JOHN FOSTER —Es hermosa… ¿no es cierto? —preguntó Rita desde la cama mientras me veía al lado de la cuna de la bebé, viéndola dormir, intentando deducir a simple vista si era mía o no—. Habla con ella, le va a encantar escucharte. Ver a la pequeña criatura me hacía sentir extraño, mi estómago se encogía y mi corazón se aceleraba. Era un angelito. —Mi princesa… —dije en un susurro y, aunque aún era demasiado pequeña, las comisuras de sus labios se torcieron en una suave y gentil sonrisa, mientras se retorcía entre peluches y almohadas, lanzando pataditas juguetonas y estirando sus manitas como si quisiera alcanzarme. No pude resistirme y la tomé en brazos. Era preciosa y conquistó mi corazón. Mi devoción era notoria y a Rita la complacía. Podía apostar a que creía que tener al bebé había sido la mejor manera de asegurar su lugar a mi lado. —No puede ser posible… —dijo Rita llamando mi atención, su rostro era una mueca pálida y desagradable, la mano que no sostenía su celular cerc
AVRIL STEEL Sentada ante el enorme comedor, con mi pequeño George en mis brazos y víctima de una jaqueca horrible, lidié con esa calma que antecede al colapso. Las puertas dobles se abrieron y Chapman entró con mi pequeña Amber de la mano. Me hinqué ante ella y con un solo brazo la estreché contra el corazón. Frotó su rostro contra mi hombro y después puso su atención en su hermanito. Con una risita divertida y curiosa, acercó su manita hasta tomar la de George. —Hola, bebé —dijo con cariño antes de tomar distancia y verme llena de emoción—. ¡Mami! ¡El doctor me cuidó mucho! ¡Me compró vestidos muy bonitos y una muñeca! —exclamó girando delante de mí, luciendo el vestido que portaba—. Además, me lee cuentos antes de dormir y me regaló un nuevo señor oso. —¿Sorprendida? No soy el monstruo que crees que soy, por lo menos no con los niños —agregó el doctor alejándose de nosotros, como si le molestara admitir que había sido bueno con Amber. De pronto mi niña se alejó dando saltitos
JOHN FOSTER —Haré una prueba de paternidad… —Solté ante la mesa y de sorpresa, dejando que mi padre se ahogara con el bocado y mi madre se levantara abruptamente de su silla. —¿Qué? ¿De qué hablas? —preguntó Rita estrechando con más fuerza a nuestra bebé. —Como dije desde un principio… Dudo mucho que tuviéramos intimidad esa noche. Así que… Aunque la niña es muy bonita y ya le tengo cariño. Quiero y exijo una prueba de paternidad —dije con toda la tranquilidad. —¡No puedes estar hablando en serio, John! ¡Ya están casados! —dijo mi padre levantándose de la mesa. — Si están tan seguros de que soy el padre… ¿Por qué están tan molestos? ¿No se mueren por demostrar que me equivoco? —dije divertido mientras Rita palidecía. —Bien, que así sea —contestó levantándose de la mesa—. Le haré una prueba de paternidad a la niña y espero que los resultados te convenzan de una vez por todas. Molesta, se fue, y mis padres la siguieron, parecían ofendidos por mi petición y consideraban que su in
JOHN FOSTER Cuánta satisfacción me dio pronunciar cada palabra, dejando en completo silencio a mis padres y a mi desdichada esposa, que retrocedió mareada y sudando frío antes de desvanecerse y caer contra el suelo. —¿Frustraron mis planes de estar con Avril? ¿Confabularon con los Chapman? Bien… Ahora todo lo que está a nombre de Rita es de Mary y, por tanto, mío. Puedo disponer de sus pertenencias y dinero a mi voluntad siempre y cuando resulte beneficioso a futuro para mi hija. La única manera en la que Rita podría zafarse de todo esto, era que la niña no tuviera mi ADN, lástima, está jodida gracias a ese «confiable» estudio de paternidad. En cuanto mi madre iba a tomar la prueba de laboratorio de la mesa, Damián se adelantó y se la arrebató. Eso era lo que necesitaba para terminar de destruir a Rita y no cedería tan fácil. ¿Quería que esta niña fuera mi hija? Así sería. —De una vez les aclaro, no solo me estoy divorciando de ella, sino también de ustedes… —¿Cómo dices? —preg
HENRY CHAPMAN Avril arrojó el celular de Aurora contra el piso antes de terminar de desmoronarse. —¡Tú hija lo mató! —gritó entre lágrimas, con las rodillas clavadas al suelo y el rostro cubierto por sus manos—. ¡¿Por qué?! ¡John era suyo! ¡Lo tenía por fin! ¡¿Qué más quería?! —Su amor —contesté de pie delante de ella, con los hombros caídos y en mis manos una situación que se había escapado—. Ese siempre fue tuyo. Mis palabras no mejoraron las cosas. Avril levantó su mirada rota y pude notar como las lágrimas se formaban en sus hermosos ojos azules, pero nacían de su corazón. Imaginé que tenía mil y una maldiciones que vociferar, pero mantuvo la boca cerrada, mientras sus dientes castañeaban por la impotencia y sus labios se fruncían en una mueca de dolor. Sus manos se presionaron contra su pecho y su frente casi tocó el piso. Como doctor podía imaginarme que era víctima de un infarto, como hombre, me daba cuenta de que era un corazón roto lo que la estaba matando. ¿No eran lo mi
AVRIL STEEL ¿Por qué no delataba a Rita con la policía? ¿Cómo hacerlo sin pruebas más que lo que escuché? ¿Cómo enfrentarme a alguien tan amado y reconocido como Chapman solo para vengar la muerte de un hombre que no volverá? No solo era una mujer enamorada, también era madre de dos niños pequeños que necesitaban de mi entera presencia y protección. No podía arriesgarme a nada que provocara separarme de ellos. Le pesara a quien le pesara, no haría nada sin pruebas. Tal vez ese sería el único pretexto para quedarme aquí. Conseguir suficiente evidencia. ¿Podría arriesgarme con mis dos hijos? ¿Quién me aseguraba que cada día aquí no sería tiempo perdido y un camino directo hacia el infierno? Llegamos al despacho de Chapman, se sentía más frío que el resto de la casa y olía sutilmente a desinfectante de hospital. Caminó hacia su escritorio, tomó un retrato que vio con melancolía, y me lo ofreció. En él había una mujer hermosa y joven, tal vez de mi edad, lucía una sonrisa encantadora
AVRIL STEEL Como acto de buena fe, salimos en lo que parecía un paseo familiar. Amber colgaba de nuestras manos, aferrándose tanto a Chapman como a mí, al mismo tiempo que Aurora llevaba a mi pequeño George, meciéndolo con ternura para que no se abrumara con la salida. Verona era una ciudad hermosa, destinada al amor, pues era el lugar donde la historia de Romeo y Julieta se desarrollaba. Aun así, yo… no me sentía bien, no estaba valorando la belleza de sus calles y la alegría de su gente. Entonces me di cuenta de que el vacío podía pesar demasiado, por lo menos así se sentía en mi corazón. De la nada, los deseos de llorar me atenazaban, me asfixiaban orillándome a una desesperación interna que me consumía. Mientras por fuera mantenía una sonrisa escueta y aparentaba normalidad. De pronto escuché llantos sutiles que me hicieron girar hacia un pequeño pasillo que llevaba al patio de lo que parecía un palacio medieval. La placa sobre el muro de piedra decía: «Casa de Julieta». E
AVRIL STEEL —¡Papá! ¡Fue horrible! —exclamó Rita en cuanto Chapman se acercó a ella en la estancia. Era cuestión de tiempo para que regresara en busca de refugio y protección. No sabía cómo esa loca respondería a mi presencia, así que prometí quedarme escondida en mi cuarto junto con mis hijos, pero la curiosidad pudo más que mi seguridad y ahí estaba, espiando detrás de una columna. Lamentaba no tener ninguna herramienta para poder grabarla y obtener pruebas contra ella. —¿Qué hiciste, Rita? —preguntó Chapman autoritario y molesto, pero sabía que, en el fondo, ese padre sobreprotector y cariñoso quería proteger a su pequeño monstruo. —¿Perdón? ¿Me estás acusando de algo? —inquirió Rita ofendida. —Tú misma dijiste por teléfono… —¡Ya sé lo que dije! Estaba nerviosa, eso fue todo —contestó cruzándose de brazos, cambiando su tristeza por molestia—. Perdí a mi esposo y a mi hija. ¿No merezco algo de compasión? —¿Por qué lo hiciste? —insistió Chapman viéndola con desconfianza. —¡