—Por más que llevemos años en este mundo de la fama, no termino de acostumbrarme a este tipo de eventos —murmuro con hastió Nina, bebiendo un poco de champaña—. Es tan aburrido tener que fingir que te lo estás pasando bien, sonreír a diestra y siniestra cuando ni siquiera tienes ganas. Odio estar aquí cuando lo único que quiero es estar en mi habitación llorando y comiendo helado porque no veré a Jared dentro de quince días.Me rio por lo bajo y saludo a un hombre que pasa cerca de nosotras, alzando su copa a nuestra salud.—La verdad, yo también odio toda esta farsa que se inventan para socializar y hacer alianzas para su propio enriquecimiento —concuerdo y bebo también de mi copa, mirando a nuestro alrededor. Estamos en el mismo hotel donde semanas atrás irrumpí como justiciera en la boda de Jair, solo que esta vez estamos un uno de los salones de eventos.Esta noche se trata de una cena benéfica auspiciada por la cámara de ministros de Melbourne; y por supuesto que Úrsula no pudo r
Nina se ha marchado hace veinte minutos del evento y para mi suerte no me ha faltado buena compañía desde entonces; he hablado con varios colegas del medio y alguno que otro político amigo de Úrsula, todos muy amables. Ahora me encuentro bastante entretenida mientras platico cerca de la pista de baile con una de las mujeres más vistas en toda Australia.—Te juro que ame el último desfile que hicieron en Mila, incluso me compre dos vestidos de esa colección —me dice muy animada, Sophie Pratt, presentadora de televisión nacional.—Espero que haya sido de los que yo modele —le digo en tono cómplice y juguetón.— ¡Pero por supuesto que sí! —Exclama alzando las manos—. Y también el que desfilo Nina Bianchi. Ame ese vestido, no sé si es el color rojo o el escote que tiene pero es jodidamente sensual y me trajo buenos resultados cuando lo use —se ríe disimuladamente viendo hacia un grupito de personas al otro extremo del salón.—Me alegra mucho que te hayan gustado tanto —le digo tocando su
—Llegue a pensar que este encuentro nunca se daría —sonríe abiertamente y su felicidad infantil me llena de calidez el pecho—. Me da gusto haberme equivocado.—Y yo lamento haberlo olvidado, Charlotte —le tomo la mano y ella le resta importancia al asunto con un gesto cabeza—. ¿Cómo has estado? Digo, después de todo lo que sucedió con Jair.Ella suspira largamente y baja la mirada. Luce tan indefensa que siento unas ganas terribles de abrazarla; quizás tenga que ver con que hoy se ve mucho más joven con ese vestido rosa de escote cuadrado y mangas de farol, largo y sin mucho entalle. Me atrevería a decir que le queda una talla más grande.Esta chica necesita con urgencia que alguien asesore su imagen.—Bueno, en términos generales estoy bien —dice bajito, casi con voz pausada—. No te voy a mentir, después de enterarme del engaño de Jair, llore muchísimo y me sentí tan miserable y poca cosa —su voz se quiebra y me mira entre sus pestañas con al de timidez—. Verte a ti y luego a mí, pue
Me estremezco entera cuando mi ángel de ojos grises no pierde tiempo y me toma de la cintura, encajando sus deliciosos labios contra los míos. Gimo de placer al sentir la humedad de su lengua mientras recorre y saborea mi boca; estoy en el paraíso y no quiero que nadie me saque de él. Una desenfrenada tibieza brota de las profundidades de mi vientre, expandiéndose en electrificantes ondas de placer que recorren cada parte de mi cuerpo, mis piernas tiemblan sobre mis altos tacones y tengo que aferrarme con más fuerza al cuello de Kenneth.—No existe nada más embriagador que tus labios, muñeca —me dice haciendo una corta pausa mientras recuperamos el aliento; nuestras frentes unidas, ojos cerrados y alientos entremezclándose. Sonrió feliz de estar a su lado—. Te juro que nunca había probado nada que me generara tanto placer. Eres sin duda muy adictiva, Agatha.—Supongo que esa es tu manera de decirme que beso bien, ¿no? —me rio y termino por abrir mis ojos, la intensidad de los suyos me
— ¿Qué lugar es este, ángel? —Miro a través del vidrio tintado; sé que estamos en Docklands, pero no reconozco el sitio al que hemos venido. Kenneth se ha estacionado en la parte trasera del establecimiento.Volteo a ver su rostro es la semi oscuridad del auto y parece que sonríe.—Para poder entrar necesito que te cambies de ropa —comenta sin resolver mi duda y creándome otra incógnita.—No tengo nada más que lo que traigo puesto —miro mi vestido de fiesta y frunzo el ceño—. ¿Hay algo de malo con él?—En absoluto, princesita —suelta su cinturón y se inclina hacia mi asiento—. Si por mí fuera, jamás dejaría que te lo quitaras, pero para lo que tengo preparado esta noche, dudo mucho que lo necesites.Mi ceño se frunce aún más sin entender de lo que se trata.—Pero, es que no tengo que ponerme —digo arrugando mis labios; Kenneth los mira y luego me besa dejando un lametazo sobre ellos—. ¡No hagas eso!Él ríe mientras extiende su brazo al asiento trasero para coger una pequeña mochila, l
Ha sido una cita perfecta, de ensueño como ninguna antes; más aún porque Kenneth fue parte de ella. No sé cómo lo adivino, pero una de las cosas que más me gustaba hacer cuando era niña, es patinar, más específicamente sobre hielo. Fue un secreto que compartimos mi padre y yo porque a ninguno de mis hermanos le gustaba, siempre solían decir que se trataba de una actividad muy femenina; Jared aun lo piensa. Así que cuando había alguna oportunidad, Akram y yo nos escapábamos para pasar horas y horas sobre el hielo, patinando y haciendo infinidad de piruetas. Muchas veces desee poder dedicarme de manera profesional al patinaje, era de las pocas cosas que me apasionaban y me hacían fantasear con un millón de posibilidades. Papá prometió apoyarme, pero ambos sabíamos que no sería tan fácil porque mamá tenía otros planes para mí.Afortunadamente Úrsula nunca supo sobre esta parte de mi vida.Kenneth parecía un poco asombrado al ver que tan buena soy sobre el hielo, fue algo que lo dejo un p
Siento una aprensión en el centro del pecho cuando lo veo alejarse de mí; mis ojos se tornan acuosos y un nudo se atora en mi garganta. Odio esta sensación de dependencia que estoy desarrollando por Kenneth, pero es algo que no puedo evitar.—Señorita, entre al auto —la voz de Mike es un sonido lejano en mi mente mientras sigo con la mirada el trayecto que hace el auto de Kenneth antes de abandonar el estacionamiento; le digo adiós con la mano cuando toca el claxon—. ¿Señorita, Gigi?Me giro hacia Mike; lo veo con desinterés y algo de rencor.— ¡Sube de una vez al maldito auto, Mike! —le gruño enojada pasando a su lado y montándome en el asiento de copiloto.Doy un portazo dejando en evidencia mi estado de ánimo y él se queda unos segundos de pie, viéndome a través del vidrio polarizado. Sé muy bien que desde afuera es imposible ver el interior del auto, pero la forma en que sus ojos conectan con los míos me hace pensar que él sabe que yo lo estoy mirando también. Incomoda por esa peq
Me he quedado a su lado en completo silencio, haciéndole compañía a su soledad, misma soledad que por años ella se había encargado de cultivar en su interior; sus ojos verdes parecen perdidos en lo profundo de sus recuerdos. La música ya no suena tan alta y ahora se reproduce un mix ochentero, Waiting for a Girl like you del grupo musical Foreigner. El ritmo suave hace que mi madre comience a mecer su cuerpo, tarareando en voz baja la letra, pero frustrada por su hablar lento, desiste y se deja caer su cabeza sobre mi regazo; ambas estamos sentadas sobre su escritorio de cristal. —Eres toda una preciosidad —murmura viéndome con sus ojos empequeñecidos por el alcohol en su sistema—. Te pareces tanto a tu papá. Mi cuerpo esta entumecido ante lo inesperado de su actitud cariñosa; esta es la misma Úrsula que conocí en mi infancia, la mujer amable y afectuosa, rebosante de amor para dar. Esta es la madre que yo recordaba y sé que puede ser algo egoísta de mi parte, pero necesito sacar pr