HENRY CHAPMAN Pasé toda la noche en mi oficina dentro del hospital, llenando el expediente de Avril hasta que recibí una llamada, era Rita. —¿Papá? —su voz sonaba débil y rota. —¿Qué ocurre? —pregunté ansioso, sintiendo odio contra John desde antes que Rita se explicara. —Ya lo intenté… pero él no me quiere, papá… ¡No entiendo por qué! Mis ojos se posaron en el expediente de Avril y supe la respuesta, pero no lo mencioné. —Cariño, dale tiempo. —Papá… No fue suficiente con las fotos de ustedes en el hotel y en el departamento. Tal vez si… —Rita —pronuncié su nombre de manera autoritaria. —¡Por favor! ¿Por qué no? —Avril es prácticamente de tu edad… —Pero a ti te gustan las mujeres jóvenes. Podrías enamorarla, grabarla mientras te la follas y tal vez eso sea suficiente para que John termine de decepcionarse de ella. Entenderá que solo es una perra interesada… —¡Rita! Incluso yo tengo un límite para las inmoralidades —contesté tallándome los ojos. —¡Papá! ¡Dijiste que me a
JOHN FOSTER —Encontré a la señora Steel… —dijo Damián por teléfono, logrando que levantara mi atención de los papeles sobre mi escritorio. —¿Dónde está? —En… Milán, como bien sugirió. En cuanto Rita dijo que Avril era la amante de su padre, decidí probar suerte y mandar a Damián allá. Que la encontrara, no me daba «confort». ¿Qué hacía en Milán con Chapman? Se me revolvió el estómago y puse más atención a mi empleado. —¿Qué hacía ahí? ¿Es cierto que…? —No pude terminar la pregunta y el silencio en la línea comenzó a molestarme, aunque solo había durado un par de segundos. —Acaba de dar a luz al hijo del doctor Chapman. Las palabras de Damián hicieron que todas mis vísceras se retorcieran y una presión en el pecho me comenzara a asfixiar. El mundo se caía a pedazos sobre mí y mis músculos habían perdido las fuerzas. —¿Viste al niño? ¿Estás seguro de que es… del doctor? —pregunté sin despegar la mirada de mi escritorio. —No muy bien, el doctor se encerró con ellos y no me pe
AVRIL STEEL —No… Eso descártalo… —dije con el teléfono pegado al oído mientras la enfermera revisaba mi presión—. No Alissa, llama al proveedor y dile que quieres las telas satinadas no las mate. ¿Qué dijeron las diseñadoras? —¿Señora Steel? —preguntó la enfermera apenada antes de que le sonriera de la misma manera. —Ya no tardo, unos segundos… —supliqué. Habían pasado un par de días en esa m*****a habitación, esperando a que me dieran por fin de alta. Según el médico residente mi situación era de cuidado y el doctor Chapman había pedido que me mantuviera hospitalizada hasta que los riesgos fueran inexistentes. Mi abuelo había ido a visitarme con mi pequeña Amber, pero era notorio que, por su edad y su corazón recién operado, cualquier esfuerzo resultaba para él agotador. Así que le pedí que no volviera a venir, no quería que se pusiera en riesgo, suficiente con ver por Amber en mi ausencia. Además, pese a que mi relación con el dueño del hospital no era la mejor, los servicio
HENRY CHAPMAN Todo pasó tan rápido que me sentí abrumado. El hombre ni siquiera dio explicaciones, simplemente se abalanzó contra mí y me golpeó en el rostro para después azotarme contra el muro. Ya no era un jovenzuelo como para pelear de esta manera. Mi espalda crujió con la recta y fría pared, resultado de años de trabajar encorvado. Cuando estaba dispuesto a darme el siguiente golpe, lo esquivé, dejando que su puño chocara con la pared. Retrocedí dejando suficiente distancia entre los dos. —¿Un bebé tuyo? ¿También te convenció de que fueras su amante? —preguntó con los dientes apretados, echando espuma por la boca. —¿Cómo que «también»? —pregunté confundido y seguí retrocediendo mientras los gritos y lloriqueos de la niña aumentaban la tensión. —Quise convencer a Avril de que no me dejara, quise que viera que yo la amaba, pese a nuestros errores, pero apenas se separó de mí comenzó a comportarse como una verdadera zorra, viéndose con hombres en hoteles. ¡¿Por qué me hizo eso
AVRIL STEEL Hoy era el día en que saldría de este maldito hospital. Ya quería regresar al departamento y ver a Amber y a mi abuelo. No había pasado ni un solo día en el que no me preocupara por ellos. Tomé a mi bebé entre brazos y sonreí. —George… es momento de regresar a casa —dije con una sonrisa mientras besaba su suave frente—. Mi cielo, mi dulce amor, mi bebito hermoso… Era fascinante como era receptivo a mi voz. Una suave sonrisa se dibujaba en su rostro mientras se retorcía entre mis brazos, acomodándose con gusto, disfrutando de mi calor mientras que yo disfrutaba de su simple existencia. De pronto la puerta se abrió abruptamente, asustándolo. Cuando giré, noté que era un reportero, acercando una grabadora hacia mí de manera invasiva y torpe: —Señora Steel, soy del noticiero «Buenos Días, Italia». ¡Quisiera hacerle algunas preguntas sobre la reciente captura de su exesposo Derek Malone! —¿Cómo? ¿Captura? —Retrocedí protegiendo a mi bebé de la cámara que lo acompañaba.
JOHN FOSTER —Es hermosa… ¿no es cierto? —preguntó Rita desde la cama mientras me veía al lado de la cuna de la bebé, viéndola dormir, intentando deducir a simple vista si era mía o no—. Habla con ella, le va a encantar escucharte. Ver a la pequeña criatura me hacía sentir extraño, mi estómago se encogía y mi corazón se aceleraba. Era un angelito. —Mi princesa… —dije en un susurro y, aunque aún era demasiado pequeña, las comisuras de sus labios se torcieron en una suave y gentil sonrisa, mientras se retorcía entre peluches y almohadas, lanzando pataditas juguetonas y estirando sus manitas como si quisiera alcanzarme. No pude resistirme y la tomé en brazos. Era preciosa y conquistó mi corazón. Mi devoción era notoria y a Rita la complacía. Podía apostar a que creía que tener al bebé había sido la mejor manera de asegurar su lugar a mi lado. —No puede ser posible… —dijo Rita llamando mi atención, su rostro era una mueca pálida y desagradable, la mano que no sostenía su celular cerc
AVRIL STEEL Sentada ante el enorme comedor, con mi pequeño George en mis brazos y víctima de una jaqueca horrible, lidié con esa calma que antecede al colapso. Las puertas dobles se abrieron y Chapman entró con mi pequeña Amber de la mano. Me hinqué ante ella y con un solo brazo la estreché contra el corazón. Frotó su rostro contra mi hombro y después puso su atención en su hermanito. Con una risita divertida y curiosa, acercó su manita hasta tomar la de George. —Hola, bebé —dijo con cariño antes de tomar distancia y verme llena de emoción—. ¡Mami! ¡El doctor me cuidó mucho! ¡Me compró vestidos muy bonitos y una muñeca! —exclamó girando delante de mí, luciendo el vestido que portaba—. Además, me lee cuentos antes de dormir y me regaló un nuevo señor oso. —¿Sorprendida? No soy el monstruo que crees que soy, por lo menos no con los niños —agregó el doctor alejándose de nosotros, como si le molestara admitir que había sido bueno con Amber. De pronto mi niña se alejó dando saltitos
JOHN FOSTER —Haré una prueba de paternidad… —Solté ante la mesa y de sorpresa, dejando que mi padre se ahogara con el bocado y mi madre se levantara abruptamente de su silla. —¿Qué? ¿De qué hablas? —preguntó Rita estrechando con más fuerza a nuestra bebé. —Como dije desde un principio… Dudo mucho que tuviéramos intimidad esa noche. Así que… Aunque la niña es muy bonita y ya le tengo cariño. Quiero y exijo una prueba de paternidad —dije con toda la tranquilidad. —¡No puedes estar hablando en serio, John! ¡Ya están casados! —dijo mi padre levantándose de la mesa. — Si están tan seguros de que soy el padre… ¿Por qué están tan molestos? ¿No se mueren por demostrar que me equivoco? —dije divertido mientras Rita palidecía. —Bien, que así sea —contestó levantándose de la mesa—. Le haré una prueba de paternidad a la niña y espero que los resultados te convenzan de una vez por todas. Molesta, se fue, y mis padres la siguieron, parecían ofendidos por mi petición y consideraban que su in