Kassidy no quería abrir los ojos, deseaba que el tiempo no siguiera corriendo o en su defecto, no vivir ese día de manera consciente. Sentía vergüenza y la acobardaba que las personas más cercanas a su vida estuviesen presentes mientras se desplegaba todo aquello, pues sabía que escucharían cosas terribles, cosas que ni siquiera había compartido con Candace.Giró sobre sí misma y no supo si reír o enfadarse. Frente a su cama había un pequeño sofá y en él, Kilian dormido. Se habían quedado conversando hasta la madrugada cuando el entró a preguntar si necesitaba algo y no se dio cuenta del momento en el que se quedó dormida.Se puso de pie y fue hacia él para darle suaves palmadas en el hombro, seguro se despertaría con dolor de cuello al menos, pero no esperaba que la deslumbrara con esa mirada entre tierna y somnolienta con la que lo hizo.—¿Dormiste bien? —dijeron a la vez. Ambos sonrieron.—No supe cuándo me dormí. Supongo que estaba más cansado de lo que pensaba. —Él se puso de pie
KassidyEl juez lo observó detenidamente por un momento que Kassidy consideró demasiado largo, pero luego suspiró antes de preguntar:—¿Eso es todo? —indagó el juez. Al notar que Roger asintió, él imitó su gesto—. Ahora, ¿me puede explicar el origen del hematoma que lleva ella en el cuello?, ¿sabe de su procedencia? Roger se mostró contrariado con aquellos cuestionamientos, intentó responder un par de veces, sin embargo, le fue imposible hilar una simple oración. Abrió y cerró la boca sin poder emitir un sonido hasta que expresó gesticulando exageradamente:—Señoría, sé que no está bien que yo lo diga, pero a Kassidy... Bueno, a mi nena le gusta, ya sabe... Es una mujer ardiente, si sabe a lo que me refiero y en esos momentos, cuando estamos, pues prefiere usar la vio... —Comprendo. Si tiene algo más que añadir, le escuchamos —interrumpió el juez.Kassidy desprendía llamaradas con la mirada. Al observar la negativa del hombre se dirigió a ella:—Señorita Evans, ¿necesita un momento
El móvil no paraba de sonar. Cada notificación en la pantalla le hacía sentir más culpable y arrepentida y para empeorarlo, ninguna le pertenecía a él. Después de unos minutos, el taxi se detuvo frente al edificio de la empresa automotriz y se sintió paralizada. ¿Qué iba a decirle? ¿Sería capaz de admitir ante él que lo necesitaba? La incertidumbre la abrumó. Solía desdeñar a las mujeres que fingían ser incapaces de dar un paso sin apoyo, aquellas que se valían de cuanta argucia tuviesen a su disposición para que un hombre hiciese cualquier cosa por ellas. Sin embargo, en ese momento deseó poseer esa habilidad. Esa, de la cual, no sería necesario aclarar, ni pedir nada, pero a cambio obtendría todo lo que anhelaba a su lado. Ese día no quería ser tan fuerte, ni tan independiente. Solo deseaba que Kilian la abrazara y que con su calor y su voz calmara su tormenta interior. Se sentía defraudada, aunque también una traidora al saber que pudo hacer algo por Roger si hubiese sido más
Kilian Kilian salió optimista de la oficina de una Kassidy perturbada. Por fin su vida, su historia junto a ella estaba dando un giro positivo y al parecer, definitivo. La sombra de Roger Cole hijo ya no existía más y el beso que recibió minutos antes era su luz verde para llevar a cabo sus planes. Josh se encontró con él apoyado en la puerta de la oficina de la que acababa de salir con aquella actitud desenfadada y pletórica que no podía ni quería ocultar ante nadie. El asistente recibió de su parte los datos de uno de sus empleados en el taller, quien le entregaría el juego de llaves de un auto para que Kassidy pudiese movilizarse con libertad mientras el suyo seguía bajo la custodia de la policía después del accidente de Mary. Poco después, Candace recibió su llamada y como esperaba, fascinada, aceptó y dijo que lo apoyaría en lo que le pedía. Después llegó a su floristería favorita para corroborar el pedido del enorme arreglo que había solicitado para la mañana siguiente. Des
Kassidy estaba decidida a disfrutar lo que la vida le ofrecía. Sopesó las palabras de él y se sintió con el valor suficiente de demostrarle lo que significaba para ella. Había llegado el momento con el que soñó por tanto tiempo y pensaba saborear cada instante a su lado. Tomó las llaves de la mano del joven valet y sonriendo, volteó hacia Kilian para decir: —Hoy, guiaré yo y te aseguro que tendrás una gran noche. La promesa que salió de su boca provocó esperanza en el pecho de Kilian. Por fin tenía a su lado a la mujer que por tantos años deseó. Ahora todo cambiaba a su favor. La dicha lo embargó y no pudo contenerse, cuando Kassidy bajaba la acera para ir a la puerta del conductor, él le haló la mano aprisionando su delgado cuerpo entre sus brazos contra su torso, inhalando su delicado aroma a fresas. —Quisiera llevarte siempre dentro de mi pecho, mi dulce luna. —Besó su cabeza y acarició los pocos mechones sueltos de su cabello, deleitándose con aquella sensación de plenitud, de
Kilian condujo por un par de calles más y llegaron al estacionamiento del lujoso edificio de apartamentos. Cuando eran adolescentes, hablaban de lo mucho que les gustaba el edificio y que al convertirse en profesionales los tres serían vecinos. Un silbido suave y una sonrisa de reconocimiento lo hicieron sentir satisfecho de sus logros, pero a la vez, se dio cuenta de cuánto tiempo habían perdido comportándose como unos niños. —¿Cuál es el tuyo? —preguntó Kassidy sacándolo de sus pensamientos y saliendo del auto con su ayuda. —El penthouse... No quería vecinos —respondió con una sonrisa ladeada fingiendo humildad. Entró de su mano al ascensor y deslizó con la otra la tarjeta de acceso por el escáner. —¿Ah, sí? Pero ese no era el plan. —No, mi plan original era que para entonces ya vivieras conmigo —susurró acercándose un poco más—, para así olvidarnos del mundo. Justo como ahora. —Claro, olvidarnos del mundo. ¿Eso incluye tu teléfono? No ha parado de vibrar desde la cena. —Así
Kassidy abrió los ojos con pesadez y los cerró poco después sintiéndose confundida. Volvió a efectuar la acción anterior para confirmar que no soñaba. En efecto, la habitación en la que despertó se encontraba repleta de arreglos con tulipanes rojos, excepto el que tenía justo enfrente, ese resaltaba por su tamaño de casi metro y medio de altura y por su color, todos blancos, sus favoritos. Sonrió sin poderlo evitar, pensando en lo loco que estaba Kilian como para planear algo así por ella. En la mesita de noche al lado derecho vio su teléfono y al revisarlo se sorprendió al descubrir tantas notificaciones de mensajes de la misma persona. Candace estaba igual de loca. Decidió no leerlos e ir a tomar una ducha, aunque una gran parte de ella quería poder conservar el aroma de ese hombre por más tiempo en su piel. Los recuerdos de unas horas antes le vinieron en tropel provocándole una sonrisa de satisfacción. Por fin estaban juntos. Se había acabado el anhelar, los obstáculos, los ma
Al levantarse de la cama que compartía con la mujer que amaba tomó su móvil dirigiéndose a otra habitación para tomar una ducha y no despertarla. Salió del baño, se vistió, revisó sus correos y notó la exorbitante cantidad de llamadas y mensajes de su amigo, Max. Intentó llamarlo, pero fue imposible, caía directo al buzón. Ahora Kilian no sabía cómo solucionarlo y se sentía un miserable. Escuchó otra vez el último mensaje de voz y con cada segundo que transcurría sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Su primer pensamiento recorrió veloz el pasillo de su penthouse hacia la cama donde descansaba su Kassy y se movió en esa dirección. Se detuvo al abrir la puerta para observarla desde allí. Los ojos se le cristalizaron y el hueco en el pecho que había sentido hace años con su ausencia, se alojó de nuevo como regresando a su oscuro y tan bien conocido hogar, desvaneciendo a placer toda la esperanza y alegría del día anterior. Ideas, planes, opciones llenaban su cabeza para al fin