AVRIL STEEL Quise resistirme, quise anteponerme a mis propios deseos, pero el sabor de su boca me estaba doblegando, la cercanía de su cuerpo hacía que el mío me traicionara. Mis manos buscaron sus mejillas y mis labios correspondieron con la misma desesperación hasta que la alarma de mi teléfono sonó. Era el momento justo en el que tenía que ir a casa de mis padres por mi abuelo. Con ambas manos en el pecho de John, lo aparté. Cada músculo me dolió. Cuando lo vi ante mí con esa mirada feroz y sonrisa arrogante, me pregunté si debería de… decirle del bebé. Si lo hacía, menos me dejaría ir y en ese caso, mi abuelo estaría condenado. Agaché la mirada con tristeza y suspiré apesadumbrada. —Vete y déjame en paz… —dije bajando del cofre del auto y acomodándome la falda, cubriendo de nuevo mis muslos—. Yo ya renuncié a lo nuestro, deberías de hacer lo mismo. —No quiero —contestó con arrogancia—. No lo haré. De hecho… puedo quedarme aquí, esperando a que salgas, seguirte a donde vayas.
JOHN FOSTER —Algo tan sencillo, ¿le generó un infarto? —pregunté sentado en el sofá de la sala, con un vaso de whisky en la mano y la mirada perdida, mientras el doctor Chapman me dedicaba una sonrisa burlona. —John… ¿Crees que te estamos mintiendo? —inquirió Rita manejándose en esa línea de la ira y la decepción. Cuando se disponía a acercarse a mí, su padre levantó la mano y, sin perder la sonrisa, comenzó a caminar de un lado a otro. —Tanto el estrés crónico como el agudo significan un aumento de cortisol, así como del índice aterogénico y toda una cascada de mecanismos fisiopatológicos que desembocan en un problema en la electricidad del miocardio y la vasoconstricción de las coronarias —contestó a mi pregunta con arrogancia y suficiencia—. La cachetada y esa actitud intempestiva y odiosa de Avril, fue la gota que derramó el vaso, Johny. Podría darte una cátedra más extensa sobre los riesgos del estrés, pero… —Revisó su reloj e hizo más grande su sonrisa—. Tengo un vuelo que to
AVRIL STEEL En cuanto puse el primer pie en este país, apagué mi teléfono y lo guardé, no quería recibir llamadas de John o de Derek. Conseguí un teléfono nuevo el cual usé para comunicarme con mis padres y con Alissa. Nos recibieron en la clínica integral del doctor Chapman. A decir verdad, parecía que ya nos estaban esperando. Como prometió ese maldito doctor, la cordialidad y el profesionalismo nos acompañaron durante cada día, haciéndole estudios importantes a mi abuelo, siendo valorado por expertos. —Una mujer tan joven, ¿enferma? —preguntó una señora a mi lado, mientras llenaba las responsivas en el mueble de la recepcionista. Cuando volteé, noté que era una mujer madura, rubia, despampanante. Su cutis estaba perfecto, era claro que había recurrido a las cirugías plásticas para mantenerse joven. —No estoy enferma… Traje a mi abuelo —contesté con una sonrisa. No me agradaba entablar conversaciones con extraños. No era la mujer más sociable del mundo. —¿Tu abuelo? ¿Qué e
AVRIL STEEL Después de torcer los ojos, Chapman se plantó delante de mí y sonrió. —Dado que la operación de tu abuelo es delicada y necesitará mucho tiempo para recuperarse por completo. No pienso seguir pagando esta habitación de hotel, así que conseguí una casa en un lugar agradable, con una escuela cerca para que inscribas a tu pequeña alimaña mientras sigues cuidando de tu anciano abuelo. »No tienes que preocuparte por los gastos, yo me haré cargo. ¿Qué era peor que un sabelotodo sin un gramo de empatía? Ya me estaba cansando. Ese hombre era la clase de gente odiosa que se cree muy inteligente, pero solo es como una patada en la entrepierna. Quejas, críticas y aires de grandeza reflejan la baja inteligencia emocional o más bien lo frustrado que está con su propia vida que necesita estarse quejando de la vida de los demás. ¿Había algo más patético? —Gracias, pero prefiero escoger yo misma el lugar donde viviré… —contesté cruzada de brazos. —No conoces este país… —dijo burló
AVRIL STEEL Me mantuve con la mirada perdida por el ventanal, viendo hacia el pequeño jardín que adornaba el edificio. Las imágenes seguían dándome vueltas en la cabeza y el corazón me dolía. Pegué mi frente al cristal y contuve mis ganas de explotar y maldecir a John. ¿Ese era el amor que me tenía? A primeras de cambio ya había aceptado casarse con la mujer que, según él, no significaba nada. —Señora Steel… —El doctor Chapman interrumpió mi momento de melancolía—. La cirugía ha sido un éxito, me sorprende verla aquí. ¿Estuvo las catorce horas en la sala de espera? —Vine y regresé… Le recuerdo que tengo una hija a la cual cuidar —contesté volteando hacia él—. ¿Cómo está mi abuelo? —Recuperándose… —contestó quitándose el gorro de cirujano—. De momento sigue inconsciente e intubado. Lo esperado es que mañana podamos retirar el tubo endotraqueal y recobre la consciencia. Permanecerá hospitalizado el resto de la semana. ¿Ya escogió el lugar adecuado para vivir? —Eso creo —respondí p
JOHN FOSTER —No puedes seguir viviendo en este hotel… —reclamó Rita andando detrás de mí. —¿Por? Es mío y puedo hacer lo que quiera. —John… vamos a ser papás y deberías de comenzar a comportarte con madurez. Me detuve en seco, haciendo que Rita chocara conmigo. Cuando volteé, no pude evitar dedicarle una mirada cargada de rencor. No creía que ese niño fuera mío, no era posible, ni siquiera estaba seguro de que en verdad estuviera embarazada, pero solo era cuestión de tiempo para que el supuesto bebé naciera y entonces pudiera salir de dudas de una vez por todas. Sería todo un caballero y me haría responsable de la mujer que supuestamente embaracé, pero en cuanto comprobara que ese bebé no era mío, me encargaría de destruir a la m*****a familia Chapman y demostraría al mundo lo desgraciados que en verdad son. —Tenemos que hablar muy seriamente —agregó cabizbaja. —Rita no tengo tiempo para… —Me enteré de que mi padre está cortejando a Avril —soltó de pronto dejándome sin pala
AVRIL STEEL El dolor me doblaba las piernas y Chapman era de lo único que me sostenía para no caer. Apreté los dientes y me ahogué un quejido, intentando que pasara la contracción antes de seguir con la discusión. —Habla Chapman… —dijo con seriedad y el teléfono en su oído—. Necesito que preparen la sala de partos, es una emergencia. —¡No! —grité con fuerza, motivada por el dolor. —Sí, voy en camino. Llegó en… —Vio el reloj en su muñeca para calcular el tiempo— …veinte minutos. La paciente ya rompió fuerte. —¡Que no! —volví a gritar y traté de darle un manotazo, pero la fuerza se me estaba yendo en pujar. —¡Cálmate, mujer! —exclamó Chapman furioso por mi comportamiento. —¿Avril? ¿Estás bien? —Se asomó mi abuelo, apoyado en su bastón. El ruido lo había intrigado. Amber, quien estaba jugando en su habitación, también se asomó curiosa. —Estoy bien… —contesté con los dientes apretados. —Señor, me llevaré a su nieta. Comenzó la labor de parto y necesito llevarla al hospital —i
AVRIL STEEL Contrario a lo que esperaba, durante el resto del parto, Chapman se ahorró sus malos chistes e insinuaciones y guio a mi bebé por el canal de parto con respeto y profesionalidad. Intentaba no verlo a los ojos mientras mis manos se aferraban a los barandales de la cama. Seguí sus indicaciones imaginándome que no lo conocía y era un médico cualquiera, hasta que de pronto el llanto de mi bebé me hizo olvidar la vergüenza y la desconfianza. Chapman lo tenía entre sus brazos, envuelto en una cobijita. Lo veía con inmensa ternura y le ofreció su dedo, el cual mi bebé sujetó con fuerza. —Tenemos un varoncito, fuerte y con buenos pulmones. Todos los que estaban asistiendo el parto mostraron un júbilo silencioso y complicidad entre ellos por el buen trabajo que habían realizado. —Vamos a que conozcas a mamita —dijo Chapman con inmenso cariño y rodeó la cama para por fin ponerlo entre mis brazos. Estreché a mi bebé con lágrimas en los ojos y el corazón agitado. Estaba siendo