Franco exhaló con fuerza en cuanto vio a Livia entrar a la capilla del cementerio del brazo de Elías. A decir verdad, no esperaba que fuera, aunque mentiría si dijera que no se sintió bien saber que estaba allí, sin importar que fuese a metros de él. Evitó mirarlos una vez iniciada la liturgia exequial, pero le fue imposible. Cada tanto, sus ojos la buscaban como si no pudiesen escapar de su influjo, como si la única fuente de la paz que necesitaba la tuviese ella. Sin embargo, sabía que no era así. Livia era sinónimo de problemas, caos y para bien de ambos, debían permanecer lejos uno del otro.No le sorprendió para nada ver repleto el lugar pues su tía había sido una mujer con muchas conexiones a pesar de su mal carácter. Sonrió al pensar en que si era verdad lo que muchos creían, debía estarlo maldiciendo en ese momento por someterla a un rito católico, pero se había comprometido en al menos cumplir su promesa de cremarla después. Era un momento extraño para él, pues había perdi
Livia presionó el botón del piso que la llevaría frente a él con insistencia. La furia que le corría por las venas y que le impedía respirar con normalidad, en lugar de disminuir, aumentaba segundo a segundo con solo recordar los comentarios que escuchó a sus espaldas en la cafetería de la empresa. Las risas contenidas de esos hombres le provocaron un deseo irrefrenable de hacerlo sufrir lentamente cuando mencionaron a quién tenía en su oficina y lo que podrían estar haciendo en esos momentos. Lo había esperado por horas en la estúpida cita del lunes que tuvo que agendar con su secretaria, Patricia, como si fuese cualquier otro empleado, y no tuvo la mínima cortesía de avisar que no se presentaría en los siguientes dos días. Se sentía estúpida y manipulada por haberse compadecido de él por la pérdida de su tía y la situación de su madre, de la que no sabía nada hasta que Viviana la ocultó en la misma casa por unos días. Y ahora, él volcaba todo ese supuesto sufrimiento sobre Bárbar
Lo escuchó tras de sí mientras ella corría al baño. Ni siquiera le dio tiempo de cerrar la puerta antes de caer de rodillas frente al inodoro y expulsar todo lo que había desayunado obligada por Elías, junto al té de jengibre que pidió en la cafetería minutos antes de salir. Bebida que tomó como medida de precaución para no hacer justo lo que hacía en ese momento.Sintió algo frío en su frente y se dio cuenta que Franco deslizaba un paño húmedo, apartándole el mechón de cabello rebelde que siempre le caía sobre los ojos. Le ofreció un vaso con agua que no le dio tiempo a agradecer, porque al mismo tiempo él se sentó a su lado en el piso y empezó a acariciarle la espalda de arriba abajo en un movimiento que la relajó de manera inmediata. —¿Estás bien?—Sí, seguro algo me cayó mal —dijo sin atreverse a mirarlo.—¿Mal? —preguntó alterado—. No creo que… Bueno, —Lo escuchó aclararse la garganta un momento y luego dijo—: Seguro fue eso. Tienes que ir al médico. Es más, vamos ahora. Del sa
Franco abrió los ojos al escuchar voces del otro lado de la puerta y se apresuró para alejarlos de allí. No quería que nadie la despertara, era suficiente con las enfermeras llegando cada hora a revisar sus signos y hacía casi dos que había terminado su bolsa de suero, por lo que creyó que al fin le permitirían descansar adecuadamente. Del otro lado de la puerta, Clara, Abril y Elías no se ponían de acuerdo entre quién entraría primero y eso lo hizo enfurecer. Tampoco quería a nadie cerca de Livia. El susto que le dio al desmayarse ya lo hacía sentir con la suficiente culpa y no los echaba de allí como deseaba para no empeorar las cosas, pero sí los haría callar, así que salió.—¿Qué quieren? Acaba de quedarse dormida —Se acomodó el cabello con los dedos, que por la forma en que Abril lo miró divertida, debía estar hecho un desastre.—El doctor me dijo que está bien. —Elías no se veía nada contento y eso le daba igual.—Pero no le dará el alta sino hasta mañana. Franco no admitiría
La camioneta aceleró por la zona del hospital donde hacían entregas de suministros y maquinaria mientras Franco iba sentado atrás, refunfuñando al mirar a Livia en el asiento del copiloto. Ella llevaba una sonrisa satisfecha al haber simulado que se quedaría junto a él antes de cruzar como una chiquilla adelante. Goran iba sonriendo como un niño, celebrándole su actuación, sin sospechar que el suizo se estaba planteando devolverlo a Eslovenia por insidioso.Los nervios lo atenazaron de nuevo al cruzar los portones del castillo, porque no estaba seguro de que pudiese soportar el rechazo de Livia si le proponía que le diera un momento para hablar, sentar las bases de lo que sería para ellos convivir bajo estas nuevas circunstancias. Goran le ayudó a bajar y él los siguió sin dudar. Esperaba que la acompañara hasta el salón, pero su mano derecha se despidió de ambos con un asentimiento cerca de la entrada y se desvió hacia la casa de la piscina que ocupaba, lejos de los demás. —Franco,
Livia tenía por costumbre permanecer con los ojos cerrados unos minutos mientras se despertaba del todo. Si no tenía prisa, disfrutaba escuchar lo que había a su alrededor. En ocasiones, se quedaba así hasta que el sueño la vencía de nuevo, pero en muchas otras, deseaba no volver a despertar. Justo como en ese momento. El dolor no le permitía moverse con la agilidad acostumbrada y el malestar en general le impedían sentirse cómoda consigo misma. Le lavaron el estómago y estuvo llorando por horas bajo el escrutinio de Franco y de Goran, quienes parecían demasiado ensimismados como para alejarse de ella y evitarle la incomodidad de ser observada en un momento tan vulnerable como aquel, aunque de cierta forma se sentía agradecida por no estar sola.La caricia sobre la mano canalizada quería obligarla a abrir los ojos, pero por la colonia que llegó a sus fosas nasales supo que no se trataba de Franco, así que se atrevió a mirar.—Les dije que no estaba durmiendo —dijo Abril con una risit
Franco entró a la habitación hasta que Goran le avisó que las chicas se habían ido. Estuvo en la sala de recién nacidos, mirando a través del cristal el sinnúmero de razones por vivir que dormían o lloraban en sus cunas. Algo más fuerte que él lo llevó hasta allí, pero esa misma sensación mutó a una de desolación que se negaba a asumir. Lo entendió cuando miró a Livia tiritar bajo la sábana impoluta y ella lo miró con los ojos anegados en lágrimas. —Llévame al baño… —musitó y tuvo que hacer un enorme esfuerzo por reprimir en sí mismo el llanto que escuchó en ella al alzarla en brazos.—Livia… —dijo sobre su cabello, incapaz de soltarla y dejarla sola sobre el váter. Quiso ayudarle con la compresa higiénica que le habían colocado, debido a la hemorragia, pero ella le clavó las uñas en la muñeca con fuerza cuando estaba de pie frente a él, negándose con desesperación.—No lo logramos… —musitó sin apartar sus ojos de los suyos. Lucía convencida y aunque muy dentro de su ser sabía que t
Afuera, el sol brillaba en todo su esplendor y el cielo lucía despejado, un día perfecto que no estaba en sintonía con ella, con el luto que llevaba por su pérdida. La gente iba y venía por el estacionamiento del hospital y más lejos, los automóviles continuaban moviéndose de un extremo al otro de la ciudad. La vida seguía y el tiempo no se había detenido por ella o por lo que sentía. Acarició su vientre plano y volvió a mirar a través del cristal con el deseo irrefrenable de que todo lo malo que le había ocurrido en la vida se borrara con el calor del día en cuanto saliera de allí. Abril se acercó a su espalda y la abrazó con ternura. —¿Estás lista? Livia asintió, mirando de soslayo la cama vacía que la acompañó en las últimas horas en las que creyó no ser capaz de sobrevivir.—¿Viste a la mamá de Clara?—Sí y le di lo que le enviaste. Ay, Livy, me dijo que la sacaste de un aprieto. —Se apoyó en la pared frente a ella. —¿Por qué? Franco me mostró las fotos de la nueva casa de Cl