Treinta minutos después Lola apareció enfundada en un vestido de lino tipo sastre en tono uva, y calzaba unos zapatos estilo boca de pescado color negros, al igual que la chaqueta que cubría sus brazos. Se miró al espejo de cuerpo entero, inspiró profundo, pues su estómago se hacía nudos al tener que enfrentar a aquellos hombres desconocidos, frunció el ceño recordando como Andrew los había indispuesto en contra de los cambios que ella solicitó, pero no se iba a dejar intimidar, tomó su bolso y bajó al apartamento de Alex, para irse juntos a la oficina. Cuando se encontraron, fue inevitable que el joven Vidal no la recorriera de pies a cabeza. —Esos hombres van a quedar maravillados cuando te vean —expresó y arrugó el ceño—, creo que tendré que vigilarte. —¿Por qué les dijiste a tus primas que somos novios? —indagó Lola sin vacilar. Alex la tomó por la cintura, y enfocó su mirada en los profundos ojos de María Dolores. —Muy pronto lo seremos —susurró acercándose al oído de ella.
Alejandro inhaló y exhaló un par de veces, luego se acercó a Lolita, quién no pudo contener sus lágrimas, y al verla así, de inmediato la estrechó entre sus fuertes brazos. —No voy a permitir que nadie te haga daño —enfatizó, y entonces escuchó los murmullos de las secretarias, giró para verlas sin soltar a Lola. —¿Qué hacen ahí? ¿Por qué no van a trabajar? —recriminó. De inmediato todos volvieron a sus lugares, y él tomó el teléfono de la oficina y solicitó a Susan que convocara a todos sus empleados. Una vez que todos se hallaban reunidos en el pasillo, él salió de la mano de Lola. —Escuche todos —habló en voz alta—. No voy a permitir ninguna falta de respeto hacia María Dolores, ella es mi socia, y puede dar órdenes en esta empresa, además es mi pareja, y el primero que la ofenda queda despedido. ¿Quedó claro? Susurros y murmullos se escucharon; sin embargo, los empleados asintieron, para no contradecir al jefe. **** María Dolores luego de aquel altercado llegó al centro
Rose finalizaba de revisar unas facturas, al escuchar el ruido de unos tacones, levantó su rostro, la sonrisa que perfilaban los labios de María Dolores lo dijo todo, además que sus ojos tenían un brillo muy particular. —¡Lo hiciste! —exclamó Rose acusándola con el dedo, sonriendo divertida. Las mejillas de Lola se encendieron, y abrió sus ojos con amplitud. —¿Se me nota, tanto? —indagó con curiosidad. Rose soltó una sonora carcajada que retumbó en las paredes de la oficina. —¡Caíste! María Dolores rodó los ojos, y tomó asiento frente a su amiga. —No es lo que estás pensando —expuso aclarándose la garganta, sin embargo, sin entrar mucho en detalles le habló a su amiga sobre el infinito placer que la lengua de Alex le proporcionó la noche anterior—. Jamás imaginé que a esta edad pudiera sentir cosquillas en el estómago, y ese estremecimiento que hace palpitar mi centro cada vez que lo veo, o se me acerca —resopló, llevándose la mano a la frente. Rose torció los labios, y arrugó
New York, época actual. María Dolores limpió su rostro con un kleenex que Rose le entregó, recordar esos episodios humillantes de su vida, le causaba mucho dolor, la gente no se daba cuenta de que esas burlas consideradas hoy en día como bullying, quemaba el pecho de la víctima, y le causa profundo resentimiento, y aunque Lolita a veces ignoraba todo eso, no dejaba de sentirse mal cuando algo así sucedía. —Me encantaría ver el rostro de esa estúpida —espetó Rose—, yo creo que te tenían envidia, en el fondo deseaban ser como tú —aseguró, y sonrió—, lo importante es que ahora eres muy feliz, aprovecha la oportunidad. —Eso haré —respondió María Dolores y de pronto su móvil sonó cuando respondió palideció por completo—. Emma se desmayó en la escuela —balbuceó—, la trasladaron al hospital otra vez —contó a Rose, y las lágrimas brotaron de sus ojos. Ambas salieron a prisa hacia el hospital. *****Alex resopló al ingresar de nuevo a su apartamento, había olvidado unos documentos importa
Alejandro había querido preparar algo especial, no era experto en la cocina, pero estaba asando carnes en la palapa frente a la piscina. Lola con tanta preocupación no había apreciado lo hermoso del lugar, los muebles blancos contrastaban con la madera del piso de la salita frente a la alberca. —¡Qué hermoso lugar! —exclamó, maravillada, y como si fuera una niña pequeña, metió uno de sus pies en el agua de la piscina. —Es un sitio tranquilo —añadió Alex, y sonrió al verla jugar, su mirada se iluminó al contemplar su semblante sereno. —Déjame ayudarte —solicitó Lola. Él negó con la cabeza. —Eres mi invitada, así que ponte cómoda, que ya mismo está listo todo. —Señaló con su mano al fondo. Los labios de Lola se abrieron en una gran O, el corazón retumbó con fuerza descomunal, al mirar una mesa en medio de un muelle sobre la piscina adornada con flores y faroles tipos velas. Parpadeó sin poder creerlo, parecía un sueño, y como si fuera una adolescente se pellizcó el brazo para co
Alex la contempló, la admiración por ella creció, y no únicamente eso, sino aquel sentimiento que día a día aumentaba hacía ella, volvió a reclamar los labios de Lola como suyos, porque no estaba dispuesto a compartirla con nadie, cerró sus ojos, la sintió vibrar en sus brazos, gruñó cuando ella mordió con delicadeza su labio inferior, entonces sin pérdida de tiempo, la despojó del vestido de tela vaporosa que llevaba ese día, sus voluptuosos senos quedaron al desnudo, y su sexo solo cubierto por las bragas. De inmediato él también se quitó las prendas. María Dolores se lamió los labios, cuando los dedos de él trazaron círculos sobre sus pezones, gimió cuando la boca de Alex embutió uno de sus senos, ella enredó sus manos en el dorado cabello de él hizo su cabeza hacia atrás, percibiendo como aquella caricia le quemaba las entrañas. Alejandro le dio la misma atención a su otro seno. De los labios de Lola varios gemidos salieron, se estremeció cuando la gran masculinidad de él rozab
Cuenca- Ecuador. Alex enseñaba a Emma a lanzar el anzuelo a la laguna. Dos meses habían pasado desde el día del trasplante, en ese tiempo Lola y Alejandro, a más de fortalecer su relación empezaron a trabajar en los nuevos cambios para el hotel, se mudaron a Cuenca, y aquella hermosa mañana se encontraban los tres disfrutando de un paseo en el parque nacional el Cajas. María Dolores observaba con el corazón henchido de felicidad a su pequeña disfrutar como nunca antes lo había hecho. Ellas jamás imaginaron estar a más de tres mil metros de altura, y que el corazón de Emma no colapsara. Aunque debía tomar medicamentos de por vida, y realizarse constantes chequeos y exámenes, esta nueva oportunidad no la iban a desaprovechar. Además, que la chiquilla tenía una conexión especial con Alejandro, mucho mejor que con la de su verdadero padre, quien en todo este tiempo jamás había llamado a averiguar por su hija. —¡Lo hice! —gritó Emma al instante que pescó una trucha, y abrazó por la c
—¿Qué dijiste, María Dolores? —cuestionó Alex atónito. Clavó en ella sus ojos, observándola con profunda contrariedad—. No hablas en serio. María Dolores mordió sus labios, necesitaba ser fuerte; sin embargo, sentía que las fuerzas la abandonaban. Su corazón se partió en miles de pedazos al contemplar en la mirada de Alex, decepción, entonces tomó una gran bocanada de aire. —No es falta de amor —expuso sintiendo una profunda tristeza, que hizo liberar sus lágrimas—, al contrario, te amo, más que a mi propia vida, jamás pensé llegar a sentir todo este remolino de emociones que percibo cuando estoy a tu lado —confesó y la voz se le cortó—, no puedo ser egoísta y condenarte a vivir al lado de una mujer que jamás te dará la dicha de ser padre —habló en un hilo de voz. Alex tensó la mandíbula al escucharla, su corazón dolió, y resopló apretando sus puños. —Quedamos en vivir el presente, sin pesar en el futuro —rebatió. Lola pasó la saliva con dificultad, y luego elevó sus parpados par