Bronx- New York, Usa.
Días después.
Alba observaba con un vacío en su corazón, como sus compañeras de habitación recibían visitas de sus familiares, en especial de los padres de sus bebés.
Miraba a su pequeño con lágrimas en los ojos, y se recriminaba por todo lo sucedido, y más porque su niño, repetiría su misma historia, al no crecer junto a su padre.
—Hola muchacha.
Esa dulce voz la sacó de sus cavilaciones, limpió su rostro con el dorso de su mano, mientras sostenía a su bebé en sus brazos.
—Buenos días —saludó con emoción, observando con ternura a la mujer.
—Me alegra que tú y tu niño estén bien.
—Muchas gracias, señora. Me gustaría saber su nombre —solicitó Alba mirando con cariño a la buena mujer.
Queridos lectores empieza la vida de Alba como mamá, veremos cómo saca a su hijo adelante, lo importante es que en aquel albergue ya tiene techo y comida, y además cuidan a su pequeño. No olviden dejar sus reseñas, comentarios. Para inquietudes los espero en mi grupo de Face: Si me ves llorar por ti by Angellyna Merida.
Nueve meses después La recuperación de Joaquin y Santiago, no fue nada fácil, ambos jóvenes tuvieron en primer lugar que aceptar que estaban enfermos, para que ellos por sí mismos pudieran colaborar con la siguiente fase del tratamiento que era recibir terapia de desintoxicación con fármacos y luego recibir terapia psicológica, Al principio no recibían visitas de sus familiares, cuando fueron tomando conciencia y se dieron cuenta del daño que se hacían a ellos mismo, empezaron a hablar de las causas que los motivaron a perderse en el alcohol, en el caso de Santiago la decepción amorosa que sufrió con Alba, entre tanto Joaquín, tenía graves problemas ocasionados en la niñez, la culpa que sentía por la muerte de su madre, aquel miedo de perder a las personas que amaba, sumado a que la mujer que amaba lo había rechazado, conllevaron a que su adicción al alcohol se agudizara. Santiago una vez recuperado de s
Bronx- New York, Usa. Alba jugaba con el pequeño Alex, quien gateaba por el piso de la alcoba que aún compartían en el albergue, miraba a su hijo con mucha ternura, ella desde el día que nació se dedicó en cuerpo y alma a él. El niño ya tenía un año de vida, A la joven madre no le importaba andar con los zapatos viejos, o la ropa con remiendos, con tal que su bebé tuviera lo mejor. No tenía lujos, sin embargo, con lo poco que ganaba no dudaba en gastar en el infante, él había llegado al mundo a ser su alegría, no le importaba las habladurías de la gente sin oficio, cuando la discriminaban e insultaban por ser madre soltera, a pesar de eso ella se sentía orgullosa de su pequeño. La muchacha trabajaba las mañanas limpiando casas, esta era la tercera vez que empezaba un empleo nuevo; el motivo: el asedio de sus jefes, algunos se querían pasar de listos con ella, la muchacha no se dejaba y por eso fue despedida en dos ocasiones.<
Bronx- New- York, Usa. Alba llegó emocionada al albergue con Alex en sus brazos. —¿A qué no adivinan quién aprendió a caminar? —habló con la mirada iluminada, colocó al pequeño en el suelo, él se tambaleó un poco, entonces ella se agachó a la misma altura de su hijo, para que, si llegara a perder el equilibrio, sostenerlo. Alex dio unos pequeños pasos, vaciló, y cayó sentado. Alba se llevó la mano a la boca, pensando que el bebé iba a llorar, para su sorpresa, emitió una gran risa. —¡Es valiente! —exclamó la señora Rocío, quién era la persona que se quedaba a cargo de Alex, mientras su madre trabajaba. —Claro que es un valiente, sí ha sobrevivido conmigo, cuando a veces no teníamos ni qué comer, ni dónde dormir, a pesar de las circunstancias en las que nació, es un niño sano y fuerte. —Tú lo eres más muchacha, otra en tus co
Bronx- New York, Usa. Un año después. Alba, de nuevo fue despedida de su trabajo, esta vez su antiguo jefe había querido abusar de ella, la muchacha para defenderse golpeó al hombre con un florero, provocándole una gran herida. La joven pasó varias noches sin dormir pensando que ese sujeto iba a poner una demanda en su contra, la buena noticia fue que no la denunció, pero si le anuló todas las posibilidades de conseguir un nuevo empleo desacreditándola. Un mes llevaba sin encontrar nada, necesitaba la recomendación de su trabajo anterior y no la tenía. Llegó al albergue desilusionada, en ese momento no poseía un centavo en el bolsillo. Al ingresar a la casona Rocío salió presurosa, pálida y con la respiración agitada. —Al fin llegas muchacha... tu hijo... —¿Qué le pasa a Alex? —inquirió A
Alba caminó con lentitud hacia la salida. Con el corazón destrozado y la desesperanza reflejada en su rostro, estaba a punto de abandonar la droguería cuando de pronto sintió que alguien tocaba su hombro. Volteó y observó a una señora de unos sesenta y más años, de mirada dulce, de finas facciones, de rostro apacible. —Muchacha disculpa que me entrometa, escuché que necesitas unos remedios para tu niño —mencionó con su delicada voz. Alba se secó un poco las lágrimas con las manos. —¡Mi hijo se muere! —exclamó, y volvió a llorar sin consuelo, la amable mujer la abrazó, tratando que se tranquilizara, compartiendo el dolor de aquella joven, que era el mismo que sintió años atrás cuando perdió a su hijo. —Ven muchacha, pide lo que necesitas yo pago. Alba abrió sus ojos de par en par su corazón saltó en su pecho no podía creer lo que escuchaba. Se quedó sorprendida observand
Dos años después. Alba vestía a su pequeño hijo para su primer día de clases. Alex estaba muy emocionado porque le gustaba aprender cosas diferentes. —Déjame verte mi amor —pidió observando a su niño con su uniforme impecable. Los ojos de ella se cristalizaron sintiendo nostalgia, ver a Alex, con su pantalón de vestir azul marino, su camisa blanca y su chompa celeste revivió en ella tantos recuerdos en especial la imagen del padre de la criatura se vino a su memoria. —Vamos rápido, mamá, quiero conocer mi nueva escuela —dijo con emoción Alex. Alba se secó las lágrimas, tomó de la mano a su niño, caminaron varias cuadras, cuando llegaron a la escuela, la muchacha se inclinó y se puso a la misma altura de su hijo. —Alex recuerda que no puedes irte con extraños, la única persona que te viene a retirar soy yo. ¿Sabes nuestra clave? El niño
Santiago Vidal, observaba a través de los grandes ventanales de su imponente oficina como la lluvia caía con fuerza. Ese ruido ensordecedor lo atormentaba. Le recordaba esa fatídica noche en la que todo terminó cinco años atrás. Resopló con un sentimiento de congoja anidado en su pecho, con sus tristes ojos azules miró el agua golpear el vidrio, de la misma forma en que los recuerdos martillaban su corazón. Colocó sus manos sobre la cornisa, y suspiró. Divisó como una bruma de neblina cubría los grandes rascacielos, tornando el cielo gris, tal cual su vida se transformó desde aquel instante. De nuevo aquella sensación de soledad cubrió su corazón, los remordimientos, no lo dejaban en paz hace ya un largo tiempo, en especial en la
Alex subió al ascensor tomado de la mano de la señora Roxanne. Santiago con la voz temblorosa y los ojos enrojecidos, suspendió la reunión, y enseguida invitó a Angélica a su oficina de él.La joven venezolana miró el lujo de esa habitación mientras el pequeño Álex estos años había vivido en un humilde albergue.Angélica se sentó frente a él. Santiago no sabía ni por dónde empezar, ni qué preguntar, todo eso era tan inesperado.—¿Por qué no me dijo? ¿Por qué no me buscó? —cuestionó llevándose ambas manos al cabello—. Yo tenía derecho a saber de la existencia del niño —expresó él respirando con dificultad.Angélica resopló molesta.—Tú sí que no tienes sangre a la cara ¿Cómo te iba a buscar después de todo lo que le dijiste? ¿Le hubieras creído que el niño era tuyo? —cuestionó mirando a Santiago, con sus profundos ojos negros que centellaban de ira.—Ella me mintió,