JOHN FOSTER —No puedes seguir viviendo en este hotel… —reclamó Rita andando detrás de mí. —¿Por? Es mío y puedo hacer lo que quiera. —John… vamos a ser papás y deberías de comenzar a comportarte con madurez. Me detuve en seco, haciendo que Rita chocara conmigo. Cuando volteé, no pude evitar dedicarle una mirada cargada de rencor. No creía que ese niño fuera mío, no era posible, ni siquiera estaba seguro de que en verdad estuviera embarazada, pero solo era cuestión de tiempo para que el supuesto bebé naciera y entonces pudiera salir de dudas de una vez por todas. Sería todo un caballero y me haría responsable de la mujer que supuestamente embaracé, pero en cuanto comprobara que ese bebé no era mío, me encargaría de destruir a la m*****a familia Chapman y demostraría al mundo lo desgraciados que en verdad son. —Tenemos que hablar muy seriamente —agregó cabizbaja. —Rita no tengo tiempo para… —Me enteré de que mi padre está cortejando a Avril —soltó de pronto dejándome sin pala
AVRIL STEEL El dolor me doblaba las piernas y Chapman era de lo único que me sostenía para no caer. Apreté los dientes y me ahogué un quejido, intentando que pasara la contracción antes de seguir con la discusión. —Habla Chapman… —dijo con seriedad y el teléfono en su oído—. Necesito que preparen la sala de partos, es una emergencia. —¡No! —grité con fuerza, motivada por el dolor. —Sí, voy en camino. Llegó en… —Vio el reloj en su muñeca para calcular el tiempo— …veinte minutos. La paciente ya rompió fuerte. —¡Que no! —volví a gritar y traté de darle un manotazo, pero la fuerza se me estaba yendo en pujar. —¡Cálmate, mujer! —exclamó Chapman furioso por mi comportamiento. —¿Avril? ¿Estás bien? —Se asomó mi abuelo, apoyado en su bastón. El ruido lo había intrigado. Amber, quien estaba jugando en su habitación, también se asomó curiosa. —Estoy bien… —contesté con los dientes apretados. —Señor, me llevaré a su nieta. Comenzó la labor de parto y necesito llevarla al hospital —i
AVRIL STEEL Contrario a lo que esperaba, durante el resto del parto, Chapman se ahorró sus malos chistes e insinuaciones y guio a mi bebé por el canal de parto con respeto y profesionalidad. Intentaba no verlo a los ojos mientras mis manos se aferraban a los barandales de la cama. Seguí sus indicaciones imaginándome que no lo conocía y era un médico cualquiera, hasta que de pronto el llanto de mi bebé me hizo olvidar la vergüenza y la desconfianza. Chapman lo tenía entre sus brazos, envuelto en una cobijita. Lo veía con inmensa ternura y le ofreció su dedo, el cual mi bebé sujetó con fuerza. —Tenemos un varoncito, fuerte y con buenos pulmones. Todos los que estaban asistiendo el parto mostraron un júbilo silencioso y complicidad entre ellos por el buen trabajo que habían realizado. —Vamos a que conozcas a mamita —dijo Chapman con inmenso cariño y rodeó la cama para por fin ponerlo entre mis brazos. Estreché a mi bebé con lágrimas en los ojos y el corazón agitado. Estaba siendo
AVRIL STEEL —Todo estará bien… —escuché la voz de Chapman en la lejanía, causando eco dentro de mi cabeza y después de un rato, que pareció toda una vida, por fin pude abrir los ojos. La operación había terminado y yo me encontraba sola. El irritante sonido de los monitores que captaban mi latido cardiaco me despertó. Noté que tenía una intravenosa y me sentía como si me hubiera arrollado un camión. Me intenté sentar, descubriendo que estaba en una de las lujosas habitaciones del hospital. Posé mi mano en el abdomen, sintiendo el ardor de la piel abierta y suturada, y unos calambres que recorrían mi cuerpo desde la cadera hasta mis dedos gordos de los pies. —Mi bebé… —dije jalando aire, mareada y nauseabunda. Me quité la intravenosa y cada sensor adherido a mi cuerpo. Con cuidado bajé de la cama y arrastré los pies hacia la puerta, apoyándome en la pared. Las luces del pasillo amenazaban con cegarme y no me permitían ver del todo los letreros y sus indicaciones, pero alcancé a
HENRY CHAPMAN Pasé toda la noche en mi oficina dentro del hospital, llenando el expediente de Avril hasta que recibí una llamada, era Rita. —¿Papá? —su voz sonaba débil y rota. —¿Qué ocurre? —pregunté ansioso, sintiendo odio contra John desde antes que Rita se explicara. —Ya lo intenté… pero él no me quiere, papá… ¡No entiendo por qué! Mis ojos se posaron en el expediente de Avril y supe la respuesta, pero no lo mencioné. —Cariño, dale tiempo. —Papá… No fue suficiente con las fotos de ustedes en el hotel y en el departamento. Tal vez si… —Rita —pronuncié su nombre de manera autoritaria. —¡Por favor! ¿Por qué no? —Avril es prácticamente de tu edad… —Pero a ti te gustan las mujeres jóvenes. Podrías enamorarla, grabarla mientras te la follas y tal vez eso sea suficiente para que John termine de decepcionarse de ella. Entenderá que solo es una perra interesada… —¡Rita! Incluso yo tengo un límite para las inmoralidades —contesté tallándome los ojos. —¡Papá! ¡Dijiste que me a
JOHN FOSTER —Encontré a la señora Steel… —dijo Damián por teléfono, logrando que levantara mi atención de los papeles sobre mi escritorio. —¿Dónde está? —En… Milán, como bien sugirió. En cuanto Rita dijo que Avril era la amante de su padre, decidí probar suerte y mandar a Damián allá. Que la encontrara, no me daba «confort». ¿Qué hacía en Milán con Chapman? Se me revolvió el estómago y puse más atención a mi empleado. —¿Qué hacía ahí? ¿Es cierto que…? —No pude terminar la pregunta y el silencio en la línea comenzó a molestarme, aunque solo había durado un par de segundos. —Acaba de dar a luz al hijo del doctor Chapman. Las palabras de Damián hicieron que todas mis vísceras se retorcieran y una presión en el pecho me comenzara a asfixiar. El mundo se caía a pedazos sobre mí y mis músculos habían perdido las fuerzas. —¿Viste al niño? ¿Estás seguro de que es… del doctor? —pregunté sin despegar la mirada de mi escritorio. —No muy bien, el doctor se encerró con ellos y no me pe
AVRIL STEEL —No… Eso descártalo… —dije con el teléfono pegado al oído mientras la enfermera revisaba mi presión—. No Alissa, llama al proveedor y dile que quieres las telas satinadas no las mate. ¿Qué dijeron las diseñadoras? —¿Señora Steel? —preguntó la enfermera apenada antes de que le sonriera de la misma manera. —Ya no tardo, unos segundos… —supliqué. Habían pasado un par de días en esa m*****a habitación, esperando a que me dieran por fin de alta. Según el médico residente mi situación era de cuidado y el doctor Chapman había pedido que me mantuviera hospitalizada hasta que los riesgos fueran inexistentes. Mi abuelo había ido a visitarme con mi pequeña Amber, pero era notorio que, por su edad y su corazón recién operado, cualquier esfuerzo resultaba para él agotador. Así que le pedí que no volviera a venir, no quería que se pusiera en riesgo, suficiente con ver por Amber en mi ausencia. Además, pese a que mi relación con el dueño del hospital no era la mejor, los servicio
HENRY CHAPMAN Todo pasó tan rápido que me sentí abrumado. El hombre ni siquiera dio explicaciones, simplemente se abalanzó contra mí y me golpeó en el rostro para después azotarme contra el muro. Ya no era un jovenzuelo como para pelear de esta manera. Mi espalda crujió con la recta y fría pared, resultado de años de trabajar encorvado. Cuando estaba dispuesto a darme el siguiente golpe, lo esquivé, dejando que su puño chocara con la pared. Retrocedí dejando suficiente distancia entre los dos. —¿Un bebé tuyo? ¿También te convenció de que fueras su amante? —preguntó con los dientes apretados, echando espuma por la boca. —¿Cómo que «también»? —pregunté confundido y seguí retrocediendo mientras los gritos y lloriqueos de la niña aumentaban la tensión. —Quise convencer a Avril de que no me dejara, quise que viera que yo la amaba, pese a nuestros errores, pero apenas se separó de mí comenzó a comportarse como una verdadera zorra, viéndose con hombres en hoteles. ¡¿Por qué me hizo eso