El silencio dominaba en el recinto. La conmoción y expectación era general. Quise acercarme, pero ella me ignoró, respiró profundo, intentando fortalecerse antes de hablar. - Yo... aprovechando esta reunión familiar y amistosa quisiera hacer un anuncio, tengo una relación con alguien - dijo - es otra chica. Algunos susurros interrumpieron las declaraciones de mi cuñada, mientras Amara y Jerry, sorprendidos, no se atrevían a pronunciar palabras. - ¿Qué dices? - preguntó finalmente mi suegra - estás confundida. - No, no lo estoy, estoy enamorada. En ese momento admiré su valentía, había alzado su voz para defender a ese amor. La vista la posé en Alissa, quien se había mantenido callada, a pesar del caos reinante. - ¿No quieren saber quién es mi pareja? - Basta - dijo en un tono fuerte Jerry - pareces disfrutar de todo esto. - No, no lo disfruto, tú no sabes cuánto trabajo me ha costado decirlo, pero el amor no es motivo de vergüenza. Los comentarios en la sala se escuc
- ¿Por qué te rehúsas a hablar conmigo? - preguntó mi guardián con exasperación - en algunas horas nos casamos y tengo que... - se arrodilla con la mirada cristalizada - yo te amo y claro que quiero casarme contigo, perdóname. - ¿Hablaste con Nelinda? - asintió con un ligero movimiento de cabeza - ¿Cómo quedó todo? - Si ella es feliz, yo no tengo objeción. Lo abracé fuerte, aferrándome a su cuerpo. Quería sentir su calor y perderme en aquellas caricias que tanta calma me brindaban. - Tienes que prepararte, mi madre y Nelinda te esperan en la habitación del hotel, junto a las estilistas, yo quiero que estés radiante - dijo besando mis labios con intensidad, sellando la reconciliación. - Si no teníamos contratiempos, todo sería un fracaso al final - dije sonriendo - siempre nuestras acciones tienen obstáculos y, aunque después lo logramos, tenemos que luchar para obtenerlo - afirmó con la cabeza - su expresión era risueña y auténtica. - Pero siempre lo logramos - dijo - apúr
- Llegamos señorita - avisó Jerry, con su acostumbrada seriedad, apenas estacionó frente al enorme e imponente edificio de la editorial. Bajó en silencio y rodeó, con elegantes movimientos el auto, para abrirme la puerta del asiento del copiloto. Suspiré, tratando de despojarme del miedo que invadía mi cuerpo. El corazón acelerado me recordaba constantemente que no estaba acostumbrada a socializar y que odiaba la invasión de mi espacio personal. Capté, inmediatamente, la luz emitida por una cámara fotográfica y me aterré. La noche promete, me dije internamente, tratando de reprimir el sentimiento de frustración que luchaba por salir. - ¡Buitres! – exclamé molesta, refiriéndome a los fotógrafos y reporteros que esperaban mi llegada. Caminé con pasos rápidos, aunque algo inseguros, hacia el vestíbulo de la monumental construcción. Los periodistas me acosaron, tratando de buscar un acercamiento que les permitiera interrogarme sobre el lanzamiento de mi libro. No quería hablar, por
- Tienes que venir Elizabet - me gritó la responsable de la editorial con verdadera frustración - en media hora debes firmar autógrafos. - Lo siento, yo fui muy clara con ustedes. No me gustan las personas. Yo no quiero socializar. - ¿No? - preguntó ella con ironía - ¿Cómo promocionamos tu obra? A las personas sí les gusta el contacto físico. - No me interesa, ya te lo dije - alegué desesperada y visiblemente molesta. - Mira, las cosas son así, tú tienes un contrato conmigo y, este evento, está contemplado dentro del mismo, así que, tienes veinte minutos para llegar aquí o te demando por incumplimiento - amenazó la mujer sin la más mínima gota de paciencia ni sensibilidad. Suspiré estresada. ¿No podría simplemente desaparecer? Me mudaría para un lugar solitario, donde, a los idiotas que me absorbían la sangre como sanguijuelas, les fuera imposible molestarme, pero tenía razón, el contrato contemplaba el evento. Debía ceder, al menos por esta vez. Luego pondría en su sitio a
Mientras manejaba lo detallé anonadada. Pensé que era totalmente ilegal poseer esa belleza. Me atraía su carácter serio y centrado, su fortaleza física, su atractivo cuerpo y, particularmente, sus profundos ojos verdes. De repente su mirada logró descubrir mi acoso y pude percibir una ligera sonrisa estampada en el rostro del chico. - ¿Pasa algo? - preguntó irónico. Negué, depositando la vista en mis intranquilas manos. El.sentimiento me agobiaba. - Tranquila – dijo – a mí también me gusta lo que veo. ¿Tan obvia era? Me reacomodé nerviosa en el asiento. Debía controlarme, pero a pesar de saberlo, la inexperiencia que poseía en los temas de seducción, me exponían ante él, sin embargo más que avergonzada me sentía contenta, porque era la primera vez, que mi cerebro registraba esa atracción tan poderosa y agradable al mismo tiempo. El camino fue corto. Su presencia especial e imponente me generaba una paz que, ni con mis padres adoptivos, había experimentado. - Llegamos - av
Después del desagradable incidente y, con los nervios a flor de piel, no estaba preparada para volver a mi casa, por lo que, busqué el apoyo incondicional, que tanto necesitaba, en la mansión de mis padres. A pesar de la negativa del rubio, le brindé una merecida noche de descanso junto a los suyos. Quería alejarme un poco de las caricias que me desconcertaban y pensar, con la mente despejada, en los recientes acontecimientos. Continuaba negándome a la posibilidad de cambiar mi vida, por el miedo al fracaso. Cuando mi progenitora me vio atravesar el umbral de su casa, sonrió ampliamente pero, al contemplar mi rostro rojo y los hinchados labios, sustituyó la alegría por una expresión de confusión, temor y tristeza. - ¡Oh! Querida - dijo abrazándome - ¿Qué pasó? - Vi a Ransés en el evento - dije sin separarme de su cuerpo - me amenazó mamá y, de no ser por Jerry yo… No logré terminar la frase. Rompí a llorar sin consuelo. Tanto tiempo en terapia y, ante su presencia, reaccionaba,
En la estación de policías todo fue un caos. Comenzaron a cuestionarme, pensando que se trataba de una forma exagerada de reaccionar, de mi parte, ante la nota. Aseguraban que estaba molesta por su libertad y que, esta, era mi forma de vengarme. Aterrada ante las palabras del oficial, quise abandonar el lugar pero, Jerry, me lo impidió con un gesto. - ¿Cómo pueden decir tantas estupideces? - preguntó frustrado - ustedes saben que el imbécil es un violador y aun así ponen en duda lo que decimos. Me equivoqué al pensar que la justicia actuaría ante la amenaza, pero veo que no es así. Me tomó de la mano y me condujo hacia la entrada de la instalación. Sus pasos rápidos recorrían el pasillo, conmigo a rastras. No me quejé porque pensé que esa era su forma de librarse de la tensión del momento. De igual manera yo estaba insultada. ¿Por qué los guardianes de la ley preferían brindarle el beneficio de la duda a un ser tan maquiavélico como Ransés? No tenía la respuesta para esa interro
Pasé gran parte de la noche molesta, pues la negativa del guardaespaldas ante mi decisión de regresar a la mansión, fue exagerada. Le expliqué que contrataría seguridad extra y que él se encargaría de chequearlo todo, pero lo tomó como un rechazo o queja hacia su trabajo. Sabía que Ransés no descansaría hasta poner en práctica su plan macabro y me aterraba pensar que, su familia, pudiera enfrentar los desatinos de ese loco. Finalmente dio por terminada la charla y subió a la habitación dando señales de inquietud. La tensión de los últimos acontecimientos había cambiado su estado de ánimo. Su humor irritable actuaba, directamente, sobre mi ansiedad. ¿Jerry no entendía que necesitaba paz y que solo él podía brindármela? Intenté dormir, pero, únicamente, conseguí extenuarme dando vueltas en la cama. Cuando amaneció ya me encontraba vestida y maquillada, dispuesta para la partida. Bajé en silencio las escaleras que me separaban de la enorme cocina y me asusté al llegar, pues esperaba en