta forma, pero también notó reproche y, eso lo decepcionó. No la juzgaría, porque sabía que era una situación difícil de asimilar y que echaba abajo sus planes iniciales. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada. Solo a su lado ese bebé contaría con alguien amparándolo y un techo seguro sobre su cabeza, tal como su abuelo lo hizo con él cuando era un niño.Era lo correcto. Con un nudo en su garganta y un vacío en su alma se armó de valor para dejar ir una parte de su corazón y respondió: —Debo hacerlo.No hubo más sonido que aquellas dos palabras depositadas como una lápida sobre ambos. Su historia llegaba a su fin. Aquella sensación de ansiedad de minutos antes desapareció y en su lugar, se posicionó la frialda
KilianAl llegar al hospital, Kilian tuvo que comunicarse antes con el personal a cargo del cuidado de Anna para que le proporcionaran una vía menos transitada y así entrar sin ser visto por la prensa, pero se arrepintió de haber usado su auto para movilizarse, pues un grupo de insistentes periodistas lo ubicaron antes de que pudiese escapar del estacionamiento y le hicieron preguntas que no podía contestar y otras, que deseó hacérselas tragar a quien las formuló.—Señor Fox, por favor. ¿Es verdad que Kassidy Evans, la tigresa de las negociaciones como se le conoce en su mundo, ha sido su amante oculta mientras mantenía su compromiso con la modelo Anna Petrova?¿Sería tan amable de responder? La mirada que le lanzó, provocó que el diminuto reportero retrocediera un poco, pero el resto del grupo arremetía en dirección contraria. Acercaron micrófonos, teléfonos, grabadoras y él solo deseaba poder entrar al lugar y cumplir con lo que debía.Una chica escultural, se acercó llamando su at
Kilian había partido y Kassidy no podía moverse del mismo lugar hasta que se sentó en la silla cerca del escritorio y sintió su alma rasgarse al abrir el cajón que minutos antes lo vio cerrar con dolor. El contenido de la caja negra la hizo soltar un llanto desgarrador. Un futuro hermoso quedaba atrapado en aquel objeto, ese que vio tantas veces en la mano de la mujer que le dio miles de consejos cuando era una adolescente. Recordó entre el llanto y la desolación cuánto le encantaba escuchar las anécdotas románticas de esos dos ancianos, imaginando que se repetían en su vida. Soñaba en un futuro al lado de su nieto: ese joven que amaba en secreto cada día con más fuerza que el anterior.A veces, bromeaban con ella en la mesa sobre eso, pero siempre lo negaba todo, porque ese sentimiento también la hacía sentir como una traidora, una malagradecida enamorándose de Kilian cuando su familia le había ofrecido una vida sin privaciones a cambio de nada. No quería pensar en que tuvieran un m
Kassidy Una taza de café reposaba en las manos de Kassidy mientras miraba hacia la ciudad ya en movimiento y trataba de estructurar un relato coherente para Josh e impedir que le hiciera preguntas incómodas.Horas antes, no le fue posible conciliar el sueño ni un instante y prefirió salir de allí de inmediato. Tenerlo tan cerca y verlo dormir tan tranquilo la ponía nerviosa. Así que preparó un par de trajes en una maleta y se fue, vacilando por un momento sobre lo que haría con su vida una vez que pisara el exterior del edificio. Pidió un taxi desde la recepción y luego se dirigió al hotel donde Josh le reservó una habitación. Treinta minutos después de su llegada, él tocaba a su puerta. Sin mediar palabra, la abrazó con fuerza y para sorpresa de ambos, no salieron más lágrimas, aunque eran notorios los vestigios de la noche anterior en su rostro. Un momento después el desayuno llegó, pero no podía pasar bocado, así que tomó la taza de café caliente y se acercó a la ventana, soltan