Capítulo Ochenta

—Buenos días, bella durmiente —escucho que me dicen muy cerca del oído mientras algo suave acaricia mi rostro—. Vamos, despierta, muñeca. Hace una mañana esplendida.

Me remuevo sobre la cama y tiro de la sabana para taparme la cara mientras gruño en protesta.

—Tengo mucho sueño —rezongo entre balbuceos.

—Yo también tengo sueño, pero prefiero aprovechar el tiempo contigo —sus manos comienzan a tirar de la tela y al ver que no cedo, empieza su ataque con leves cosquillas en mis costados—. ¡Despierta ya, dormilona!

—No, no quiero —digo entre risas, retorciéndome—. ¡No me hagas cosquillas, Kenneth! —Ante sus arremetidas tengo que apretar las piernas contra mi pecho; tengo ganas de ir al baño—. ¡Kenneth, tengo que ir al baño! ¡Me voy a hacer pipí! —logro decir entre carcajadas y el aire comienza a faltarme.

— ¡En mi cama no! —Grita de pronto al entender lo que digo; detiene sus manos y prácticamente me saca del colchón al tirar de la sabana. No tengo tiempo de reclamarle, como puedo me pon
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