35 Él pagara.

La cabeza de Elizabeth martillaba, sus ojos picaban, y trataba de abrirlos, mientras unas caricias eran dadas en su cabello.

— Mateo. — murmuro con pesadez, y al fin pudo abrir sus parpados. — Mateo. — aseguro con una sonrisa, que poco le duro al ver el rostro serio de su jefe y fue como si una avalancha callera sobre ella recordó la noche anterior. — Dios Mateo, Delfina. — quiso ponerse de pie, y solo entonces se descubrió con una camiseta blanca y en una enorme cama. — Estamos en tu habitación. — la afirmación parecería estúpida, si no fuera porque lo ultimo que recordaba la morena, era que estaba en la estación de policía, siendo inyectada por una enfermera de la estación.

— Todo está bien, vuelve a dormir. — Mateo empujo sus hombros, sin embargo, él estaba de pie, a punto de ir a algún lado, aun en bóxer.

— ¿Qué todo está bien? Mi hija esta detenida, Mariano me acuso de tratar de matarlos y… — Elizabeth se tragó su discurso precrisis nerviosa cuando el empresario subió sobre ella.
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