¿Qué se les habrá ocurrido a Mafer y Malu?
María Dolores presionaba la mano de Alex, su corazón retumbaba con cada paso que daba, cuando ingresaron a la oficina del investigador inhaló profundo, y cerró sus ojos por segundos, orando porque fueran buenas noticias. —¿Qué novedades tiene inspector? —averiguó Alejandro, también ansioso. —Señor Vidal —expuso con voz ronca el agente—, tomen asiento —solicitó mirando con profunda seriedad a ambos. Alex abrió una silla para que Lolita tomara asiento, y luego lo hizo él. María Dolores entrelazaba sus manos, esperando que el hombre hablara. El investigador se acomodó los lentes y leyó con atención un documento, enseguida se aclaró la garganta. —Encontramos a un familiar de la niña —indicó—, se trata de una tía abuela. María Dolores sintió estremecerse con la noticia, le dio la impresión que el corazón se le detuvo por minutos. Alex la tomó de la mano, la miró con atención, para él la noticia fue como si le clavaran un puñal. —¿En dónde está esa mujer? ¿Están seguros de que es su
Alex resopló, inspiró profundo, se metió al baño a mojarse el rostro, y esperar que su dolorosa erección, bajara, y luego mientras Lolita se maquillaba los labios, él fue a abrir la puerta. —Venimos por la novia —dijo Mafer sonriente, enfundada en corto y atrevido vestido rojo. —En cinco minutos está lista —indicó él, y dejó a su prima pasar a la sala. Instantes después María Dolores apareció reluciente, sonrió al ver a Mafer, las distinguía porque la joven tenía el cabello más corto y lucía unos mechones rosas. —Estoy lista —indicó. Se acercó a Alex, lo besó como despedida, mientras él volvía a advertirles que tuvieran cuidado. —Luces muy bien —le dijo Mafer a Lolita una vez que subieron al elevador. —No más que tú —aseveró María Dolores, pues la chica tenía una figura envidiable—. Eres muy bonita. Mafer sonrió, irguió su barbilla orgullosa. —Herencia de familia —indicó y carcajeó—. Vos también sos muy bella, y traes loco a mi primo, y mira que él ha salido con varias modelos
—¿Ya no viviré con ustedes? —Fue la pregunta que hizo Emma a Lolita en la mañana del día siguiente de la despedida. Los ojos de la pequeña se hallaban cubiertos de lágrimas. Lolita la abrazó y acarició su rubia cabellera. —Siempre vivirás con nosotros, la señora Cassandra es la tía de tu mamá, y desea conocerte —mencionó con calidez—, ella está dispuesta a dar la firma para que nosotros te adoptemos. Emma retiró su rostro del pecho de su madre y la miró a los ojos. —¿No me mientes? —cuestionó temblorosa. —Sabes bien que jamás lo hago —informó. —Tengo miedo —confesó la pequeña. —Nosotros te vamos a proteger —intervino Alexa con inocencia, y abrazó a Emma. Lolita miró con ternura a ambas, y las abrazó. —Es cierto, no temas, nosotros te vamos a proteger, Alex ya fue a hablar con los abogados, te juro que no nos van a separar —aseveró. El corazón de Emma se tranquilizó al escuchar a su madre, suspiró, y se dirigió a jugar con Alexa. María Dolores se quedó tranquila, y e
—¿Qué sucede? —indagó Santiago al ver el semblante descompuesto de su hijo. Alex no decía nada, su mano temblaba al sostener el móvil, y su mirada era llena de confusión. —¿Cómo pasó? —cuestionó alterado a la persona al otro lado de la línea. —¡No lo sé! —expuso Rose—, los estoy siguiendo, necesito ayuda. —Dime en dónde estás y salgo para allá —enfatizó—, no te expongas. —Por mi amiga y sus bebés soy capaz de dar la vida —rugió y acarició el arma que siempre la acompañaba, pisaba hasta el fondo el acelerador, sin perder de vista el auto en el que viajaban—, logré esquivar un balazo —indicó y le dijo en que carretera iban. —Voy para allá —informó Alex, y colgó la llamada, salió como loco del salón, mientras su padre, y tío corrían tras de él. —Alejandro ¿qué sucede? —cuestionó Santiago angustiado. —Andrew se llevó a Lolita —expresó arrastrando las palabra. Santiago resopló y deslizó sus manos por su rubio cabello. —¿En qué te ayudo? —indagó. —Llama a la policía, Ro
—Por favor, amigo resiste —solicitó Alex sollozando con angustia, sosteniendo en sus brazos el cuerpo ensangrentado de Oliver. Andrew aprovechó la oportunidad para huir, pero cuando abandonaba la cabaña, varios oficiales lo interceptaron, al verse acorralado, elevó las manos y enseguida le colocaron las esposas y lo subieron a una patrulla. Entre tanto, mientras Alex intentaba contener la hemorragia, Rose ingresó corriendo, su respiración era agitada, al ver aquella escena se llevó las manos al rostro, enseguida recordó el motivo por el cual entró. —Lolita se siente mal, está sangrando. Alex palideció por completo. —Ayúdame con Oliver —solicitó, entonces con lágrimas en los ojos se dirigió a su amigo—. Por favor resiste. Justo cuando Alex se iba a levantar el joven lo tomó de la mano. —Cuida a Alma —balbuceó jadeante—, dile que sea feliz con nuestro hijo… —¡Oliver! —clamó Alejandro con la voz temblorosa al instante que su amigo se desvaneció. En ese momento la puerta se abrió
Alex ingresó a la habitación de Lolita con las bolsas de comida, en especial la lasaña que se le había antojado a su mujer. María Dolores abrió sus ojos y sonrió. —¿Cómo están las niñas? —indagó con preocupación. Alejandro se aproximó a ella, y le acarició la mejilla. —Están bien —expuso—, después de que te alimentes hablaremos con ellas, las podrás ver. Lolita sintió tranquilidad, entonces observó a Alex a los ojos. —¿Me besas? —solicitó. Alejandro carcajeó y de inmediato se aproximó a ella, y unió sus labios a los de su mujer, ambos percibían su corazón bramar, pues en aquel beso demostraban lo mucho que se amaban y la alegría de estar con vida y juntos. —¿Podemos pasar? —preguntó Alba abriendo la puerta, interrumpiendo la escena. —Por supuesto —respondió Lolita. Alex tomó una silla y se la colocó a un lado de la cama para que su madre tomara asiento.—¿Cómo te sientes? —indagó. —Mucho mejor —respondió Lolita—, ya quiero ir a casa, no me agradan los hospitales —confesó.
Alex abrió la puerta de la suite presidencial en uno de los lujosos hoteles que pertenecía a su empresa. Enseguida cargó a Lolita en sus brazos. —¡Estás loco! —se quejó ella—, te va a salir una hernia. Alex bufó. —Tengo la suficiente fuerza —afirmó y con la punta del pie empujó la puerta, y condujo a su esposa dentro de la suite. Lolita observó maravillada la decoración. Había varios arreglos con los girasoles que tanto le gustaban, pétalos de rosas en el piso, las luces tenue enmarcaban el ambiente en una atmosfera romántica. —Es maravilloso —comentó y se aferró al cuello de su esposo. —Te mereces eso y más —respondió él y la llevó a la alcoba, en donde una gran cama King los esperaba. Alex colocó con suavidad y cuidado a Lolita sobre el lecho, con delicadeza le quitó los zapatos y besó su empeine. María Dolores se mordió los labios. —Eres maravilloso —expresó—, pero esta noche quiero sorprenderte. —Guiñó un ojo. Alex elevó una de sus cejas y ladeó sus labios. —Sabes que pu
Alma y Aurora observaban sus vestidos de novia, el gran día había llegado, a la mañana siguiente ambas unirían sus vidas a dos hombres que no amaban, pero que se habían comportado con ellas como unos caballeros, y estaban dispuestos a todo. —¿No has sabido nada de aquel hombre? —cuestionó Alma a su hermana. —No, solo supe que se casó, meses atrás —indicó—, por un momento pensé que no lo haría, pero…—Ya no pienses en él, no vale la pena —recomendó Alma, y suspiró profundo. —Tienes razón —dijo Aurora—, mañana empezaremos una nueva vida. Alma intentó sonreír, y en ese momento su móvil sonó, frunció el ceño y salió de la alcoba. —Hola —saludó. —Buenos días, Alma, soy la madame, y necesito hablar contigo —solicitó. —Señora, yo no tengo nada de que charlar con usted —respondió estremeciéndose. —Es sobre Oliver, por favor, no te quitaré mucho tiempo —expresó—, anota la dirección. Alma inhaló profundo y escribió en un papel, lo pensó muchas veces y luego tomó su bolso y tomó un taxi