Señor Matías, la Señora Se Huyó
Señor Matías, la Señora Se Huyó
Por: No Encontrado
Capítulo1
—¡Estás loco!

Ese día era la gala benéfica de los Guzmán, e Isabela Mendoza, como secretaria de Matías Guzmán, debía estar a su lado para ayudarlo a manejar las cosas. En ese momento, sin embargo, estaba en el suelo, con su jefe por encima de ella. El sonido de la gente caminando fuera de la habitación la ponía muy nerviosa.

—No te pongas tensa. —susurró él con voz apasionada en su oído—. Aquí solo estamos nosotros dos.

Matías, el futuro jefe del Grupo Guzmán, había nacido con un estatus noble y un poder inmenso como nieto mayor de los Guzmán. Los extraños debían dirigirse a él de manera respetuosa como «señor Matías». Entre ellos, existía un abismo infranqueable. Hacía cinco años, Isabela, a los veinte años, había entrado como pasante en el Grupo Guzmán tras graduarse primera de su clase en finanzas en una universidad prestigiosa.

A los veintitrés, se había convertido en la secretaria más joven de la oficina del presidente, y a los veinticuatro, debido a un incidente, había tenido relaciones con Matías. Desde entonces, se había convertido en su amante ocasional. Ella sabía que su relación con su jefe era clandestina y no reconocida, pero se había enamorado de él. Sin embargo, ahora deseaba terminar la relación.

Matías, al verla distraída, la castigó mordiendo sus labios con fuerza. Poco después, ella se liberó del abrazo y se sentó recta. La luz de luna la cubría como un velo, haciéndola lucir hermosa y etérea.

—Terminemos esta relación, estoy cansada.

El hombre, al escuchar esto, echó a reír con sutileza, sin darle importancia, pensando que solo estaba haciendo un berrinche. Se levantó y la abrazó, su pesada respiración rozando la oreja de Isabela, sus manos vagando con libertad por su cintura, sus sensuales labios cubrieron el lóbulo de su oreja, succionando suavemente.

Ella sintió que su cuerpo se debilitaba, pero aun así lo empujó con fuerza, rechazándolo. Los movimientos de Matías se detuvieron de manera abrupta. Apretó la delgada cintura de su secretaria y dijo con un tono de leve enojo.

—No vuelvas a decir eso en el futuro, no olvides tu lugar.

Isabela sonrió con amargura, intentando levantarse de la cama. Matías la jaló de vuelta, presionándola contra él, e hizo el amor de manera dominante. Como si quisiera atravesarla, la embistió con fuerza.

—¡Eres un canalla! —gritó la mujer, golpeándolo desesperadamente con ambas manos.

Pero a pesar de esto, su cuerpo cedió, moviéndose al ritmo marcado por el hombre, quedando sumergida en las olas del placer. No fue hasta que escuchó su nombre mencionado fuera entre los invitados que finalmente terminó este acto de pasión sin prisa. Ella corrió al baño para arreglar su ropa, y solo salió cuando el rubor en su rostro se había desvanecido.

En ese momento, la fiesta estaba llegando a su fin, y Benjamín Guzmán, el abuelo de Matías, de repente anunció el compromiso de Matías con la heredera Catalina Salazar. Las importantes familias eran amigos de toda la vida. Catalina había sido elegida por Benjamín como la futura esposa de Matías desde su nacimiento, y los dos habían crecido juntos. Este compromiso era el resultado natural de las circunstancias.

De repente, las felicitaciones resonaron por todas partes. Como figuras centrales en ese momento, los comprometidos estaban de pie a ambos lados del patriarca de los Guzmán, como una pareja perfecta. Aunque Isabela ya conocía esta noticia, al escucharla de nuevo, no pudo evitar palidecer. Un colega que la acompañaba la vio y, preocupado, preguntó.

—Señorita Mendoza, ¿está bien?

—Debe ser un bajón de azúcar, estaré bien después de descansar un poco.

Respondió la secretaria con la mirada distraída. El colega asintió y no pudo evitar quejarse en voz baja.

—Nosotros, la clase trabajadora, llevamos una vida difícil. El jefe organiza una fiesta en su casa y nos toca venir a atenderle. Realmente a los capitalistas les falta empatía…

Isabela sonrió al escuchar esto, pero entonces oyó que alguien la llamaba desde atrás. Se dio vuelta y vio que era la señora Guzmán, haciéndole señas. La señora Guzmán, cuyo nombre era Constanza Olivares, era la esposa del tío mayor de Matías. Sin embargo, el tío de su jefe había fallecido hacía dos años en un accidente automovilístico, dejando solo a Constanza y a su hijo.

Ella no sabía por qué la llamaba, pero entendía que no podía negarse. Así que se despidió de su colega y se dirigió hacia la señora. Apenas llegó al lado de ella, la dama la tomó de la mano. Isabela se encontró siendo llevada al estudio de Benjamín, y se dio cuenta de que Matías también estaba allí, con Catalina a su lado. El patriarca, al verla, la invitó a sentarse, pero ella solo sonrió y agradeció la amabilidad de hombre, permaneciendo de pie.

—Es buena chica y sensata. —dijo el señor mirándola. Constanza se acercó para estar de acuerdo.

—Señor, la señorita Mendoza ha trabajado junto a Matías durante tantos años, su profesionalidad y sensatez están fuera de toda duda.

—Emilio se murió hace casi diez años, y su última gana es que Matias haya una feliz familia. —dijo Constanza con voz temblorosa. —Me gustó la señorita Mendoza en cuanto la vi, y quiero que sea la esposa de mi hijo, por eso la traje para que usted la viera—. Si no tiene objeciones, planeo comprometerlos en un futuro cercano.

Cuando la señora terminó de hablar, el rostro de Isabela se volvió pálido del susto. Ella conocía a Gabriel, era un bueno para nada. Aprovechándose de su estatus como miembro de los Guzmán, había cometido toda clase de fechorías en Marfil, ganándose una notoria reputación.

Hacía poco se había interesado en Isabela, acosándola de manera constante, y en pocos días había sido arrestado por acoso sexual. Nunca imaginó que, apenas saliera de la cárcel, volvería a fijarse en ella. Benjamín, al escuchar esto, no dijo nada, sino que miró a Matías. Después de un largo silencio, dijo con calma.

—La señorita Mendoza es su empleada, si quieres pedirla en matrimonio, deberías preguntarle su opinión primero. —Constanza con rapidez se dirigió su mirada hacia su sobrino, con lágrimas en los ojos.

—Matías, Gabriel es el único hijo de tu tío, debes tener compasión por él. —Luego, sin olvidarse, se dirigió a la joven a su lado de manera halagadora—. Catalina, eres la prometida de mi sobrino, si tú hablas, seguro que te hará caso.

Catalina se sonrojó ante sus palabras y no sabía cómo actuar, por eso Matías intervino para defenderla.

—Tía, si tienes algo que decir, dímelo a mí. Catalina acaba de regresar al país y no está familiarizada con muchas cosas, no la pongas en una situación incómoda.

Ella levantó la mirada y encontró los ojos de su prometido, su rostro lleno de dulce felicidad. Mientras tanto, Isabela se sentía desesperada. Sentía que era tratada como un objeto que otros podían elegir, sin que nadie se preocupara por sus opiniones o sentimientos. La mirada de él fue directo hacia ella, sus ojos inexpresivos y difíciles de leer. Isabela lo miró, sus ojos llenos de súplica. Sin embargo, él preguntó.

—Señorita Mendoza, ¿qué piensa usted?

Ella sabía que Matías estaba haciendo esto a propósito. Hacía un momento, en la habitación del segundo piso, ella lo había molestado. Por eso agachó la cabeza, a punto de hablar, cuando de repente sintió náuseas y vomitó.

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