AVRIL STEEL —¡Papá! ¡Fue horrible! —exclamó Rita en cuanto Chapman se acercó a ella en la estancia. Era cuestión de tiempo para que regresara en busca de refugio y protección. No sabía cómo esa loca respondería a mi presencia, así que prometí quedarme escondida en mi cuarto junto con mis hijos, pero la curiosidad pudo más que mi seguridad y ahí estaba, espiando detrás de una columna. Lamentaba no tener ninguna herramienta para poder grabarla y obtener pruebas contra ella. —¿Qué hiciste, Rita? —preguntó Chapman autoritario y molesto, pero sabía que, en el fondo, ese padre sobreprotector y cariñoso quería proteger a su pequeño monstruo. —¿Perdón? ¿Me estás acusando de algo? —inquirió Rita ofendida. —Tú misma dijiste por teléfono… —¡Ya sé lo que dije! Estaba nerviosa, eso fue todo —contestó cruzándose de brazos, cambiando su tristeza por molestia—. Perdí a mi esposo y a mi hija. ¿No merezco algo de compasión? —¿Por qué lo hiciste? —insistió Chapman viéndola con desconfianza. —¡
AVRIL STEEL El silencio se hizo profundo, Chapman en verdad estaba valorando la situación, ¿sería capaz de escogerme a mí? ¿Priorizarme y hacer a un lado a su hija, sangre de su sangre? Antes de que respondiera, una sirvienta se acercó con un sobre color amarillo, temerosa de interrumpir un momento tan complejo. —¿Doctor Chapman? Llegó correo urgente del abogado de la familia Foster. —¡Creí que tardarían más! —exclamó Rita arrebatándole el sobre—. Mi herencia, lo que me dejó mi amado esposo, todo lo que no vas a tener nunca, Avril. ¡Qué bueno que llegó justo en este momento! Así podrás ver cómo todo queda a mi nombre, ¡a nombre de su amada esposa! —No me importa nada de lo que John pudiera dejar como herencia, lo quiero a él —dije en un susurro cargado de dolor. Conforme Rita leía los documentos, comenzó a perder la sonrisa. Hoja tras hoja, las arrojó al suelo, buscando algo en específico. —No… No, no, no… ¡No puede ser posible! —exclamó iracunda cuando terminó de vaciar el sob
AVRIL STEEL —¡No! ¡No me voy a calmar! ¡Mis hijos no están! —exclamé furiosa, golpeando su pecho—. Tengo que encontrarlos. ¡No me estorbes! —¿Ya te sientes muy valiente al estar cobijada por las buenas intenciones de John y su robusto testamento? —preguntó con decepción. —No necesito del dinero de John para agarrar valor —siseé con ira—. Para tu debido conocimiento, tengo una empresa que empieza a generar ganancias y, principalmente, determinación. Yo sí cuido de mis hijos, yo sí estoy criando buenos niños, no personas tóxicas y enfermas que solo saben destruir todo lo que tocan. ¡Por ellos sí vale la pena esforzarse! Así que quítate. Chapman retrocedió un par de pasos sin apartar su mirada de mí. Parecía sorprendido y fascinado. —Si averiguó que Rita… —Ya tenías planeado destruirla desde antes de que desaparecieran tus hijos. —La diferencia es que seré aún más cruel de lo que planeaba ser. Odiaba su m*****a sonrisa burlona, como si lo que decía fuera cosa de niños. Me tomó
AVRIL STEEL Acerqué mi mano temblorosa hacia su rostro y cerró los ojos en cuanto mi tacto recorrió su mejilla. Su calor era real, la suavidad de su piel, la textura de sus labios. Si me había vuelto loca, no me importaba, prefería vivir de esta forma, viéndolo en cada rincón, creyendo que sigue aquí, antes de pasar un día más deprimida por la jodida realidad de un mundo sin él. Se inclinó, apoyándose sobre el barandal, pegando su frente a la mía, llenando mi nariz de su loción amaderada mientras mis manos se deslizaban de sus mejillas a su nuca, enredando mis dedos en sus suaves cabellos. Compartir el mismo aire era suficiente para que nuestros corazones se aceleraran y el calor de nuestra piel se elevara. Sus labios acariciaron suavemente los míos, seduciéndolos, invitándolos a un beso que añoraba con toda mi alma. Cerré mis ojos dejando que las lágrimas que se aferraban a mis pestañas siguieran el camino por mis mejillas hacia mi mentón, mientras mi boca se posaba en la de él.
AVRIL STEEL —¿Cuánto tiempo llevas así? —pregunté aún con los ojos cerrados y una sonrisa imposible de disimular. —Así, ¿cómo? ¿Viéndote fijamente? —dijo divertido mientras recorría el largo de mi brazo y dejaba suaves besos en mi hombro—. No me culpes, eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Abrí los ojos para encontrarme con esa mirada tan dulce que me desarmaba. Acerqué mis manos a sus mejillas y lo atraje a mí, ansiosa por un beso que me confirmara que lo que habíamos hecho esa noche fue verdad. —Creo que deberíamos de salir de aquí antes de que abran el museo —dijo contra mis labios, provocándome una sonrisa—. Le tendré que pedir a Damián que se encargue de las grabaciones nocturnas. En ese momento alcé mi mirada hacia las cámaras que apuntaban directo hacia nosotros y me escondí contra su pecho, riendo a carcajadas, apenada, pero no arrepentida. Nos vestimos con rapidez, compartiendo sonrisas coquetas y miradas cargadas de complicidad. Salimos del museo corri
AVRIL STEEL Era tan extraño tener a la pequeña hija de Rita entre mis brazos. Parecía irreal. De pronto atrapó mi dedo mostrando su curiosidad, así como una gran sonrisa juguetona. —¿Por qué…? —No pude terminar mi pregunta, no sabía cómo formularla. ¿Por qué la adoptaste cuando no es tuya? ¿Por qué librar a Rita de sus obligaciones como madre? ¿No sería una buena lección para ella que estuviera forzada a cuidar de la niña y volverse por primera vez responsable de algo en su vida? —Tan solo vela… —dijo John con melancolía—. ¿Crees que Rita le tendría piedad? —Es su madre… —No —contestó tajante—. Ella la parió, pero… ¿crees que tiene el derecho de ser llamada «madre»? Solo utilizó a la niña, la cuidó hasta que mi falsa paternidad la condenó a darme cada centavo, entonces no le molestó desecharla. »Ella saboteó mi auto, sabía que la niña iría conmigo y no le importó. ¿Tú harías eso con Amber? ¿La sacrificarías solo para lastimar o deshacerte de alguien más? —Jamás… —Madre es sin
AVRIL STEEL Giré sobre mis talones y lo enfrenté, llena de odio. —¿Qué haces aquí? ¿Qué más quieres? ¡Ganaste! Siempre ganas. ¿Planeas regodearte? Me vio con lástima y avanzó manteniendo las manos en sus bolsillos, inspeccionándome con atención. —Lamento lo de tu abuelo… —dijo en un susurro, aumentando mi indignación. —¡¿Lo lamentas?! —grité furiosa—. ¡Tú lo mataste! —Él se puso en mi camino… Yo no quise lastimarlo —contestó como si hubiera algo de arrepentimiento en el fondo de su alma, pero sabía bien que esa era una palabra que él no dominaba. —¡Mentiroso! ¡Cretino! ¡Maldito! —volví a gritar, saliendo de mis casillas, víctima de mi desesperación—. ¡Lo mataste y te quisiste robar a Amber! —¡Todo es tu culpa! —exclamó perdiendo la paciencia, tomándome por sorpresa—. Tú decidiste quitarme a mi hija, tú decidiste huir, tú decidiste volverte una puta en cuanto firmé el divorcio. ¡Yo quería arreglar las cosas! ¡Estaba arrepentido! ¡¿No me merecía tu perdón?! —¿Estás consciente d
AVRIL STEEL —¿Te sientes muy valiente? —preguntó John, con el rostro oculto por esa gorra y ese atuendo casual que no minimizaba su presencia. —¿No se suponía que estabas muerto, John Foster? —inquirió Derek divertido, con el labio partido y el ojo morado, intentando recobrar el equilibrio y enfrentarlo. —¿Quién te dijo que esto no es un sueño? —John le ofreció una gran sonrisa antes de golpearlo con todas sus fuerzas, tirándolo al suelo, inconsciente. Intenté levantarme, apoyándome contra la pared, antes de que John se precipitara hacia mí y con un abrazo dulce y protector me sostuviera para no caer. —¿Qué te hizo ese maldito hijo de puta? —preguntó con tristeza, viendo las marcas en mi rostro. De pronto me alzó en brazos, preocupado—. Tengo que llevarte al hospital. —Estoy bien —contesté abrazada a su cuello—. Te arriesgaste mucho al venir. ¿Desde qué hora…? —¿Bromeas? —respondió divertido—. Llegué unos minutos después que tú. Esperé afuera mientras el juicio terminaba y