María Paz en el avión de regreso a su casa, no paraba de llorar, trataba de pensar en cualquier cosa, menos en las duras palabras de Joaquín, no comprendía como si la noche anterior le brindó aquella fiesta, ella estaba tan feliz, la alegría reinaba en la hacienda y en un abrir y cerrar de ojos todo cambió.
Tampoco comprendía como Joaquín de la noche a la mañana, había vuelto a las andanzas, para ella eso parecía una pesadilla, un mal sueño del cual quería despertar, atrás quedaron todos aquellos hermosos momentos que vivió al lado de él, en su mente se proyectaban los recuerdos de esas tardes que ella lo esperaba y se lanzaba a sus brazos cuando él regresaba de inspeccionar los cafetales, o corrían por la hacienda jugando, los momentos junto al río, los sueños de formar una familia, de ver a sus hijos crecer en aquel
Manizales-Colombia Después de la confesión de Joaquín, él aún permanecía recluido en una celda del Ministerio Público a espera de la orden para llevarlo a la Cárcel Nacional de Varones. El calabozo era frío, oscuro, el piso de cemento, las paredes mal pintadas, con varias frases escritas, una vieja cama de madera de una plaza y un acabado colchón eran sus únicas compañías; el lugar se veía descuidado, sucio. Él prefería ser quien se sacrificara, no imaginaba a su amada esposa en un sitio así. Joaquín que desde que nació había crecido lleno de lujos y comodidades ahora se encontraba en el peor lugar que él pudo haber imaginado. Se quedó de pie recordando la mirada de decepción de su esposa, cuando la vio partir de la hacienda, fue para él como si la vida se le hubiera ido con ella, desde ahora en adelante su existencia ya no tenía sentido. María Paz, era la razón por la cual decidió cambiar
Alba y Santiago junto a su hijo, salían tomados de la mano del juzgado, Alex ya era un Vidal. A pesar de que la vida había mejorado para ambos, aún se sentían tristes por lo sucedido con María Paz. Del juzgado se dirigieron a la casa de los padres de Santiago, quienes organizaron un almuerzo, para celebrar. La señora Vidal, como siempre los recibió con mucho cariño. Isabela, Nando y sus pequeños hijos ya habían llegado, María Paz tratando de disimular su tristeza, saludó a su sobrino con una sincera sonrisa. Tomaron asiento en la sala de la casa, mientras Santiago se dirigió con María Paz a su habitación, ambos se sentaron en su cama —¿Cómo te sientes hermana? —cuestionó el joven acariciando el cabello de ella. —Más tranquila, pero aún no logro saber qué sucedió. —Presionó sus labios conteniendo las lágrimas. —Es que yo aún no puedo creer que Joaq
Días después.Alba caminaba de un lado a otro, esperando a que Santiago llegara al apartamento para cumplir con la invitación de llevarlo a cenar.La joven terminaba de arreglar uno de los rizos de su cabello cuando escuchó a Alex, gritar.—¡Papi!Alba sonrió, no pudo evitar que su corazón sucumbiera ante la presencia del amor de su vida, quién se había mudado con ellos días atrás, cumpliendo su promesa de no volver a alejarse de su lado.Alba tomó su bolso y salió directo al salón; la mirada de Santiago, se iluminó por completo, al verla con un elegante vestido corto color ciruela, que le llegaba más arriba de la rodilla, sin mangas y con escote discreto.—Hola, amor —saludó, colocando a Alex, en el piso para acercarse a ella y besarla. —¡Estás hermosa! —murmuró a su oído.—Gracias —respondió suspirando la joven, rozando con delicadeza sus labios con
Semanas después. Alba caminaba del brazo de su madre por el enorme centro comercial. La chica sonreía al ver a su progenitora escoger varios adornos para el nuevo apartamento. —En este florero quedarán hermosos los girasoles que tanto me gustan —comentó Maite, suspirando. —Sí mamá —respondió Alba—. Vamos a pasar por la floristería y compraremos todas las flores que desees —mencionó la joven mirando a su mamá con gran ilusión. La chica se sentía orgullosa de por fin poder darle a su madre la vida que merecía. Luego de caminar por varias tiendas y de adquirir muchas cosas Alba llevó a su madre al salón de belleza. —¿Qué hacemos aquí? —cuestionó dubitativa la señora Rodríguez. —Deseo que te consientan y te dejen más hermosa de lo que ya eres —advirtió Alba—, durante muchos años te olvidaste de ti, para dedicar tu v
Teresa abrazó a su hija, sin parar de llorar. —Yo... estuve mucho tiempo en coma, cuando desperté no sabía quién era —explicó—, lamento que mi imprudencia...—presionó sus labios sosteniendo entre sus manos su atormentada cabeza. —Maite, nosotros no sabíamos que estabas embarazada, no te hubiéramos desamparado. Alex nunca comentó nada sobre ese asunto. —No sé qué sucedió —habló Alejandro abatido. —Es que no lo sabías —confesó Teresa—, cuando no regresaste por mí, fue que me di cuenta de que estaba embarazada —explicó y luego dirigió su mirada a Jean Carlos. —¿Por qué no se contactaron conmigo? ¿Por qué no me avisaron? —Para mis padres el accidente de mi hermano fue algo muy duro, ellos lo trajeron a Estados Unidos esperando que se recuperara, yo me hice cargo de los negocios, todos tratamos de olvidar ese terrible momento. Teresa en ese insta
Manizales- ColombiaDías después.Joaquín Duque aquel mediodía volvió a ver la luz del sol, y respiró aire libre. Al haberlo tenido incomunicado no supo que su esposa estaba al tanto de su sacrificio. Su padre apareció y lo estrechó en fuerte abrazo.—Bienvenido, mijo —habló Miguel con la voz entrecortada.—Gracias papá —respondió el joven Duque con un dejo de tristeza en el tono de su voz.—¿Atraparon a los culpables? —cuestionó presionando sus dientes.—Los dirigentes del partido huyeron, como siempre —explicó con seriedad—. Los que están en prisión fueron los empleados que se encargaron de colocar la droga en los sacos de café por orden de Martínez y S&aac
New York- Usa. Alba suspiró profundo y caminó hacia el interior de aquel edificio. Con las manos temblorosas tocó el botón del elevador y entró en él. Segundos más tarde se encontró en el piso quince. Cuando salió del ascensor se quedó estática, arrugó el ceño y parpadeó al mirar al elegante y atractivo hombre que abandonaba el apartamento de su amiga Angélica. El caballero pasó por su lado, y ella pudo apreciarlo de mejor manera, notando lo bien parecido que era ese hombre, entonces cuando él se marchó ella tocó el timbre del apartamento. —¿Qué quieres? —gruñó Angélica abriendo la puerta, pensando que Francisco Mondragón había olvidado algo. Alba parpadeó y arrugó el ceño al mirar los ojos enrojecidos y llorosos de su amiga, su cabello alborotado y su ropa ajada. —Ese hombre ¿Te hizo daño? —cuestionó con preocupación
Cuatro meses despuésLa playa de los Frailes en Ecuador, fue el escenario escogido por los novios para unir sus vidas.El verde azulado de las aguas y el manto de arena que cubrían la playa acompañada de la suave brisa del mar escoltaban a los hermosos troncos de caña guadua que formaban un arco frente al océano adornado con una delicada cortina blanca y rosas del mismo color.En medio una mesa con mantel beige, mostrando hermosos adornos florales estaba lista para recibir a los novios. Las sillas acomodadas en filas para los invitados vestían una fina tela blanca con lazos turquesa aparentes al color del agua del mar.Santiago, en la habitación del hotel, no podía realizar el nudo de su corbata, las manos le temblaban, su padre lo ayudó. El novio para aquella ocasión tan importante escogió un traje