María Teresa estalló en llanto. Alba abrazó a su madre, con los ojos cristalinos.
—Mamá, tú no tienes la culpa, tú confiaste en la palabra de ese hombre.
Alba recordó que ella también confió en las promesas de Santiago, con la diferencia que él se encontraba a su lado, respondiendo por su hijo.
—Después me di cuenta de que estaba embarazada, mi padre enfureció, no me echó de la casa, pero dejó de apoyarme para mis estudios, entonces donde una vecina aprendí a coser, luego de cuatro años mi hermana Graciela repitió mi historia y nuestro padre falleció a causa de un infarto. Siempre pensamos que nosotros tuvimos la culpa.
—¡Claro que no! —dijo Diana— eso fue algo que pasó, de seguro tu padre ya estaba enfermo. —¿Y có
Santiago se aproximó a ella, acarició su mejilla. —Yo siempre te he amado y te voy a amar toda la vida, pero si necesitas ser libre para que puedas sanar tus heridas, y perdonarte a ti misma, y después de eso si se da la oportunidad me perdones a mí también, me alejaré —aseveró mirándola a los ojos—. Aunque ya me di por vencido. Me cansé de rogar, e implorar, de suplicar perdón. Sé que cometí un error, y bien caro pagué por eso, sin embargo, yo nunca te mentí, siempre fue sincero contigo, y esperaba lo mismo de tu parte, es verdad que los celos me cegaron, que no permití que me explicaras, pero ¿alguna vez te pusiste en mi lugar? —cuestionó— si hubiera sido al revés ¿Qué habrías hecho? —averiguó. —¡No lo sé! —exclamó Alba, inclinando la mirada. —Huiste, te castigaste, has descargado todas tus frustraciones en mi persona, y no creo merecer eso. No soy un miserable, no te engañé, no me burle de ti. Mis intenciones er
New York- Usa Días después. Santiago había regresado a su casa. Tere consideró que si no estaban casados no tenían por qué vivir juntos. Ambos jóvenes aceptaron y comprendieron a la señora. No obstante, almorzaban juntos, salían a cenar, estaban recuperando el tiempo perdido, sin embargo, Alba estaba decidida a demostrarle a él que en verdad lo amaba, además Isabella, y María Paz, ya se habían encargado de darle muchas ideas. Esa mañana Alba se metió a la ducha, decidida a poner en práctica los consejos de sus cuñadas. Ella sabía que ese día había una Junta General de Accionistas en Vid-Mal, y que él iba a asistir, por eso decidió sorprenderlo. La joven salió con una gran determinación, dejando atrás sus miedos e inseguridades, desayunó junto a su madre y Alex, entonces llevó a su niño a la escuela, porque Santiago
Diana luego de la reunión en Vid-Mal acudió al encuentro con su socio y amigo Jean Carlos. La elegante dama se despidió de su esposo con un beso en los labios, y bajó del auto. Caminando con la seguridad que la caracterizaba ingresó al edificio. El guardia la saludó y ella respondió con una sonrisa, de inmediato se dirigió a las oficinas administrativas.—Buenas tardes —habló al notar en el reloj de pared que ya era mediodía.—Bienvenida —respondió Jean Carlos con una amplia sonrisa, se puso de pie, y la abrazó.Diana ladeó los labios arrugó el ceño.—¿A qué debo tanta efusividad? —cuestionó.—Ya lo verás —respondió él.La señora Vidal hizo una mueca, y tomó asiento e
Alba sonrió al mirar a Santiago esperándola.—Huele delicioso —comentó él al inhalar el exquisito aroma que emanaba de la bandeja.—Se llaman polvorosas, es una receta caraqueña. Espero que lo disfrutes —expresó cortando un cuadrado para colocarlo en el plato de él.—Estoy seguro de que sí —aseveró mientras rebanaba un pedazo y con un cubierto se lo llevaba a la boca. Santy saboreó esa preparación disfrutando de aquella sazón—. Delicioso —mencionó mordiendo sus labios.La boca de Alba se abrió ligeramente al ver la forma tan sensual en la que él saboreó el platillo. Cuando Santiago la miró sus mejillas se enrojecieron. Llevó a sus labios la copa de vino para aplacar el fuego que se había despertado en su interior.&
María Paz en el avión de regreso a su casa, no paraba de llorar, trataba de pensar en cualquier cosa, menos en las duras palabras de Joaquín, no comprendía como si la noche anterior le brindó aquella fiesta, ella estaba tan feliz, la alegría reinaba en la hacienda y en un abrir y cerrar de ojos todo cambió.Tampoco comprendía como Joaquín de la noche a la mañana, había vuelto a las andanzas, para ella eso parecía una pesadilla, un mal sueño del cual quería despertar, atrás quedaron todos aquellos hermosos momentos que vivió al lado de él, en su mente se proyectaban los recuerdos de esas tardes que ella lo esperaba y se lanzaba a sus brazos cuando él regresaba de inspeccionar los cafetales, o corrían por la hacienda jugando, los momentos junto al río, los sueños de formar una familia, de ver a sus hijos crecer en aquel
Manizales-Colombia Después de la confesión de Joaquín, él aún permanecía recluido en una celda del Ministerio Público a espera de la orden para llevarlo a la Cárcel Nacional de Varones. El calabozo era frío, oscuro, el piso de cemento, las paredes mal pintadas, con varias frases escritas, una vieja cama de madera de una plaza y un acabado colchón eran sus únicas compañías; el lugar se veía descuidado, sucio. Él prefería ser quien se sacrificara, no imaginaba a su amada esposa en un sitio así. Joaquín que desde que nació había crecido lleno de lujos y comodidades ahora se encontraba en el peor lugar que él pudo haber imaginado. Se quedó de pie recordando la mirada de decepción de su esposa, cuando la vio partir de la hacienda, fue para él como si la vida se le hubiera ido con ella, desde ahora en adelante su existencia ya no tenía sentido. María Paz, era la razón por la cual decidió cambiar
Alba y Santiago junto a su hijo, salían tomados de la mano del juzgado, Alex ya era un Vidal. A pesar de que la vida había mejorado para ambos, aún se sentían tristes por lo sucedido con María Paz. Del juzgado se dirigieron a la casa de los padres de Santiago, quienes organizaron un almuerzo, para celebrar. La señora Vidal, como siempre los recibió con mucho cariño. Isabela, Nando y sus pequeños hijos ya habían llegado, María Paz tratando de disimular su tristeza, saludó a su sobrino con una sincera sonrisa. Tomaron asiento en la sala de la casa, mientras Santiago se dirigió con María Paz a su habitación, ambos se sentaron en su cama —¿Cómo te sientes hermana? —cuestionó el joven acariciando el cabello de ella. —Más tranquila, pero aún no logro saber qué sucedió. —Presionó sus labios conteniendo las lágrimas. —Es que yo aún no puedo creer que Joaq
Días después.Alba caminaba de un lado a otro, esperando a que Santiago llegara al apartamento para cumplir con la invitación de llevarlo a cenar.La joven terminaba de arreglar uno de los rizos de su cabello cuando escuchó a Alex, gritar.—¡Papi!Alba sonrió, no pudo evitar que su corazón sucumbiera ante la presencia del amor de su vida, quién se había mudado con ellos días atrás, cumpliendo su promesa de no volver a alejarse de su lado.Alba tomó su bolso y salió directo al salón; la mirada de Santiago, se iluminó por completo, al verla con un elegante vestido corto color ciruela, que le llegaba más arriba de la rodilla, sin mangas y con escote discreto.—Hola, amor —saludó, colocando a Alex, en el piso para acercarse a ella y besarla. —¡Estás hermosa! —murmuró a su oído.—Gracias —respondió suspirando la joven, rozando con delicadeza sus labios con