La vida de Elizabeth había cambiado y no solo la de ella, sus hijos tan bien se veían afectados por todo lo que sucedía, a tal punto que para preservar su bienestar, Mateo pidió a Enrique que consiguiera una orden para los periodistas e incluso la familia de Elizabeth y Mariano, prohibiendo la mención de sus nombres y más aún la propagación de cualquier tipo de imagen, y unos días después con ayuda de Lucero los niños fueron cambiados de colegio, mientras Elizabeth y Mateo enfrentaban la opinión pública, luego de estar una semana recluidos en la mansión Zabet, más que nada vigilando la recuperación de Baltazar y Delfina, finalmente decidieron regresar a la mansión de Mateo, todos y eso incluía a Baltazar.— No comprendo que es lo que quieren, tus hermanos ya regresaron a sus hogares, y a ellos no les importo, sin embargo, aún están acampando en la calle, incluso creo que hay mas periodistas que ayer. — las cejas de Elizabeth se llegaban a tocar de lo fruncidas que estaban, mientras ve
Como algo tan pequeño podía producir tanto miedo, no lo sabían no lo comprendían o simplemente no les interesaba, porque ahora tenían un problema mucho más grande.— Debe estar mal. — chillo Delfina caminando de un lado a otro, mientras Baltazar se dejaba caer en la cama.— Es la quinta Delfi, no creo que estén mal. — dos rayas, dos líneas que dictaminaban que serían padres.— Esto no puede ser, tomo la maldita píldora, era mi primera vez, ¿Por qué? ¿Qué hice mal? Claro, ¡el maldito sombrerito! — Baltazar se puso de pie de un salto al ver que la castaña colapsaría, estaba temblando y había dejado de caminar como loca por la recamara.— No fuiste tú, yo debía cuidarte. — susurro abrazándola, y tratando de pensar, algo que no le estaba resultando, parecía que su mente había quedado en blanco.— Yo… tengo sueños, no queria un bebé, solo queria saber que era tener sexo. — se quejó mientras las lágrimas caían en el hombro de su amigo.— Tranquila Delfi, esto… debemos pensar que haremos. —
La semana había sido una locura para Elizabeth, no solo por el hecho de que al fin un juez había fijado fecha para el juicio de Mariano, uno donde no solo se vería el divorcio, ese juicio abarcaba todo, intento de homicidio, homicidio y hasta injurias pues se debatiría los dichos que Mariano había hecho en esa maldita rueda de prensa, todo quedaría expuesto y aunque Mateo le dijera mil veces que no debía preocuparse por nada, era muy difícil no hacerlo, quizás y los abogados de Mariano si tenían alguna prueba en contra de la familia Zabet, y ¿si por culpa de ella caían mafiosos que burlaban a la justicia desde hacia mucho más que 20 años?— Amor, el medico nos esta esperando. — y allí estaba la otra parte que la estresaba, tener un bebé de Mateo, no era el cargar un bebé a su edad, era el miedo que los médicos le dijeran que ya no se podria, ni con una inseminación in-vitro.— Ajam. — fue todo lo que pudo decir y camino de la mano del hombre que amaba, reprochándose como siempre, el n
Baltazar observaba la clínica, sabía que era legal, una de las mejores en interrupción de embarazos, aun así, sentía el peligro a su alrededor, no por él, ni por Delfina, sentía el peso de que acabaría con su hijo.— ¿Estas bien? — los ojos chocolate de Delfina no trasmitían nada, ni felicidad, ni alegría, absolutamente nada, estaban vacíos, algo que lo estaba preocupando desde hacía más de dos horas.— Creo que yo debería preguntar eso. — la respuesta de la joven se vio interrumpida por el ingreso de la doctora al consultorio.— Ya regresé. — dijo como si los jóvenes no se hubieran percatado de su presencia, aunque lo que queria hacer la mujer es darle privacidad ante la decisión que estaban tomando. — Aquí están los análisis y definitivamente estas embarazada, pero es muy reciente apenas un par de semanas, por lo que esto será sencillo. — sencillo, la palabra retumbo en la cabeza de Baltazar y sus dedos comenzaron a disparar un arma que ya no poseía.— Sen-sencillo. — murmuro Delfin
La calma que antecede a la tormenta, eso es lo que la casi nueva familia Zabet estaba transitando, los niños habían aceptado con agrado el ir a algunas sesiones con psicólogos, que los ayudarían a procesar mejor las cosas, por suerte Enrique había llegado a un trato con los abogados de Mariano y no pedirían a los niños testificar, aunque la verdad era que Mariano tenia miedo que ellos supieran más de lo que alguna vez demostraron, como fue el caso de Delfina, mientras que Elizabeth solo se preocupaba por preservar sus mentes, de todo el caos que los rodeaba, pues los medios aun acampaban fuera de la mansión, aunque tenían prohibido fotografiar a los niños y eso incluía a los adolescentes, que ahora ingresaban en el hotel Alma mía.— No sé porque te dejo hacer esto, debo de ser un padre responsable y cuidar de ti y nuestro hijo. — Delfina no podía evitar reír cada vez que Baltazar salía con algo como eso.— Deja de ser tan dramático, no me harán nada, en todo caso jugare su juego, tu s
Los periodistas se agolpaban a los lados de la calle, el lugar estaba sitiado, solo unas ballas en la calle principal dejaba un camino por el cual ingresar, el único y el cual tenía la calculada distribución para que cada medio fotografiara de todos los ángulos posibles a la pareja del año, “La asistente descarada y el pobre empresario seducido”, así los habían nombrado.— Deja de leer esa mierda, Eli, por favor, por una vez hazme caso. — Mateo veía por la ventanilla del automóvil de vidrios tiznados todo lo que su aparición en público estaba causando, aun así, sus sentidos estaban en ella, como siempre.— Solo trato de no ver hacia fuera, comprende que quiero distraerme, por Dios, esto es una tortura, estamos avanzando a paso de hombre, ni que estuviéramos en el carnaval de Rio, para tener tal atención… — su boca fue acallada por la de Mateo, en un beso ardiente y fuerte, una dulce tortura que la dejo sin aliento. — Teo. — se quejó tratando de saber si sus labios aun continuaban del
Mateo lanzo la toalla sin cuidado a un lado, su cuerpo se sentía renovado, pero su mente era una gran bola de estambre, donde solo era necesario tirar de una punta, para que todo saliera a flote.Deseaba tomar a su mujer e irse lejos de todo, la empresa, los periodistas, de esos malditos ojos que veían a su mujer como una bruja y que, sin embargo, una vez que escucharon su calvario comenzaron a verla con lastima, no necesitaba aquello, no para su Elizabeth, ella era fuerte, aun así, debía dejar expuesta su alma, y todo para demostrar algo que las pruebas por si sola dejaban en claro.— ¡Teo…! Wou. — la morena al fin le había dado las buenas noches a todos sus retoños, y eso incluye a Delfina, la cual paso a ver de ultimo, para cerciorarse que hubiera tomado sus vitaminas, para ella ninguno de sus hijos seria lo suficientemente grande como para dejar de preocuparse, pero ahora, todo lo que su mente podía hacer era procesar la imagen de Mateo desnudo a un lado de la cama.— ¿Qué sucede?
Un nuevo día del juicio comenzó, al igual que el día anterior los periodistas se agolpaban por todo el lugar, sin embargo, Elizabeth noto algo diferente, personas, para ser más específicos, mujeres con niños también se mezclaban entre ellos, con alguna que otra pancarta, donde dejaban en claro que le creían y por supuesto la apoyaban.— La verdad se sabrá. — aseguro Mateo y cuando estaba a punto de descender, un Ferrari negro se les coloco en frente, no se necesitaba ser un genio para saber a quien pertenecía, tanto la marca, como el color eran los favoritos del Don de Chicago.— ¡Señor Constantini! — gritaron los periodistas y se olvidaron por completo de Mateo, pues entre un empresario loco de amor y el jefe de la mafia de Chicago no había comparación.— ¿No teme que sea apresado? — grito uno de los periodist