AVRIL STEEL En una pequeña cafetería de la ciudad, esperé pacientemente. Alissa llegó casi corriendo, con un grueso de papeles entre los brazos que sostenía contra el pecho. —¡Señora Steel! —exclamó agitando su mano en el aire mientras se acercaba. Alissa había sido mi ayudante y un elemento de confianza formidable, pero no pude evitar hacerme preguntas: ¿Cómo fue posible que tanto John como Derek pudieran fingir ser mis amantes anónimos? Ella era la encargada de entrevistar e investigar a los hombres que me serían útiles a mis fines. ¿Cómo es que se le pasó por alto la identidad de esos dos? Había dos opciones, o era más atarantada de lo que creía o… esos dos eran demasiado listos como para encubrir sus identidades tan bien. —Aquí está lo que me pidió… —dijo acomodando por bloques los papeles que cargaba. —¿Tanto? —pregunté frunciendo el ceño. —El doctor Chapman es una eminencia en la medicina. Está lleno de reconocimientos médicos, constancias, postgrados, especialidades, dipl
AVRIL STEEL —Creí que no teníamos más que hablar… —dijo el doctor con una gran sonrisa—. ¿No deseas sentarte? —No, gracias… Mi presencia aquí es rápida, fugaz —contesté manteniendo la calma. Por el rabillo del ojo noté que los padres de John se mantenían a distancia, viéndome con atención—. Como dije, todo está hecho. Lo que usted me pidió para salvar a mi abuelo, lo hice. Fui al hotel donde se encuentra John y le rompí el corazón como usted indicó. ¿Cómo dijo esa vez? ¡Ah, claro!, para que no tenga ganas de buscarme y pueda casarse felizmente con su hija Rita. »He de admitir que se están tomando muchas molestias para manejarle la vida. Porque me imagino que los señores Foster también están en esto. —Sí ya hiciste lo que tenías que hacer, no era necesario que vinieras a decírmelo —entornó los ojos con desconfianza. —Tenía que hacerlo, porque hay un asunto pendiente con el cual no contó —contesté caminando hacia la ventana—. No puedo salir del país, mientras la custodia de mi hij
AVRIL STEEL —¡Amber! —exclamé saliendo tras de ella—. ¡Ven acá! La vi pasar entre las maletas y salir de la casa. —¡Buscaré a mi papá! —gritó antes de azotar la puerta. —¡Amber! —volví a gritar preocupada y comencé a correr intentando alcanzarla. Cuando abrí la puerta mi corazón se detuvo, mi osita estaba corriendo hacia la calle sin fijarse. La adrenalina recargó mis piernas, mis músculos se tensaron y salí corriendo tras de ella. Escuché el ruido de los autos, pero mi atención estaba entera en mi hija. Estiré mis brazos, desesperada por alcanzarla, cuando por fin la tomé de la cintura y la alcé hacia mí. Escuché el rechinido de llantas y la estreché con fuerza, protegiéndola con mi cuerpo, cerrando los ojos y desviando el rostro, esperando que el auto me sacara volando y por lo menos me partiera un hueso, pero eso no pasó. —¡¿Avril?! —el conductor pronunció mi nombre, haciendo que abriera los ojos. Cuando me di cuenta era el auto de John y él era quien se acercaba corriendo
AVRIL STEEL Quise resistirme, quise anteponerme a mis propios deseos, pero el sabor de su boca me estaba doblegando, la cercanía de su cuerpo hacía que el mío me traicionara. Mis manos buscaron sus mejillas y mis labios correspondieron con la misma desesperación hasta que la alarma de mi teléfono sonó. Era el momento justo en el que tenía que ir a casa de mis padres por mi abuelo. Con ambas manos en el pecho de John, lo aparté. Cada músculo me dolió. Cuando lo vi ante mí con esa mirada feroz y sonrisa arrogante, me pregunté si debería de… decirle del bebé. Si lo hacía, menos me dejaría ir y en ese caso, mi abuelo estaría condenado. Agaché la mirada con tristeza y suspiré apesadumbrada. —Vete y déjame en paz… —dije bajando del cofre del auto y acomodándome la falda, cubriendo de nuevo mis muslos—. Yo ya renuncié a lo nuestro, deberías de hacer lo mismo. —No quiero —contestó con arrogancia—. No lo haré. De hecho… puedo quedarme aquí, esperando a que salgas, seguirte a donde vayas.
JOHN FOSTER —Algo tan sencillo, ¿le generó un infarto? —pregunté sentado en el sofá de la sala, con un vaso de whisky en la mano y la mirada perdida, mientras el doctor Chapman me dedicaba una sonrisa burlona. —John… ¿Crees que te estamos mintiendo? —inquirió Rita manejándose en esa línea de la ira y la decepción. Cuando se disponía a acercarse a mí, su padre levantó la mano y, sin perder la sonrisa, comenzó a caminar de un lado a otro. —Tanto el estrés crónico como el agudo significan un aumento de cortisol, así como del índice aterogénico y toda una cascada de mecanismos fisiopatológicos que desembocan en un problema en la electricidad del miocardio y la vasoconstricción de las coronarias —contestó a mi pregunta con arrogancia y suficiencia—. La cachetada y esa actitud intempestiva y odiosa de Avril, fue la gota que derramó el vaso, Johny. Podría darte una cátedra más extensa sobre los riesgos del estrés, pero… —Revisó su reloj e hizo más grande su sonrisa—. Tengo un vuelo que to
AVRIL STEEL En cuanto puse el primer pie en este país, apagué mi teléfono y lo guardé, no quería recibir llamadas de John o de Derek. Conseguí un teléfono nuevo el cual usé para comunicarme con mis padres y con Alissa. Nos recibieron en la clínica integral del doctor Chapman. A decir verdad, parecía que ya nos estaban esperando. Como prometió ese maldito doctor, la cordialidad y el profesionalismo nos acompañaron durante cada día, haciéndole estudios importantes a mi abuelo, siendo valorado por expertos. —Una mujer tan joven, ¿enferma? —preguntó una señora a mi lado, mientras llenaba las responsivas en el mueble de la recepcionista. Cuando volteé, noté que era una mujer madura, rubia, despampanante. Su cutis estaba perfecto, era claro que había recurrido a las cirugías plásticas para mantenerse joven. —No estoy enferma… Traje a mi abuelo —contesté con una sonrisa. No me agradaba entablar conversaciones con extraños. No era la mujer más sociable del mundo. —¿Tu abuelo? ¿Qué e
AVRIL STEEL Después de torcer los ojos, Chapman se plantó delante de mí y sonrió. —Dado que la operación de tu abuelo es delicada y necesitará mucho tiempo para recuperarse por completo. No pienso seguir pagando esta habitación de hotel, así que conseguí una casa en un lugar agradable, con una escuela cerca para que inscribas a tu pequeña alimaña mientras sigues cuidando de tu anciano abuelo. »No tienes que preocuparte por los gastos, yo me haré cargo. ¿Qué era peor que un sabelotodo sin un gramo de empatía? Ya me estaba cansando. Ese hombre era la clase de gente odiosa que se cree muy inteligente, pero solo es como una patada en la entrepierna. Quejas, críticas y aires de grandeza reflejan la baja inteligencia emocional o más bien lo frustrado que está con su propia vida que necesita estarse quejando de la vida de los demás. ¿Había algo más patético? —Gracias, pero prefiero escoger yo misma el lugar donde viviré… —contesté cruzada de brazos. —No conoces este país… —dijo burló
AVRIL STEEL Me mantuve con la mirada perdida por el ventanal, viendo hacia el pequeño jardín que adornaba el edificio. Las imágenes seguían dándome vueltas en la cabeza y el corazón me dolía. Pegué mi frente al cristal y contuve mis ganas de explotar y maldecir a John. ¿Ese era el amor que me tenía? A primeras de cambio ya había aceptado casarse con la mujer que, según él, no significaba nada. —Señora Steel… —El doctor Chapman interrumpió mi momento de melancolía—. La cirugía ha sido un éxito, me sorprende verla aquí. ¿Estuvo las catorce horas en la sala de espera? —Vine y regresé… Le recuerdo que tengo una hija a la cual cuidar —contesté volteando hacia él—. ¿Cómo está mi abuelo? —Recuperándose… —contestó quitándose el gorro de cirujano—. De momento sigue inconsciente e intubado. Lo esperado es que mañana podamos retirar el tubo endotraqueal y recobre la consciencia. Permanecerá hospitalizado el resto de la semana. ¿Ya escogió el lugar adecuado para vivir? —Eso creo —respondí p