Baltazar estaba en una bruma, de la cual poco tenia ganas de salir, se había pasado la mayor parte del día en su cuarto, viendo el techo como si fuera la cosa más interesante del mundo, no pensaba en que le había mentido a sus abuelos y padres, presentando a Delfina como una amiga y omitiendo el hecho de que era la hija mayor de Elizabeth, tampoco era el haber tenido sexo con una mujer por primera vez, todo eso quedaba en un segundo plano, ante la calidez en los ojos de Delfina, no había cambiado nada, ella lo seguía viendo de la misma forma que el día anterior, por lo que concluyó que realmente tenía una amiga leal, pero ¿él lo era? ¿debería decirle lo que su padre pensaba hacer con ellos? ¿o solo debía ir al hospital y matar a Mariano?
Aun sin saber que curso tomaría su salida nocturna, decidió abrir la caja fuerte de su cuarto y sacar su Baretta, qui
Mateo estaba en su oficina, sentado en el sofá, viendo como el cesto de basura estaba lleno, algo que nunca le había sucedido, ni siquiera cuando estudiaba, sin embargo, ahora los planos a los que tanto tiempo les había dedicado estaban en una pila arrugada, y de pronto, algo dentro de él le dijo que ese no era el lugar de aquello.Aun sosteniendo el cigarrillo quito los papeles del cesto y los extendió sobre el escritorio, mientras una tonta sonrisa se extendió por su rostro al ver las pequeñas personitas que allí estaban trazadas, por el color de cabello y altura pudo saber a la perfección a quienes había dibujado Nazareno, y se sorprendió que en lugar de dibujar a Mariano, estaba él y Baltazar, a su hijo era fácil reconocerlo, al tener el pelo azul, y él… una corta carcajada salió de su boca, al verse con un rostro sin expresión, aun así, era &eacut
Baltazar no espero más de lo debido y una vez que su padre se perdió en la enorme mansión, fue por su nueva y mejor amiga, descubriendo que la joven estaba revisando las habitaciones de sus hermanas.— ¿Qué haces? — indago con curiosidad.— Solo verificaba que todo estuviera bien. — respondió con voz quedada y sin perder tiempo el peli azul tomo su mano y la jalo hacia el jardín.— ¿Qué va mal? — indago una vez fuera, incluso parecía que el aire a su alrededor había cambiado, todo se sentía mejor con Delfina a su lado.— Mis abuelos saben que mamá le solicito el divorcio a Mariano. — las cejas de Baltazar se fruncieron, no había escuchado queja alguna del vejete, tampoco de la madre de Elizabeth, algo no cuadraba, a no ser que…— ¿Se quejaron contigo? ¿te amenazaro
Gabriel tomo el arma cuando esta aun estaba girando en el aire, pero otro disparo resonó, el Ángel de la muerte siempre sabia donde disparar, Matt ángel nunca falló un disparo, siempre certero y atento, Baltazar era así, pero en ese momento él había tomado su decisión, el Shofar no podía hacerse cargo del verdugo, no porque sintiera así sea aprecio por aquel hombre, sino porque su amistad con Delfina se lo demandaba, la estaba protegiendo con su cuerpo del ataque del verdugo, en cambio Gabriel, él si era un Ángel, uno dispuesto a cuidar a su familia.El arma nunca la sintió tan liviana y cómoda como en ese momento, la forma en la que su mano se adaptó a la empuñadura, mejor de lo que tomaba su látigo, la manera en cómo su dedo fue al gatillo, sintiendo la pequeña resistencia de esta antes de jalarlo, sentía su cuerpo caer, aun así,
Gabriel veía el blanquecino rostro de su hermano, pero también las pequeñas manos de Delfina que acariciaban el cabello peli azul de Baltazar, mientras repetía una y otra vez que abriera los ojos.— Ya deja de llorar, es fastidioso, el Shofar estará bien. — dijo de manera fría, tal vez le molestaba que esa muchacha estuviera ocupando su lugar, pues él era su hermano, no ella.— ¿Cómo lo sabes? ¿estas seguro? Baltazar me dijo que sabían dónde disparar para matar, ¿Cómo sabes que no…? — sus ojos poco la dejaban ver, el tono ofuscado de Gabriel poco le interesaba y el estúpido hipeo que salió al finalizar sus preguntas estaba alterando incluso a los esposos de Valentina Constantini y ella lo sabía, sabia todo, porque Baltazar le había contado su vida entera.— Por eso mismo, sabemos dó
Elizabeth:Las manos de Mateo aferrando el volante del automóvil llaman mi atención, la forma en como sus venas se marcan y como sus nudillos quedan blancos ante la fuerza ejercida, mientras su boca no deja de lanzar groserías.— Siempre supe que algo así sucedería, lo sabía por un demonio. — soy consciente de la violencia contenida, pero aun así no le temo, no a él.— Teo… — tengo miedo de preguntar, ¿Qué le sucedió a mi hija? ¿Qué paso con su hijo?— Estarán bien, lo prometo Eli, ellos estarán bien. — parece que quisiera convencerse más él que a mí, pero aun así quiero creer que es verdad.— ¿Qué sucedió? — mi corazón se estruja, de solo pensar mil cosas que le pudo pasar a mi niña y también a
La noche más larga de su vida, eso era lo que Elizabeth estaba viviendo, no le decían nada de Delfina, solo que la estaban interrogando, aun estando herida, era mayor de edad y ella no podía intervenir, en lo que, si podía intervenir o así sea preguntar, era por sus otros hijos, pero los agentes que la interrogaban cargaban demasiados demonios como para tener un poco de empatía.— Deja de preguntar por tus hijos, que ya sabemos que no te importan, y responde lo que, si nos interesa, ¿desde cuándo tenías planeada sus muertes? — sus muñecas dolían, pero más dolía su corazón al comprender lo que sucedía.— Si hay un culpable, no soy yo. — las lágrimas continuaban derramándose, como si tuviera cascadas en lugar de ojos, pero no lo podía evitar, sabia que no la amaba, también había comprendido que e
Stefano Zabet, siempre fue conocido por sus problemas de ira, por lo que fue llamado por su padre apenas y Mateo enloqueció; era raro como cada uno de los quintillizos era especial a su manera, Mateo había invertido mucho de su dinero en investigar la relación y conexión que poseen las personas nacidas de embarazos múltiples, esa necesidad que tenia uno de los más serios de los cinco, de tratar de encontrar la razón y los porques de todo, para Stefano era innecesario, para él todo era “normal” aunque no fuera así, mientras Felipe era bueno, divertido y en su ser no cabía lugar para el rencor, Ámbar era lo opuesto, vengativa, rencorosa y poco dispuesta a compartir, mientras Victoria era un remanso de paz como Felipe, sin embargo cuando su lado vengativo despertaba hasta las sombras temblaban, y luego estaban ellos, las dos ovejas descarriadas, Stefano con sus problemas de ira, pero una vez
La cabeza de Elizabeth martillaba, sus ojos picaban, y trataba de abrirlos, mientras unas caricias eran dadas en su cabello.— Mateo. — murmuro con pesadez, y al fin pudo abrir sus parpados. — Mateo. — aseguro con una sonrisa, que poco le duro al ver el rostro serio de su jefe y fue como si una avalancha callera sobre ella recordó la noche anterior. — Dios Mateo, Delfina. — quiso ponerse de pie, y solo entonces se descubrió con una camiseta blanca y en una enorme cama. — Estamos en tu habitación. — la afirmación parecería estúpida, si no fuera porque lo ultimo que recordaba la morena, era que estaba en la estación de policía, siendo inyectada por una enfermera de la estación.— Todo está bien, vuelve a dormir. — Mateo empujo sus hombros, sin embargo, él estaba de pie, a punto de ir a algún lado, aun en bóxer.— ¿Qué todo está bien? Mi hija esta detenida, Mariano me acuso de tratar de matarlos y… — Elizabeth se tragó su discurso precrisis nerviosa cuando el empresario subió sobre ella.